UNO. LA RESACA

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"Qué más se podía esperar de ti", dijo mientras tomaba sus maletas y se largaba para siempre de mi casa y de mi vida. Me quedé sentado observando la puerta por no menos de una hora, luego solo me levanté y fui hasta la nevera para sacar una cerveza, la bebí lentamente y pensaba en qué mierda iba a hacer mañana. Miré el reloj y eran aún las diez de la noche, el tiempo parecía transcurrir más lento, no habían pasado ni dos horas desde que Mary Elizabeth llegó furiosa y comenzó a insultarme mientras yo intentaba encender un cigarrillo. Al cabo de veinte minutos se tranquilizó un poco, y entonces solo se quejaba de la pésima vida que llevábamos juntos. Todo esto mientras empezaba a recoger sus cosas y meterlas en esas estúpidas y extrañas maletas negras. Llevaba ya cuatro meses sin trabajo y obviamente las cosas empezaron a faltar en casa, y claro ella no lo iba a soportar por mucho tiempo. Hace unas semanas me llegó un cheque del periódico "El Resplandor", me pagaban 50 dólares por una columna sobre poesía que escribí hace un mes para ellos, lastimosamente me gasté ese dinero en una botella de ron barato y un disco de blues que ofrecían a mitad de precio en una tienda del centro. Mary no lo tomó de buena forma, aunque al inicio prefirió no dirigirme la palabra por varios días, de hecho no la vi mucho esos días; pensé que iba a pasar. Hoy, cuando llegó, se veía muy diferente pero continuaba en su rostro esa expresión de orgullo que siempre la caracterizó, me insultó, me... Bueno el resto ya lo saben.
Ahora mismo no se que voy a hacer, todo parece tan confuso aunque quizá sea que sigo ebrio. Lo único que quisiera en este momento es escapar de todo, no tener ninguna preocupación o presión de nada o nadie, solo tener una semana para mí donde todo sea como yo quiera. ¿Acaso es mucho pedir?, es posible. Bueno mañana debo buscar trabajo o al menos una forma de conseguir un poco de dinero para comer algo. No se puede vivir de ron y cigarrillos, aunque sería genial claro. Haré unas llamadas y esperaré a que la suerte me sonría o al menos no me de la espalda del todo.

 La coherencia de la estupidezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora