Capítulo 8

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-Me comunico contigo después, ¿de acuerdo?- la viejita me sonríe.

-Se lo agradecería mucho- le saludo con un asentimiento de cabeza.

La viejita cierra la puerta de su casa y yo me voy de ahí. Resoplo. Por fin he terminado de buscar trabajo, ahora falta que me llamen. Aunque creo que el señor de la librería no me llamará, ya que lo que se supone que debo hacer ahí es limpiar todo el polvo de los libros y estantes y... Bueno, no dejé de estornudar.
También creo que el señor del pequeño café no me llamará. Ya que mientras el hablaba yo no dejaba de hacer caras. No es culpa mía, su saliva salía volando de su horrible boca.
Y bueno, sólo me queda la esperanza de que la simpática viejita me llame para pasear a sus bebés. Que son perros. Todos blancos. Peludos. Y son cinco.

No me simpatiza mucho eso, pero sólo es dos veces a la semana. Y dinero, es dinero.

Me siento en una pequeña banca que está en el parque. Este día está muy tranquilo y soleado. No hace tanto calor, no hay demasiado niños gritando por todos lados y... Ahhhh.
Es un domingo genial.

¡LUNES!

-Todo yo, siempre yo. No sabes otra cosa, ¿verdad?

Abro mi ojo al escuchar algo. ¿Quien demonios esta hablando y no me deja dormir?
Me quedo con la oreja parada para escuchar de nuevo la voz y nada. Me vuelvo a acurrucar en mi cama y justo cuando el sueño se vuelve a apoderar de mi...

¡PI. PI. PI. PI. PI.!

Gruño de frustración. El maldito despertador. Me siento en la cama y me tallo los ojos. Odio los lunes.

Me bajo de la cama y el frío de la habitación me golpea en los pies y se cuela por mi pijama. Camino al baño y rápido abro el agua caliente. Me desnudo aún con los ojos cerrados y me meto bajo el chorro del agua. Caliente.
Hay personas que dicen que con el agua fría, despierta uno. Bueno, yo soy todo lo contrario. El agua caliente, casi hirviendo, me despierta al 100%.
Me comienzo a bañar para poder irme pronto a la escuela. Mis padres están volviendo a discutir y no quiero ponerme de mal humor.

Una vez que estoy vestida con mis aburridos jeans azul claro con la rodilla izquierda a punto de romperse, mi sencilla playera gris, que antes fue negra, con un pequeño bolsillo cerca de mi hombro izquierdo y mis aburridos Converse color vino que antes eran rojos pero el tiempo pasa y a mi me da flojera lavarlos, voy a la ventana y la veo empañada por el frío. Camino a mi armario y sacó una sudadera gris gruesa que tiene gorro incluido, especial y perfecta para días fríos como este.

Tomó mi mochila y la ordeno. Salgo de mi cuarto, bajo las escaleras y entro en la cocina.

Veo a mi padre en la mesa de la cocina, desayunado cereal. Su cara tiene un enorme ceño. No lo saludo. ¿Qué caso tiene? De todos modos no me nota.

Tomo una barra de la alacena, una botella de agua y salgo, pero esta vez de mi casa. Rumbo a la parada del camión.

Hace frío y el maldito camión no pasa.

-Joder...

Los dientes me castañean del frío. Me froto las manos y doblo las piernas para que no se me entuman.

Un coche plateado se aparca frente a mi. Las ruedas lanzan algo de nieve a mis tenis.

-¡Oye!

La ventana del copiloto se baja y la cara de Bill aparece. Me sonríe.

-Hace mucho frío, ¿quieres que te llevemos?- la cara de Tom se asoma igual.

Asiento.

Abro la puerta de atrás y me meto. El auto esta calientito que me lanza un escalofrío por todo mi cuerpo. Le sonrío a los gemelos por su amable gesto.

Waiting for a girl like you |Georg Listing|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora