OCHO. SOLO ESTAS EN SHOCK

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Otro frasco de pastillas. Le puse un nombre a cada una, bautizadas en honor a cada puta que me amó, a cada puta que amé, a cada puta que me volvió loco, a cada puta que me tuvo a sus pies. Busco más cigarrillos. Enciendo uno y juego con el humo.
- ¿Quieres un trago? - pregunta Ana. La miro y niego con la cabeza. Ella continua bebiendo.
Tomo otra pastilla. Esta se llama Carolina. Miro a mi alrededor y mi mente se pierde en la inmensidad de la mierda que me rodea. El lugar da asco. Es un desorden total. Cuántas letras se habrán perdido entre esta inmundicia. Da igual. No creo volver a escribir. Al menos no en un largo tiempo. Me harte de eso. Así como del alcohol.
Ana se levanta y va hasta los bafles. Pone música y empieza a mover su cuerpo rítmicamente. La canción es "Down in México" de The Creators. Adoro verla bailar. Esta eufórica. Debe ser la cocaína. Miro por la ventana e intento despejar mis pensamientos. Es imposible. Solo pienso en besarla una vez más. Así como en sus bragas. Es una maldita bruja de mierda. Dijo que no habrá más nada entre nosotros, sin embargo esta bailando en ropa interior en mi maldita habitación. Me va a volver loco. Quizá aún más de lo que ya estoy.
- ¿Me das un cigarrillo? - pregunta tiernamente. Tiene esa manía de mirarme a los ojos cada vez que me pide algo. Sabe que nunca recibirá de mi una negativa.
Se lo doy. Enciendo el mechero y ella se inclina.
- ¿Que tanto miras? - dice riendo. Usa la ironía para burlarse.
- Tus tetas. - respondo riendo también.
Suelta una carcajada y sigue bailando. Tomo otra pastilla. Esta se llama Vanessa. Bebo un poco de agua. Ella sigue bebiendo de la botella de Jack Daniels. La canción termina. Ahora suena "Chick Habit" de April March. Ana se acerca y se sienta junto a mi. Miro el tatuaje en su tobillo. Un corazón seguido de tres estrellas. Un diseño simple que esconde algún sentido en especial para ella. Nunca me dijo nada sobre eso. Decía que no era de mi incumbencia. Es tal vez el efecto de las pastillas o no sé, pero me pierdo en su cuerpo admirándola y todo se detiene para mí. La observo y mi mente colapsa en un estruendo que grita un te amo ahogado entre mis labios y los suyos. El recuerdo de ese último beso. Adoro cada parte de su cuerpo. Es perfecta hasta en el más mínimo detalle. Sus pies, sus piernas, sus caderas, su cintura, sus manos, sus brazos, su cuello, su rostro, su cabello. Besaría infinitamente cada una de ellas. La miro aún con los ojos cerrados, dejo que su aroma y su recuerdo terminen por devorar cada resquicio de mi alma. El sabor de su sexo, el calor de sus labios. El tierno sonido de su voz llamándome imbécil.
- ¿Dirás algo o piensas quedarte toda la noche así? - pregunta mientras bebe lo último de la botella.
- Te amo. Eres una puta maldita, pero te amo. - escupo lo único que pasa por mi mente en ese instante.
- Lo nuestro no tiene futuro. No me amas, solo estás en shock.
- ¿Tú me amas?
- Creo que no.
Aplasta la colilla de su cigarrillo contra la pared y lo lanza al suelo. Se levanta y se desnuda. Va hacia la cama y se acuesta. Ahora más que nunca siento que la amo. Amar es una estupidez. El amor es estúpido. El sexo es real. Es lo único bueno del amor. Y aún mejor es el sexo sin amor. El amor sin sexo es una abominación. Todos intentando enamorarse para tener sexo. Voy por la inmensidad de la pasión y el deseo. Tomo otra pastilla. Ahora todas se llaman Ana. Ambos intentando tener sexo para enamorarnos.
Despierto al siguiente día. Ella ya no está en mi cama, ni en mi casa, quizá ya ni en mi vida.

 La coherencia de la estupidezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora