Tiempo al tiempo

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Muchas cosas habían pasado a lo largo de los últimos tres años. Quinto parecía tan lejano ahora mismo mientras esperaba a que el tren llegara para ir a casa.
Sexto fue un sufrir de altibajos por culpa de mi hermano y las múltiples amenazas por parte de asesinos y magos tenebrosos. Me senté sobre mi maleta y medité sobre los acontecimientos que había marcado mi adolescencia en Hogwarts, muchas veces había pensado en abandonar mis estudios, en abandonar todo y empezar de cero. Pero aquello solo habría hecho que perdiera lo más importa que había conseguido, mis amigos, ellos valían todo aquél sufrimiento sin importar el qué.
Miré más allá de las vías y recordé mis últimos meses de quinto, el remolino de emociones que había sentido no podía explicarse. Miedo, emoción, amor, odio. Tantas cosas habían pasado en un solo momento que me preguntaba cómo había sobrevivido a eso, amé la expresión de felicidad de Charlie al haber visto por primera vez a un Colacuerno Húngaro en carne y hueso, odié el momento en que Rakepick lanzó el primer hechizo contra nosotros y sentí vergüenza al gritar preocupado únicamente el nombre Charlie. Ese día la traición de Rakepick había afectado enormemente a todos los que estuvieron allí presentes, ni Ben, ni Mérula, ni siquiera los dos hermanos Weasley volvieron a ser iguales y esa chispa de confianza absoluta hacia cualquiera había desaparecido. Todos nuestros corazones habían sido rotos y ni siquiera la fiesta de despedida para Bill había logrado aminorar el daño, pero de algo estábamos seguros y era que Charlie y yo no sabíamos organizar fiestas -no tan- sorpresas.

Sonreí para mi mismo recordando aquello, el pitido del tren me avisó que llegaría pronto. Voltee a ver la entrada a la villa de Hogsmade, estaba esperando a alguien que había pedido verme antes de irme a casa y ya se le estaba haciendo tarde. Éste era mi último día, ésta era la ultima vez que pisaría el terreno de Hogwarts por largo tiempo, ésta había sido la ultima oportunidad que tuve. Pronto llegaría, a quien esperaba y el tren.
S

eguí recordando los acontecimientos poco a poco, Ojoloco secuestrándome y haciendo que prometiera no decir nada de lo que hablamos, la maldición de las estatuas, las amenazas de asesinato, el pánico de mis amigos, mi hermano alejándose cada vez más de mi. Lo habíamos rescatado del retrato en la bóveda y aún así me había abandonado para ir detrás de Rakepick, me pasé la mayor parte de sexto siguiéndole el rastro solo para que el se volviera a ir. Nunca fue a casa, mamá terminó cegandose con la tristeza y yo solo tuve una opción. Aún recuerdo ese día. Estaba pasando las últimas semanas del verano junto a los Weasley para luego ir todos a la estación de trenes y directo al último año para Charlie y para mi, la noche anterior estábamos hablando sobre a lo que nos dedicaríamos en el futuro según en lo que nos especificamos en los exámenes TIMOs en quinto.
-Charlie seguramente va a ir a estudiar los dragones, es su destino y pasión.-recuerdo haber dicho a su madre, quien me sonrió con cariño.
-Y tu vendrás conmigo, tu serás el cerebro y yo los músculos-Charlie había ganado masa muscular al jugar Quidditch y alardeaba de ello.
-Yo creo que él será la altura que no tienes.
-Puede alcanzar lugares a los que no llegas hermano.-las risas de todos no se hicieron esperar, el pobre Charlie había heredado la altura de su madre.
-Ustedes dos, no sean crueles.-Molly alternaba tareas entre cocinar y prestarnos atención.-Algún día podría no llegarles el estirón y allí todos nos reiremos.
La cena fue todo risas, me sentía como en casa. Una casa llena de felicidad y amor que durante una década no había podido tener, todos tenían sus choques pero eso no hacia que se amaran menos.
Durante esas semanas yo me había quedado en la antigua habitación de Bill, a veces Charlie solía ayudarme a escapar por las noches y salíamos a dar paseos por los alrededores o solamente nos quedábamos afuera mirando las estrellas. La astronomía y astrología se habían vuelto uno de mis placeres ocultos junto con la pintura, y solo él sabía de esto. Pero había algunas cosas que también le había escondido, entre ellas el hecho de que era animago, el mal estado en que se encontraba mi madre y lo peor de todo aquello era que aún no le había dicho lo que sentía por él. Había tenido oportunidades y muchas para ser exacto, como aquella noche por ejemplo.
Habíamos salido de la casa a escondidas y caminamos lejos del lugar, elejimos una colina alejada y nos recostamos en los pastizales para ver una lluvia de estrellas. Lo había leído en un libro, calculé el día exacto en el que ocurriría e invité a Charlie a salir. Los dos estábamos lado a lado, con nuestras manos y hombros rozándose, con la vista fija en el cielo esperando a que la primera de las estrellas cayera. El momento era el adecuado, pero el instante en que la lluvia de estrellas comenzó solo había ojos para ellas. Le gustaba, o por lo menos eso esperaba, porque una cercanía solo amistosa así haría que mi corazón enfermara y ya habían habido casos de muerte por corazones rotos.
Cuando volvimos a la casa ambos compartimos una sola cama ya que estábamos lo suficientemente cansados como para dar otro paso, y fue entonces cuando ocurrió. Una lechuza golpeó la ventana de la habitación, la reconocería fuera la hora que fuera, era la lechuza que mi madre rara vez usaba para darme aviso de algo y mamá ahora estaba acompañada por mi madrina por lo que me levanté lo más despacio y rápido que pude, algo había pasado. Y sí que pasó algo, recuerdo la letra redondeada y escrita de forma dispareja por mi madrina:

Pensando en su Constelación (~Charlie Weasley~)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora