Cerré mi casillero con llave, acomodé mi casaca y sacudí la falda verde que traía puesta. Me dirigí al baño y peiné mis cabellos. Miré la raíz y supe que necesitaba otra retocada, mi color natural estaba apareciendo. Me lavé las manos y sostuve mi cartera para poder retirarme. Ese día era viernes, y como siempre, guardaba un poco de golosinas para entregárselas a los niños que deambulaban cerca a un callejón de B, que quedaba cerca de la estación del metro.
Siempre he tenido un poco de miedo, digamos que me había vuelto un poco paranoica cuando dejé el campo y pasé a vivir a la ciudad. Siempre miraba disimuladamente a mis alrededores, temiendo ser víctima de un robo o violación. Pero nunca había sentido esa sensación de ser seguida, nunca hasta ese viernes.
Giré y entre toda la multitud no había alguien que clavara sus ojos en mí. Vi los autos pasar, a los comerciantes ofrecer sus productos, a los hombres y mujeres caminar, pero no vi a nadie que se fijara en mí, y calmándome seguí caminando. A pesar que traía tacones negros, podía correr si es que un ladrón se aparecía. En lugar de los tacones, hubiera usado los zapatos de cuero negros con correa, eran más cómodos, pero tuve que salir rápido en busca de Arthur en el metro, y ahora que lo menciono, la culpa seguía en mí y pensaba que, me hubiera gustado al menos disculparme y despedirme. Aunque no despedirme del todo, pues el hombre me había considerado su amiga, supongo que tenía que volver a verlo, o no sé qué es lo que él hubiera querido. No lo sé, no sé cómo es su personalidad en realidad, yo solo cuento lo que sucedió y lo que me interesó de él.
Llegué al callejón, uno no tan angosto, pues la luz del sol seguía alumbrando (bueno, escasas luces porque el clima seguía mostrando al cielo color gris). Las ropas colgadas tras mi cabeza, las escaleras de incendios, cajas, muebles rotos y macetas con flores apenas vivas, se encontraban en ese pasadizo. Ahí se hallaba Danny junto a Linda y Liam, de diez, ocho y nueve años respectivamente, pero faltaba la pequeña Selina, ¿dónde habrá estado la traviesa? En fin, me acerqué a Danny y él sonriente recibió la bolsa de caramelos, galletas y bebidas con los brazos abiertos. Vi como los tres metían su mano en la bolsa de papel que llevé en mi cartera y me alegré de que al menos esos tres huérfanos, que deambulaban en las calles, podían sonreír una vez a la semana, gracias a mí. Hoy tocó caramelos, la próxima semana tocaba llevarles ropa.
—¿Caroline? —preguntó Danny en voz baja, mientras los demás guardaban los caramelos.
—¿Sí Danny? —me agaché al ver que movía su mano hacia su dirección.
—Creo que hay alguien atrás tuyo —me dijo al oído.
Entonces mis sensaciones no eran erróneas.
—Bien —susurré—. Chicos, será mejor que vayan a la avenida, por allá —dije calmada y señalé sobre sus hombros. Tenían que ir por el camino opuesto al que yo había tomado—. Vayan, vayan.
Vi como los tres corrieron mientras masticaban sus golosinas y me quedé en el medio del callejón, como si fuera un objeto más, acompañada de las mismas ropas colgando en tendederos, las mismas flores apenas vivas y los mismos muebles rotos. Sostuve mi cartera y empecé a caminar hacia la misma dirección que Danny, Linda y Liam tomaron. Prefería que me robaran a terminar siendo violada, o asesinada, pero en Gótica, nunca se sabía. Los sonidos de cajas cayendo me detuvieron e hizo que mi corazón latiera más rápido. Oh Dios, puedo jurarles que tenía mucho miedo. Iba a correr, y antes de hacerlo giré y ahí quedé. No corrí y no dejé de ver lo que había pasado, porque ahí se encontraba el payasito al que había querido ayudar. Estaba en el suelo, con dos cajas aparentemente vacías, encima.
ESTÁS LEYENDO
Arthur «Arthur Fleck»
Fanfiction«Creo que decir que sentí pena, es mejor a decir que sentí cosas más afectuosas. Pero, después de lo contado, ya todos ustedes tendrán una idea sobre lo que he sentido.» Una enfermera, perteneciente al hospital de niños de Gótica, presencia el accid...