III

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Los personajes no son de mi autoría, simplemente los he tomado preparados para esta historia.

El que es celoso, no es nunca celoso por lo que ve; con lo que se imagina basta.

Jacinto Benavente

—¡Atrás de ti!— gritó lanzando un kunai al enemigo que cayó herido.

La chica por el susto paró en un árbol y comenzó a respirar entre cortada, cuando se tranquilizó miró que el lider venía hacía ella y sonrió con ternura, él era muy amable..

—¿Estás bien?— preguntó preocupado—. Para si es que no lo soportas.

—Estoy bien, solo...necesitaba un descanso— respondió con lentitud.

Inojon asintió, y volvió a su deber. En unos cuantos minutos todos los ninjas estaban al rededor suyo, a excepción de dos.

—¡Lider!— gritaba un chunin desde lo alto alto de un árbol parando en frente de él —¡Chou Chou y Himawari están en problemas!

Inojin con preocupación sin pensar dos veces saltó entre los árboles a dirección de ellas mientras una persona se molestaba por aquella actitud tan preocupante hacía ellas.

—¡Chou Chou, vete!— gritaba mientras lanzaba las pocas armas que tenía de sobra..

—¡No te dejaré!— Ia morena con las pocas fuerzas que tenía se levantó intentando avanzar al lado de ella siendo un total desastre porque cayó de nuevo.

—¡Lo digo en serio! ¡Agh!— se quejó cuando una de las armas de aquel sujeto lastimó su brazo derecho.

Activó de nuevo el byakugan, le dolían los ojos de tanto esfuerzo, pero tenía que hacerlo, ¡Inojin tenía que reconocerla como chunin que era!

Entonces se puso en posición, el enemigo estaba cerca y podía verlo, era un ratón sin salida, saltó hacía el árbol señalando con su dedo.

—¡Look on!— gritó dejando inconsciente al hombre que había caído diez metros más lejos.

Sonrió con victoria, y de pronto un dibujo apareció y desapareció de su vista y escuchó caer un metal; era un kunai que no lo pudo observar ¡habían descubierto su punto ciego y eso eran malas noticias.!

—¡Himawari!— gritó tomando su pequeño cuerpo y dejandola junto a Chou Chou.

—¡Aún puedo hacerlo!—se defendió y quizo levantarse pero su tobillo torcido no soportó su peso y cayó.

—Quédate aquí, yo me encargo.

—¡Voy con usted!— gritó una chica que venía corriendo—, puedo distrerlo.

—Vamos, pero necesito mayor velocidad, tenemos que terminar esto antes del atardecer— ordenó el rubio.

Himawari suspiró y miró lo que pasaba sin poder dar más de ella, la chica luchaba con todas sus ganas, y su novio simplemente sonreía al ver la gran oportunidad que ella le estaba brindando para contratacar. ¿Cuándo fue la última vez que él la miró así? Cuando terminó todo, el hombre se encontraba al igual que sus compañeros, inconsciente y levemente lastimado.

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