Retos, retos, desafìos y ejercicios para que ustedes como escritores se conozcan, ejerciten, inspiren, desahoguen y diviertan.
También para solo lectores, que mejor comienzo es hacerlo jugando e internarlo.
Anímense a participar al menos cada cie...
–Pase por aquí, joven –la bruja lo recibió en la sucia cabaña. Rodeada de viejos árboles secos, con agujeros simulando expresiones humanas aterradoras–. Me costó unas gotas de sangre de enano más, pero conseguí sus deseos.
El joven, de mirada azulada y clara, atractivo, con el rostro amable y sonrisa, que en aquel momento es solo una sombra. Camina inseguro, a pesar de que no es la primera vez que pisa las polvosas tablas. Sus botas de cazador y el ropaje brillante, relucen entre el tenebroso ambiente, cubierto de telarañas. Buscaba con la mirada, siguiéndola vacilante, dirigiéndose a la puerta al final del pasillo, junto a las rotas escaleras.
Mucho había oído sobre aquella señora, tanto como para cederle el importante encargo. Un secreto a voces, el amor de su vida, ¡envenenada por una manzana! El rumor era que la madrastra, una hechicera y actual reina del pueblo, movida por la envidia a la joven belleza. Tras varios intentos de asesinato, fue por una sencilla manzana roja emponzoñada, que acabó con la chispa de la princesa. Y la alegría de sus días murió con ella, podías comprobarlo en sus apagados ojos.
Todo el tiempo que tuvo que esperar, el príncipe lo pasó cavilando si hacía lo correcto en confiarse de las ásperas y artríticas manos de la bruja. De solo imaginar esos delgados y huesudos dedos toqueteando el cuerpo dormido, porque él estaba seguro... solo dormía; le provocaba escalofríos.
–"Labios rojos como la sangre" –repitió ella–, eso fue lo más complicado, la sangre de cinco enanos no fue suficiente –le miró por detrás de la horripilante nariz–. Con siete me ha bastado...
El futuro soberano entendió el mensaje.
–Si es por el pago, no habrá problemas, puedo costear tus ingredientes –recobró el porte–. Ahora, deja de divagar. No vine para escucharte hablar sobre tus métodos –tenía la espada de plata a un lado, sus amenazas no eran en vano.
–Por supuesto, Majestad –se burló haciendo una reverencia–. La encontrará justo donde la dejó.
Los pasos presurosos del príncipe, revelan la incertidumbre de permitirle el cadáver de su princesa una semana a los conjuros de la bruja. No sabía que esperar, pero sí lo que no quería encontrar.
Lo primero que notó fue el olor, aun sin abrir la puerta, el amargo tufo de carne en descomposición golpeó su nariz. Cuando se hizo paso, miró que el olor salía de detrás de su piel hinchada y de un vomitivo verde. Seguramente la dermis ya no era tersa, sino blanda y flácida.
El cabello negro, brillante; los ojos opacados por un velo gris en su iris. Traía la misma ropa con la que la vio la última vez, y una voz que solo había escuchado cantar.
–Mi príncipe –su aliento golpeándole en la cara, tan cerca.
Lo que realmente hizo que se decidiera a continuar junto a tal barbarie de la naturaleza, fueron los besos de esos labios fríos y rojos como la sangre, seca y coagulada.
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Palabras: 500
Ilustración asignada para este reto literario:
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