El incidente del dragón

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Los TIMOs habían terminado hacía unos poco días, ya veía cada vez más cerca el fin de mi cursado, Rakepick aún no nos había citado para tratar el asunto de la bóveda maldita y en estos momentos las clases solo se enfocaban en aquellos a los que les había ido mal en estos exámenes. Por lo que había dedicado ese tiempo extra a mi búsqueda de aquella criatura dueña del nido sumergido en el bosque, mantenía la esperanza de que en verdad le perteneciera a un dragón y no a una quimera. Lo que menos deseaba era volver a hacerle frente a esa criatura, apenas había sobrevivido las veces anteriores y fue porque los refuerzos llegaron en el momento justo.

André me había confeccionado un atuendo específico para cuando quisiera ir de visita a la reserva de criaturas mágicas y dejara de llegar a clases con el uniforme oliendo a cuantos aromas pudieran existir, cada uno más extraño y apestoso que el anterior. No era el más bonito, ni con las mejores telas, es más lo había confeccionado con cosas que le había sobrado de un experimento raro y como cada día se volvía más complicado explicar cómo lograba hacer que mi camisa terminara con las mangas rasgadas preferí aceptar la prenda y agradecerle el gesto. Y justo en ese momento lo estaba usando para entretener a los bowtruckles y evitar que lo que fuera que anidara allí me descubriera, había pasado la noche entera en el lugar vigilando el mismo punto exacto sin haber obtenido nada.

Fue la noche del segundo día de vigilancia cuando mi deseo se cumplió, un tenue rugido casi melódico se escuchó desde el final del bosque. El haber pasado tanto tiempo con Charlie no había sido en vano, conocía casi tanto sobre dragones como él, y podría jurar que ese rígido pertenecía a un Galés Verde y sería afortunado de que así fuera, es una de las razas menos peligrosas de dragones.

Me escabullí por entre la maleza con la mayor sutileza que pude, allí estaba. Una criatura hermosa, poderosa y peligrosa, no cabía duda del por qué Charlie se había enamorado perdidamente de ellas. Las escamas verdes brillaban allí donde les daba el sol, la había nombrado sin siquiera saber si podría acercarme por lo menos, sin siquiera saber si era hembra o macho. Pero en mi mente amaba el saber que llevaría el nombre de Libya, un hermoso nombre para una hermosa criatura.

"Poco a poco" me repetí a mi mismo.

... 


Pues me había mentido a mi mismo. Pasé noches sin dormir por vigilar y tratar de conseguir una buena relación con el dragón, había sido muy difícil al principio y agradecía que la señora Pomfrey me hubiera enseñado algún que otro hechizo sanador, porque vaya que era agresiva aún siendo tan joven. Las noches las ocupaba para ir de cacería de pequeños mamíferos como ratones grandes o hurones, éstos últimos resultaron ser sus favoritos, y de día procuraba quedarme cerca y alimentarla a la distancia primero, hacer que se acostumbrara a que la llamara Liba y aprovechar a acercarme un poco más cada día. Fue casi una semana en que mi tiempo consistió solamente en estar al lado de aquella criatura y había valido cada hora sin dormir, claro que toda buena amistad tiene sus días malos, pero había logrado mi cometido. Ahora que Libya reaccionaba a su nombre y hasta dejaba que le acariciara el hocico, era hora de regresar al colegio de forma definitiva.

Las pocas veces que había asistido a las clases, Charlie se mostraba cada vez más preocupado y tenía algo de razón para estarlo, no nos habíamos vuelto a ver desde lo del lago negro. Aunque debía admitir que todavía sentía vergüenza y ni hablar de tener que mirarle a la cara, por Merlín cada vez que veía cómo se acercaba para querer interrogarme sentía como mi rostro se encendía y solo podía avanzar rápido hacia otra dirección.

Tenía que dejar de hacer las cosas incómodas entre nosotros y para eso era que me había esforzado el doble en esta misión, era mi forma de expresarle a Charlie el aprecio que le tenía. Salí del bosque y me dirigí directamente hacia el terreno donde se daban las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas y si algo sabía al cien por cien, era que Charlie pasaba la mayor parte del día en ese lugar y si no era así entonces por lo menos contaría con el apoyo del profesor Kettleburn para llevarme a la enfermería si caía dormido allí mismo. Con cada paso que daba me sentía cada vez más agotado y mis párpados pensaban como dos sacos de alimento para un Hipogrifo.

Pensando en su Constelación (~Charlie Weasley~)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora