SEIS. LA LOCURA NO ES EL PROBLEMA

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Tomé mi auto y conduje tranquilamente por la carretera este. Iba camino a Obren, una pequeña ciudad a 20 millas de Stonked. Fumaba un cigarrillo tras otro, había comprado con antelación varias cajetillas para ese viaje. En la radio sonaba una vieja canción de Robert Johnson, y yo tenía una resaca terrible. A cada kilómetro que pasaba me preguntaba cuantas probabilidades habrían de tener un accidente en ese instante. Por alguna razón la carretera estaba desierta. A veces pasaba un auto pero no ocurría con mucha frecuencia. La mayoría del tiempo eramos solo el auto, Robert Johnson y yo, de frente a un camino que parecía infinito. Eran las tres de la tarde pero el cielo estaba oscuro, se avecina una gran tormenta pensé, aunque nunca se sabe, el clima es como las mujeres, puedes intuir algo pero al final es lo que les de la gana, son impredecibles e imposibles de controlar. He oído de personas que aman las tormentas eléctricas, conducen un auto a toda marcha tras ellas en busca de los rayos perfectos, impresionantes pero letales; supongo que es lo mismo con ellas. Aparqué en una gasolinera que encontré en el camino y compré una cerveza. La bebí mientras miraba a mi alrededor, me pareció todo estúpido y triste. Volví al auto y seguí conduciendo, aún me faltaban 12 millas por recorrer. Mi vida era una mierda pero bueno creo que todos alguna vez sentimos eso, o al menos lo decimos. ¿Qué diablos sucede con las personas? ¿Porqué bebo tanto? ¿Donde estaba Ana? No lo sé, no sabía nada. Era tonto. Nos hacemos tantas preguntas pero nunca encontramos las respuestas suficientes para responderlas todas. La vida es un sin fin de tonterías. Quizá soy muy pesimista, una vez Sofía, una amiga que trabajaba de camarera en un bar, dijo: "Leí tus libros, pero nunca acabo de entenderlos, eres muy oscuro en tu expresión, es como si sintieras que la vida se ensañó contigo pero no es así, eres tú el culpable de todo lo malo que te pasa". Ese día fui a casa y leí mis libros. Fue muy extraño, conozco mis escritos porque yo los escribí pero es distinto cuando solo los lees, cuando los analizas como si fueran de cualquier otro bastardo. Llevaba ya dos años sin publicar nada, y lo que es peor llevaba dos años sin escribir nada. Por alguna razón dejé de hacerlo. Y no es que no quisiera, era simplemente que ya no podía. Me sentaba frente a mi escritorio, frente a un folio, tomaba un esfero y... Nada. A veces lograba escribir un par de párrafos pero inmediatamente me quedaba sin ideas, pronto mis ganas de hacerlo también se iban. Era preocupante. Escuché de un sujeto que pasó por esta situación, era músico, se llamaba Harry, decían que lograba escribir las mejores canciones, pero un día todo cambio, todo iba en declive, si escuchabas sus temas podías darte cuenta de su descenso, como en cada una iba haciéndose más y más mierda. No lo soportó por mucho, pasó tres años sin hacer nada, nadie sabía nada de él, luego un día, una sombría tarde de abril, se metió un tiro. Cuando lo supe solo pensé que ese pude haber sido yo. Bueno, me queda un año aún, solo es cuestión de tiempo.
Seguí conduciendo y empezaron a aparecer esos estúpidos árboles enormes a cada lado de la carretera. Eso significaba que estaba cerca, probablemente a un par de kilómetros de Obren. Los recuerdo de la primera vez que fui hasta allá, bueno esta era la segunda vez así que el recuerdo estaba fresco. No tenía planeado regresar pero es imposible saber lo que pasará en un futuro. Podría morir mañana o morir de leucemia a los 73 años, el tiempo es quien manda. Llegué a la ciudad y me estacioné frente a un parque, caminé lentamente hasta "Death", el bar donde había quedado en verme con Fernando. Miré mi reloj y faltaban 10 minutos para la hora pactada. Entré, fui hasta la barra, pedí un whisky seco y esperé.
Una suave tonada se escuchaba en el tocadiscos, era quizá funk, no lo sé con exactitud. En ese momento mi mente estaba dando vueltas y vueltas por la peste de mi alma. Era como una mosca acechando su bocadillo, mierda y basura; la definición perfecta. ¿Porqué siempre estaba deprimido? No lo entendía, por alguna razón siempre deseaba morir. No importaba lo que me pasara, siempre estaba dispuesto a irme. Debe ser alguna clase de patología, quizá debo permanecer más tiempo en el hospital, era un gran lugar, mis últimos días ahí fueron lo mejor. Fumando cada día, enfermeras, pastillas. No hay nada como tener una receta para poder drogarte. Así nadie puede molestarte, no eres un adicto solo estás enfermo, deben entenderte, deben ayudarte, dejarte en paz. Pero la paz es una farsa, nunca la consigues, nunca la quieres. Buscas que todos te dejen tranquilo para poder perderte en el caos de tu interior. No necesito sus tontas conversaciones, ya tengo suficientes voces en mi cabeza. Lo más simple a veces complica todo. Pensar en dinero, en un trabajo, en una casa, en una mujer, todo parece indispensable hasta que lo tienes y te aburres. Quizá lo divertido no sea tener cosas sino solo todo el esfuerzo y tiempo que dedicas a conseguirlas.
Bebí tres vasos más mientras fumaba y esperaba. Cuando él llegó había pasado una hora. Se sentó, dijo hola, y pidió un escocés doble. Se le notaba cansado, llevaba una gabardina negra.
- Bien, hagamos negocios. - dijo tras beber su vaso.
Asentí con la cabeza y saqué el dinero, $150, y lo deposité frente a él. Lo tomó. Inmediatamente sacó el arma.
- Jericho 941, 10.25 mm, - hablaba mientras me enseñaba cada detalle moviéndola de un lado a otro. - cadencia de tiro: 9 disparos por minuto. Excelente peso, fácil de maniobrar.
Se veía fantástica, el dinero mejor invertido de mi vida.
- Cerremos el trato. - tomé el arma, la miré unos instantes y la guardé.
Pidió otra ronda de escocés. Pensaba en el arma y todo lo que podría hacer con ella, me recordaba a Alfred Hithcok y su forma de curar el insomnio.
- Me alegro de tener el arma al fin. - dije.
- Lo sé, la sensación de tener todo ese poder en tus manos es inigualable.
- Fue bueno poder encontrarla rápido.
- Es la única parte buena de este sistema de mierda. Todo está globalizado, todo gira alrededor de algo, ese algo es el dinero, pero el dinero solo se consigue a base miedo, el miedo otorga poder, autoridad; y tener toda esa basura te da más dinero, luego el círculo continúa. ¡Brindo por un gran país! Tener armas está en nuestra Constitución, es un derecho, por eso es tan fácil conseguirlas, todo el maldito país está plagado de ellas. Es bueno en cierto modo, vivimos en un mundo de oportunistas y ambición, nadie va a protegerte, debes hacer todo por cuenta propia. Morir o vivir, dejar de pensar en que es un crimen y verlo como simple supervivencia.
- Es parte de nosotros de todas maneras. Nuestra naturaleza, nuestro interior, nuestros demonios.
- Nuestra locura.
- La locura no es el problema. No tiene nada que ver. Somos animales, destructores innatos. Todos vemos a la locura como el extremo máximo de devastación pero no es así, puedes mirar a un loco, a un esquizofrénico o un paranoico o un perturbado, y los temes con solo verlos, sus miradas perdidas, sus sonrisas diabólicas, sus caras deformes; en cambio para mí es diferente, no siento el menor repudio o indiferencia por ellos, son las personas normales las que me preocupan, los tranquilos, los callados, los tímidos, los ordinarios, son ellos a quienes debemos temer, a quienes llevan su infierno dentro, escondido, esperando, planeando, riendo. Son una puta bomba de tiempo.
- Tienes un punto. Pero dime, ¿nosotros a qué grupo pertenecemos?
- Pues no tenemos ninguna enfermedad mental, ¿cierto?
- No, hasta donde yo sé, no.
- Entonces somos los peores.
- Salud por eso. - levantó su vaso, yo hice lo mismo. Bebimos.
El tipo de la barra nos miraba desconfiado y con una cierta expresión de desagrado mientras limpiaba un vaso. A lo lejos, en una mesa, dos tipos gritaban y reían airadamente junto a dos mujeres, probablemente prostitutas, y jugaban con unos naipes. El tocadiscos ahora tocaba una canción de Elvis. Pedimos otra ronda y encendimos más cigarrillos. El tiempo siguió su curso, el mundo seguía girando.
- ¿Y qué piensas hacer con el arma? ¿Suicidarte o matar a alguien? - preguntó
- Todavía no lo sé.
- Es la decisión más difícil del hombre. Dime, ¿escuchaste el caso de el bombardero de Welking?
- Lo atraparon. Leí algo sobre eso en un periódico hace unos días.
- Si, lo cazaron como a una fiera salvaje. Fue todo un espectáculo. Murieron tres policías en la captura.
- Vivimos en un mundo peligroso.
- Fue recluido en una institución mental, será estudiado y determinarán su estado. Esa fue la condena: si resulta que está loco será encerrado en ese lugar de por vida, y si resulta que no lo está, será ejecutado.
- Y pensé que mi vida estaba jodida.
- Y lo está, solo que la de él está un poco más.
- Y qué me dices de la tuya.
- Yo les gano a ambos.
Permanecimos un par de horas más en el bar. Luego conduje de regreso a casa. Estaba cansado y un poco mareado pero lo suficientemente bien para poder llegar vivo. Más tiempo en cada viaje, pero adoro eso, de cierto modo me gusta, es tedioso y agotador pero es la mejor forma para ponerte a pensar, reflexionar. Es una gran terapia, ese tiempo en el limbo entre la partida y tu destino te ayuda a poner en orden tus ideas, tus pensamientos; es un gran complemento de un escritor, no hay nada como el aburrimiento para aguijonear tu imaginación, excepto claro las mujeres, y el alcohol y la muerte y las drogas y la mierda. Bueno, creo que se puede escribir con cualquier cosa de todas maneras, lo único que varía es la forma. Libros, canciones, guiones, cartas. El problema no es escribir, o sobre qué escribir, la duda siempre radica en si vale la pena hacerlo. Y el porqué. De qué serviría. Más y más problemas. La ironía de la vida, cuando empiezas a escribir sientes una gran emoción, una gran pasión, escribes a todo momento, escribes sobre todo lo que aparezca en tu camino, fallo tras fallo pero aprendes, tu escritura es mala, llena de incongruencias, contradicciones, pero eres feliz y sigues y sigues como una esposa maltratada que sigue enamorada; luego pasan los años, envejeces, todo cambia, se pierde ese emoción, ese frenesí, estás cada vez más cerca de rendirte y mandar todo al carajo, pero justo en esos momentos es cuando tus escritos empiezan a tomar valor, a valer algo en serio, a significar algo. Por alguna razón es así, la cruel pero graciosa broma de la vida, un escritor es cada vez más y más bueno mientras su alma esté cada vez más y más hundida en la miseria y putrefacción. Solo logras darle vida a tus textos cuando estás muerto por dentro.

 La coherencia de la estupidezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora