Los personajes no son de mi autoría, simplemente los tomé prestados para esta historia
Tres años pasaron desde aquel pequeño pero significante recuerdo, Inojin al pasar el tiempo admitió sus profundos sentimientos por Himawari, pero siempre se obligo a callarlos. De echo tuvo novias y en punto la cuenta de ellas se había desvanecido, y la razón era que nunca encontró algún parecido a sus ojos de ella; ninguno con ese brillo tan singular cada vez que le miraba.
Ese día el frio corría con fuerza en la aldea, parecía un día triste o más bien nostálgico, el año nuevo llegaría a unos pocos días y aunque el clima estaba de lo peor las personas corrían de un lado a otro por la celebración. Inojin se encontraba sentado detrás del apardor de la floreria hojeando el catálogo de flores de invierno tratando de apaciguar su aburrimiento, cuando escuchó unos pasos sonar en la tienda subió el rostro con pereza y después una sonrisa apareció en su rostro.
Era Himawari que caminaba hacía él, ella había crecido y se convirtió en una chica muy linda, además de ser una de las más fuertes de su generación. El corazón de Inojin comenzó a palpitar más rápido, siempre ocurría, pero aún no se acostumbraba a lo que le hacía sentir aquella pequeña.
—¡Hola!— saludó alegremente destapando su cabeza que cubria el gorro de su abrigo— ¿Cómo estás?
—Lo de siempre— señaló el catálogo con fastidio.
—¡Oh! Son las nuevas flores ¿no es así?— se acercó emocionada y se recargó para mirar bien.
El rubio puso sobre sus manos de ellas, mientras se desaparecía por un momento del local. Himawari lo miró irse y suspiró cansada, él le gustaba, tanto que podría llorar por no poder decir libremente aquellos sentimientos que ocultaba muy en su interior. Sonrió un poco al recordar como su pequeña y tonta cabeza se había dado cuenta de que estaba enamorada de él. Fue hace años atrás cuando Inojin tuvo una de sus tantas novias, ella sintió que le arrebató su tiempo con el rubio, y eso le molestó, a consecuencia decidió dejarle de hablar. En ese tiempo fue una niña caprichosa, si, pero su madre le hizo descubrir que eran celos y si que lo eran, cuando estos terminaron ella volvió a reír de nuevo, un peso menos de su espalda. Y ahora estaba ahí, con los nervios de punta, porque este día Himawari iba a pedirle una cita, iba a dar su primer paso después de tanto tiempo; ya no era un niña para pensar que eso era imposible.
—Toma— le tendió una taza de chocolate caliente mientras este le decía con una seña que se sentara en una silla junto de él.
—Gracias— sonrió aceptando el lugar, olfateó aquel chocolate que era su favorito, tomó un trago y suspiró con satisfacción—. Tan delicioso como siempre.
Los dos se quedaron en silencio, por primera vez fue incómodo, las manos de Himawari apretaban la taza para evitar que temblaran, Inojin bebía el chocolate sin importar que estuviese quemandose la boca por el cálido líquido. De pronto la menor posó su mirada en él, una mirada que dejaba en visto que tenía algo planeado y tenía que hacer sin duda, el rubio tragó saliba con nerviosismo.
—¡Quiero una cita contigo!— exclamó con un rubor y cerrando los ojos—, por favor.
Inojin se quedó sin palabtaa y se tapó la cara ocultando el gran rubor que tenía sobre sus mejillas. Comenzó a reír bajito, la menor levantó el rostro un poco desepcionada por la reacción del otro.
—Perdón, solo que me es inesperado— tomó su mano y asintió con una sonrisa—, pero es un si.
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