"El Final"

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Ya todo el ruido había pasado, ya sería que podría descansar, idea totalmente errónea, ahora debía seguir con los trajes de las Mera-Whyse para la boda de diciembre y las citas privadas para las clientes que querían piezas de la colección. Había que organizar el Trunk-Show en Il Prato, diseñar invitaciones, etiquetas y reajustar detalles para que las piezas puedan ser vistas de cerca, planchado y ahora incluir piezas nuevas en sustitución de las vendidas.
Era de no acabar, solo pedía fuerzas y sabiduría. Mi lema desde niño.

Cuando llega la fecha, estaba en faceta de recuperación, había hecho una versión en blanco hueso del negro drapeado de flecos para cocktail, Francesca Robiou ya era la dueña. Duro minutos en la tienda. Rápido se fueron todos esos dorados con Monserrat Casadó, Doña Janet, Ceyla y Olguita y claro, el de plumas blanco y negro la eligió a ella y él a ella. solo fue a pagar.

Revista Hola en primera fila detrás de Bethania Guerrero, Francesca y Tuqui. Leonor Garcia ordenó también el negro corto pero en versión blanco hueso. Deborah con el rosado largo con negro detrás. Tuqui el de 3D printing y crochet pero versión "mini" Vanessa Abinader arrasó con algunos 5. Hasta ahora la que posee la colección más grande de mis piezas.

Tomé un respiro, avancé y entregué las órdenes y me retire a casa de mi mamá porque ya no tenía fuerzas ni para pensar.
Duré dos días fuera de servicio y una semana interno en casa con sueros por anemia crónica y desnutrición. Empecé una dieta rica en hierro, calorías y proteína por orden del médico y logré ganar 7 libras. -

Cuando para la próxima semana ya empezaba a sentirme como gota de agua fría, volvió el desastre. No hacía más que golpear la pared, taparme la boca; apretarme la frente y preguntarme: ¿que es lo que te pasa? ¿Tendré cáncer? ¿Enfermedad de Chron? ¿Seré VIH+? ¿Tendré SIDA? Pensaba lo peor, pero, precisamente lo peor fue que no se sabía que sucedía. Todo estudio salía negativo.

Recuerdo una llamada que me hizo una amiga recomendándome un oncólogo, la idea me asusta tanto como saltar a ciegas de un avión aún con paracaídas. Pero era tener la respuesta por escrito y quizás una solución, o seguir muriendo lentamente.
  Pues no fui a ese, pero si fui a otro oncólogo. La idea es saber qué sucedía y pelear.
Estaba a punto de enfrentar una batalla más en mi vida. Era tan agonizante y la luz en el tunel no se veía. No moría, pero tampoco vivía.

Pues antes de ir, recuerdo que me encerré y no contestaba llamadas de nadie, no salía a ningún lado. Mi piel cada vez más blanca, la boca más ceniza y los ojos ahogados en lo más profundo de la agonía, que solo yo sabía cómo terminar y no era yendo a consulta.

Otra vez no sale de mi cabeza la cuestión de ¿para que seguir? Y es cuando mi respiración empieza a hacerse corta, a hacerse infinita, no podía tomar aire, no reconocía el espacio y otra vez antes de asfixiarme agarre el primer frasco y lo tomé. No recuerdo cuantas.

No recuerdo que eran, pero sin hacer largo el cuento, si, lo hice; fallé otra vez.
Ahora con 128 libras en una altura de 5'10" y las rodillas flojas, caigo otra vez y siento en mis manos el frío del suelo. Tan frío como estaba mi alma en ese momento. Solo quería gritar tan alto como pudiera pero no podía, no tenía fuerzas.
Me arrastré hacia la cama y abracé mi perra quien me veía con lástima y se me acerca a lamerme tratando de secarme la cara. Se me acuesta al lado y allí llore con mucha fuerza. No existe nada mas reconfortante que llorar fuerte, tan fuerte como si quisieras que se salga el corazón, no quiero tener que llorar así, pero cuando hace falta, hace falta. Pues, una vez más FALLÉ, no que falle en intentar huir de lo que yo creía un torbellino, más bien fallé porque no pude huir.
Deseaba morir.

Ya era final de año, enero o febrero, ya he perdido la noción del tiempo. Ya no me interesa nada, agarro los análisis y resultados tratando de leer algún fallo, alguna mala lectura y descubrir por fin que pasa. Hasta que volvieron los mismos síntomas, y decidí ir al oncólogo. Mil análisis, mil visitas pero lo mas difícil era la visita que hacia el pánico a mi mente.
Un domingo, por internet, conocí a alguien que me cambió la vida. De eso se trata ¿no? Muy joven para mi, pero lleno de vida. Vivía en una casa gigante llena de columnas Barrocas, muy cerca de mi. Tan atento, tan lindo, un principe altísimo de una familia de peloteros y militares. Tenía un cachorro diminuto, blanco y tan tonto y cariñoso. Pero no podíamos subirlo a la habitación. 
El duraba horas bajo el ultimo peldaño esperando a que yo bajara.

"La Triste Vida de un Chico con Suerte"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora