sentimientos

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La última vez que publiqué fue un verso, algo que nació del dolor y la desesperación. En ese momento conocí lo que es perder un gran tesoro, lo que es ya no poder tener a tu lado a alguien que amas. Ese día que publiqué conocí el sentimiento más desgarrador que una persona puede experimentar porque ese día perdí a mi madre.
Ella era mi fuerte, mi refugio, mi apoyó, y a pesar de que estaba enferma y yo ya no sabía qué hacer para que ella estuviese mejor aún tenía la esperanza de que se mejorará. Sin embargo no fue así.
Ese día viernes fue el peor de toda mi existencia, ese día fue un aluvión de emociones porque al iniciar el día había tenido una sesión psicologica con mi doctora, me sentía animada y con más fuerzas para seguir adelante, aún cuando regrese recuerdo el leve murmullo como respuesta de mi madre, había dejado escapar un suspiro al ver que la taza de atole que había dejado cerca para que tomara seguía estando en el mismo lugar, me sentí un poco exasperada pero al verla descansar y al saber que no había podido dormir últimamente no quise molestarla más y la dejé descansar. Continúe con mis actividades normales, recuerdo cómo mi hermana estaba en su computadora distrayendo se y al terminar de desayunar regresé a mi habitación para estudiar un poco.
Paso el tiempo, el teléfono de la casa sonó, mi hermana se acercó a contestar y yo vi la hora en la pantalla del celular. Eran la 1 de la tarde con unos minutos, me levanté, tenía que hacer que mi mamá comiese algo. Fui a su habitación primero a ver si estaba despierta pero no lo estaba. La llamé, no contesto. Me acerqué a ella para moverla, para decirle que era hora de que comiera algo, pero no respondió, me extrañe y toque sus manos. Estaban heladas, me asusté, así que toque su rostro estaba un poco  tibio. Con temor cheque sus signos vitales, no había pulso no había respiración. Intenté guardar la calma, llame a mi hermana que estaba aún en el teléfono, ella colgó y fue de inmediato a ver qué sucedía, le pedí que revisara a mamá, ella lo hizo y cuando nos miramos de vuelta sabíamos que ya nuestra madre no estaba. Mi hermana fue en busca de uno de mis tíos, era necesario que alguien más revisara, yo me quedé con mi madre, rezando a los cielos que solo fuera una ilusión, una amarga pesadilla. Cuando entró mi tío se acercó y pregunto, no recuerdo que fue lo que contesté pero el se apresuró a tomar el pulso de mi madre, a tocar su rostro y solo exhaló. Llamamos al doctor, llego minutos después. Qué fueron horas para mí. Nos dió el pésame, nos dijo que teníamos que ser fuertes y seguir adelante. Me dijo que debía llorar y recomponer me pronto, porque ya era yo la responsable de una casa y una hermana. Mi hermana salió a la sala donde estaba, nos abrazamos llorando, nuestra madre se había ido. Llame a mi hermano, le dije que madre había fallecido y rompí en lágrimas.
Después no recuerdo cómo fue que sucedieron exactamente las cosas, solo sé que llame a mi amiga y lloré por teléfono, ella llegó esa misma noche para estar con nosotras.
Mi hermana salió poco después de que el doctor y mi tío que preparo todo para el velorio, a avisar a mi padre y demás familiares.
Cuando mi padre llegó mi madre yacía en un féretro de madera y rompió en llanto.
Sentí tristeza, mis padres estaban separados pero pude ver aún afectó en los ojos de mi padre y el dolor en sus lágrimas.
Esa noche no quería dormir, pero el cansancio fue más fuerte. No sé exactamente cuántas personas me dijeron palabras de consuelo, ni cuántas me abrazaron, no recuerdo ni siquiera cuántas veces pedí que fuera un sueño, ni cuántas mire el ataúd en el que descansaba mi madre esperando que se levantará como sucedió con Lázaro y Jesús. Solo recuerdo como un sacerdote daba misa y como los hombres bajaban un féretro, como lanzaban tierra con las palas y como enterraban lo que más amaba.
Al día siguiente mi madre ya no estaba.
No recuerdo muchas cosas, solo recuerdo el dolor que sentí, la punzada en mi pecho y el ardor en mis ojos. Aún vivo con ello, aún siento tristeza y dolor. Aún pido que sea un sueño, pero cada que me despierto hay una habitación vacía, una cama desierta, un comedor solitario, una familia de dos y un dolor en el corazón.
Nunca me imaginé en esta situación, no a esta edad. No cuando tenía muchas que vivir con ella, no cuando aún no me graduaba, cuando aún no me casaba, cuando aún no tenía hijos. No cuando aún me faltaba llevarla de viaje por el mundo y comprarle una casa en un lugar caluroso aunque yo odiase el calor. Y ahora solo me siento sola.
La quiero de vuelta, pero sé que es imposible.
La extraño y mucho. La añoro y sufro. Lamento muchas cosas y pido al cielo perdón por todos mis fallos como hija, por haberle causado dolor, angustias y tristezas. Por no haberle dicho a diario cuanto la amaba.
Es cierto lo que dicen, de expresar lo que sientes a diario, de decirle a quienes amas cuánto los quieres porque no sabes que te depara el mañana.

De Persecuciones y besos robados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora