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EN EL CÁLIDO CORAZÓN DE ABBY no se imaginaba que, desde su reciente separación con Luke, volviese a sentir tan pronto la emoción y la ilusión de ver a alguien y pasar tiempo con ella. Se podía decir que sus sentimientos eran confusos, pues se encontraba en el punto de estar intentando sacar a uno de su corazón mientras otro intentaba entrar por el lugar más recóndito y escondido de su ser. 

Ella no era de esa especie de chicas que buscaban consuelo en otros hombres para olvidar a un amor o por simple venganza, de hecho, no pensaba que fuese correcto dañar a otra persona con el fin de sentirse bien con ella misma. No obstante, todo esto era nuevo para ella, y se sentía como si estuviese estrenando un calzado que apretaba y marcaba sus pies. No podía cambiar de pensamiento sin que alguno de los dos chicos que ahora tiraban de un extremo opuesto de su corazón apareciese. 

Y se frustraba con tan solo imaginarlo, pues jamás pensó que pasaría por un momento así.

A duras penas, el deseo de ambos de volver a encontrarse no fue concedido, básicamente porque Abby estaba cubierta de trabajo y Bill también. Aun así, eso no impedía que ambos dedicasen un momento de su día en pensar en el otro y mandar algún mensaje para alegrarse el día. Hablar por teléfono era lo que los había salvado a los dos, básicamente por las pocas probabilidades de volver a verse en persona antes de su cita en la feria. 

Si el día tenía 24 horas, ellos ocupaban la mayoría de tiempo y solamente tenían 5 para dormir. Los asesinatos y las peleas en Derry incrementaron un buen tanto por ciento, lo que obligaba a Abby a hacer más guardias posibles y que el hospital se convirtiese en su segunda casa. 

Por otra parte de la ciudad, Bill no había parado de dar escarmientos por el pueblo día tras día, pasando seis días y sintiendo la desesperación de querer ver a Abby, aunque fuese por la rendija de la puerta sin importar que se viese como un acosador en ese momento.

El sentimiento era recíproco, pero lejos de toda la fantasía de que había nacido un nuevo vínculo entre los dos, venían las partes oscuras, las sombras, lo que cada uno ocultaba. 

Bill tenía un temor, y era dañar a la chica como todos sus seres queridos solían salir cuando se arrimaban a él. Y no hablaba de que tuviese enemigos que pudieran dañarla, sino que él mismo se lo causara y ese daño fuese irreparable. La forma de vida de Bill no era la que ella se imaginaba, cubierto de rabia y un don que nadie vería normal, pero que al mismo momento, todos consideraban como un acto heroico. Incluso Abby lo pensaba. 

Lejos de su razonamiento de doctora y su trato con el paciente, admiraba a aquella persona que se dedicaba a repartir lo justo y necesario para que la injusticia no gobernara en Derry. 

¿Si tenía miedo? Sí. Porque había visto a hombres desfigurados, personas con graves golpes y al borde de la muerte. Estaba claro que quien se estuviese encargando de tomarse la justicia por su mano, era muy poderoso y no se iba por las ramas. El escarmiento era quizá peor que la muerte.

La noche de sábado llegó y la emoción de la gente de Derry se podía oler en las calles. 

Algodón de azúcar, música de titiriteros y un montón de atracciones para que el pueblo de Derry olvidase tanto leyendas como al asesino. Aquel día al atardecer, Abby abrió su armario enrollada en una toalla después de un relajante baño y pensó por décima vez qué ponerse. Quería impresionar a Bill, pero tenía en cuenta de que iría a la feria y no se iba a poner ningún vestido de boutique de Nueva York.

Optó por unos pantalones pitillo, una camiseta básica de tirantes acompañada por una chupa de cuero negra y unas converse blancas. Dejó su pelo un poco húmedo bajar por su espalda y echó de su perfume al aire antes de escuchar el timbre y sentir su corazón saltar de alegría.

𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐄𝐑- bill skarsgårdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora