DREIZEHN

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No había ni llegado a alguna de las habitaciones cuando Emilio lo había aprisionado contra una de las paredes de la casa, besándolo como tanto había deseado desde que el ruloso posó sus manos en su delgado cuerpo.

Joaquín paso sus brazos por la nuca del mayor, atrayéndolo más así, profundizando su beso, sintiendo que no podía obtener suficiente de sus labios, de sus manos, de la ardiente dureza que se frotaba contra su entrepierna, sabía que, si Emilio seguía no podria contenerse, y realmente quería durar un poco más.

- ¿Alguna vez has hecho esto, bonito? – ronroneó contra sus labios, sin separarse mucho de él, claro que no dudó en aprovechar el descanso para colar sus grandes y fuertes manos por debajo de su camisa.

- N-no.- jadeó desesperado, sintiendo el gélido tacto contra su ardiente piel, ¿Cómo Emilio podía estar tan helado y ser tan caliente?

- ¿Quieres hacerlo? – volvió a ronronear con esa endemoniada voz ronca que estaba moviéndole los sesos a Joaco. Sintió como los labios del mayor vagaban por su mejilla, como su aliento de menta chocaba con su suave piel de porcelana, haciendo que Joaquín luchara por respirar, sintiendo que si hablaba el aire se le iría junto a la cordura. - Contesta. - demandó con autoridad, mordiendo la mandíbula del menor.

- S-Si, n-no, n-no s-se, joder, Emilio. - empezó a murmurar indeciso, terminando su murmuro con un largo gemido pronunciando el nombre de su amante.

- Creo que tengo una idea, de lo que quieres. - gruñó separándose del menor, lo tomó de las caderas y lo cargó, haciendo que las piernas del más bajo se ensancharan en sus caderas.

Al llegar a la habitación, Emilio le lanzo con rudeza hacia la cama, él solo atinó a cerrar los ojos asustado por la brusquedad, claro que las intenciones de reclamarle desaparecieron cuando abrió los ojos y frente a él estaba el cuerpo de dios griego que Emilio poseía, claro que no por completo, el de rizos aún mantenía su pantalón, desabrochado, pero lo mantenía.

- ¿E-Emi? – preguntó tímidamente, pasando saliva mientras lo inspeccionaba, sintiendo que sus ojos no obtenían suficiente de aquella deliciosa imagen.

- Te ves tan hermoso así, sonrojado, con ojos de cachorro, indefenso y completamente a mi merced, tan puro e inocente. - le escuchó decir en el tono más lascivo que nunca en su vida había escuchado, haciendo que un escalofrió le recorriera el cuerpo. - Abre tus piernas, Joaquín. - le ordenó, y sin decir palabra, Joaquín obedeció. En ese instante Emilio le podria pedir que le ayudara en un asesinato y lo conseguiría, el menor estaba muy embelesado con él.

- ¿Qué...? ¡Ah! – soltó un gemido al sentir como la virilidad del ruloso se frotaba con la suya.

- ¿Lo sientes, Joaquín? ¿Sientes lo duro que me pones? ¿Lo mucho que quiero destrozar tu pequeño y delicado cuerpo? – las preguntas seguían, y seguían, haciendo que el miembro del adolescente se endureciera aún más, si es que era posible.

Joaquín juraba que Emilio tenía una estúpida sonrisa en la cara, no tenía que abrir los ojos para saberlo, tampoco para saber que los músculos que este tenía no eran artificiales, ya que la dureza de estos bajo su tacto le estaba incitando a cosas indecorosas.

- Emilio. - jadeó, aferrándose con más fuerza a su antebrazo, sintiendo como en cualquier momento se correría. - Emilio, por favor...

- ¿Qué quieres, bonito? Dímelo. - demandó sin dejar de mover sus caderas sobre las del contrario.

- Hazme sentir bien. - logró decir, pasando sus manos hacia la ancha y fuerte espalda del mayor, clavando sus uñas en ella.

- Pensé que no sabías lo que querías, mi puro ángel. - soltó una pequeña risa. Tomando a Joaquín de las caderas le dio vuelta, estampando la cara de este contra la almohada, y hábilmente bajando los pantalones de su pequeño amante,

Lentamente Joaquín abrió sus ojos, sintiendo la vista empañada de lágrimas de placer, Emilio a penas lo estaba tocando y ya se sentía en el Cloud 9.

- Mira como estas. - escuchó el ronroneo del ruloso en su oreja. - te quiero devorar, Joaquín. - dijo, pasando sus manos toscas por las caderas del contrario, restregando su dureza contra el aun cubierto trasero de Joaco.

- E-Emilio, por favor, follame. - sollozó rogándole al mayor, viéndolo sobre su hombro, con la cara hecha un desastre, igual que su mente.

Emilio sonrió de lado y en ese momento supo que esa noche conocería las estrellas.

BiBiBi •Emiliaco•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora