Capítulo VI

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Ese jueves no me levanté por el silbido de los pájaros (aunque me hubiera gustado escribir eso), más bien, fue el ruido de los autos y sus terribles bocinas los que me levantaron, más mi despertador

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Ese jueves no me levanté por el silbido de los pájaros (aunque me hubiera gustado escribir eso), más bien, fue el ruido de los autos y sus terribles bocinas los que me levantaron, más mi despertador. Estiré mi mano e hice "click" en el botón de color plateado que mi pequeño reloj en forma circular tenía y estiré mis brazos.

—Lamento lo del despertador —dije mientras tenía los ojos cerrados—. Hoy es jueves y tengo clases en dos horas —estiré mis piernas—, pero podemos tomar desayuno, ¿está bien? —giré mi cuerpo, ya que le estaba dando la espalda— ¿Arthur?

Estaba hablando sola. Arthur no estaba.

Me senté de inmediato y aparté los cabellos de mi rostro. Pero me asusté, ya que la noche anterior traía mi cabello atado y no suelto. Vi mis piernas y estas estaban cubiertas con una frazada que había guardado en mi ropero. Definitivamente él la había colocado ahí. Me separé de mi cama y la destendí, busqué mi sujetador pero no había señal de este.

—Pero ¿qué? —susurré.

Me dirigí hacia mi baño y arreglé mis cabellos, pasé el peine y observé mi ropa. Había olvidado colocarme el pijama. Salí y vi la toalla sucia, con la que le había limpiado la cara, en el suelo. La recogí y al retirarme de mi habitación, pensando en que él iba a seguir ahí, lo llamé.

—¿Arthur? —pregunté al dirigirme hacia la sala— ¿Arthur?

No había nadie en el baño de visitas, ni en la sala, ni cocina ni lavandería. Su ropa colgada en el tendedero había desaparecido. No había señal de él. Consideré en llamarlo, pero ¿para qué? Si nunca contestaba. Parecía que había comprado su teléfono por las puras.

Fui a la cocina y preparé mi desayuno, encendí la radio y no deseé escuchar nada relacionado a la política. Quería darme un respiro. Al dejar el vaso de jugo de naranja sobre la mesa, para untar la mermelada de fresa sobre la tostada, el teléfono sonó. "Puede ser él". Pensé. Le di un mordisco a la tostada y fui directo hacia mi habitación.

—¿Aló? —contesté.

—Hola Caroline, te habla Betty, de la facultad.

—Oh —dije sin ganas, era una compañera de clase—. ¿Sucedió algo?

—No sé si llegaste a escuchar la radio, pero como soy delegada del aula, la profesora me llamó antes de las seis y me encargó en comunicarles a todos los del aula, que hoy no habrá clases en toda la universidad.

—¿Qué? ¿Qué sucedió? —me preocupé.

—Hoy habrá una manifestación, se centrará en A. La mayoría de la ciudad va a ir, y aparentemente las cosas no están mejorando. Lo dijeron en la radio, aparentemente hace un momento.

—¿Sabes cuándo se va a reanudar?

—No lo sé, las cosas están peores y sabiendo que el gran porcentaje son estudiantes, no sabría decirte. Más del sesenta por ciento falta para ir a las protestas, eso está preocupando en la universidad.

Arthur «Arthur Fleck»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora