Hace muchos años, en las profundidades del mar vivía una sirena. Ella muy curiosa respecto a lo que le rodeaba, y aun cuando todos le indicaban como debían hacerse las cosas, ella siempre buscaba el modo de curiosear más allá de lo permitido. Le llamaba la atención aquello que estaba “más allá de la orilla”, el mundo exterior.
Repetidas veces sus allegados le advirtieron que aquel mundo era peligroso, y por un tiempo, las advertencias la mantuvieron lejos.
Llegó sin embargo una tormentosa noche, y en la que ella vio una curiosa sombra flotando a la deriva. Su curiosidad de inmediato se activó, por lo que ignorando las voces de los demás, comenzó a nadar hacia aquello, que resultó ser un moribundo pescador que había caído de su barco por la fuerza del viento.Agradecido por ser salvado, el pescador le habló de muchas cosas que la joven sirena no conocía. Le habló sobre los árboles, le habló de los perros, y por supuesto, le habló de los hombres y sus cuentos.
Fue durante esa parte de la charla que la joven escuchó algo que le llamó la atención. Lágrimas, un completo misterio para la sirena quien, habiendo vivido toda su vida bajo el agua, nunca había llorado.
Interesada como estaba, la sirena le pidió al pescador la hiciera llorar. Él hizo cuanto vino a su mente, le cantó sonatas tristes, le contó tragedias, inclusive le generó un pequeño corte, pero ella siempre respondía como su gente los hacía, cantando.
Las sirenas cantaban, ya fuera la causa una alegría, una pena o incluso si era por miedo, toda emoción que tuvieran la expresaban a través de sus cantos.
Siguieron intentando día tras día el intentar que la joven llorase, pero era siempre en vano, pues por mucho que ella sintiera, las lágrimas simplemente no brotaban.
Transcurrieron así muchos meses en los cuales el pescador empezó a incursionar en un nuevo ámbito, el amor. Creyó que contándole historias de amor, la joven encontraría sus lágrimas. Pero aunque nuevamente fue en vano, la joven aprendió acerca de esta emoción, pero al igual que con las lágrimas, no lo comprendía.
Fue entonces cuando el reino del pescador entró a una cruenta guerra con el reino vecino, no tardando en llegar los reclutadores buscando carne de cañón, y reclutando al joven pescador.
Muchas semanas pasó la sirena esperando sentada en la roca que solían usar los amigos para verse, pero recién a los meses, volvió el joven. Ahora su cuerpo había cambiado, y portaba una infinidad de armas que la inocente sirena no entendía.
La guerra estaba ya en su máximo apogeo, y era tiempo de librar las batallas en el mar. Nada más saber esto, y temiendo que su amigo fuera herido, la sirena asistió a cada combate que tuvo el pescador ahora soldado, y él, en cada uno de estos, le prometió volver jurándole “su amor”, pero ella que no entendía de guerra, ni de lágrimas, ni de amor, no podía más que preocuparse.
Fue en el último combate, aquel con el que se decidiría el destino de ambos reinos, en donde el joven recibió una herida mortal en el pecho, y ante los aterrados ojos de su amiga, cayó al mar.
Como pudo, la sirena esquivó las flechas, espadas y cuantos hombres había en su camino hasta ir a dar donde su amigo y una vez que logró tenerlo en sus brazos, lo llevó herido hasta la costa. Ahí, por todos los medios trató de sanarlo mientras un profundo dolor se instalaba en su pecho, paralelo a las trémulas palabras de su amigo.
Presionó la herida como los humanos, trató de detener el sangrado con algas curativas, probó incluso cantándole todas las canciones que en su pueblo solían decir que curaban, pero fue en vano. Finalmente, los ojos del joven cayeron con su último suspiro, y la sirena comprendió que su amigo ya nunca volvería. Por primera vez en su vida, sus ojos se llenaron de aquella misteriosa agua que le brotaba del corazón, y acompañando su canto, lloró.
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Mis cortos
Short StoryUna lista de cortos que vienen a mi mente. Algunos de inspiración ajena, otros propia.