No había transcurrido mucho desde que los tres jóvenes habían salido de aquel pueblo, sin pena ni gloria, Hana iba raramente desganada. Y es que si algo caracteriza a la joven es su constante estado de actividad. Pero hoy no, la oportunidad de aumentar su grupo se esfumó en un parpadeo.
– A este paso... mmm calculo que dentro de unos dos o tres meses estaremos llegando a la ciudad – comentó Milo.
– ¿Meses? – la joven elfo pareció asustarse de algún modo.
– No seas gracioso... solo espera a que recupere un poco de mis ánimos y verás.
Hana respondió de esta manera el comentario sarcástico de Milo.
Así, iban caminando por un sendero bastante tranquilo, la ruta hacia la ciudad de Efibe, que era hacia donde se dirigían.
Algunos minutos después, mientras los tres jóvenes caminaban, los finos oídos de Ireth pudieron sentir un leve sonido.
– ¿Hmm?
La joven elfo se giró hacia atrás, viendo a la distancia.
– Algo se acerca
Milo y Hana se detuvieron para voltear también y observar en la misma dirección. Pero ninguno alcanzaba a ver algo.
– No se ve nada – dijo Hana cubriéndose con la mano la llegada de los rayos del sol a su rostro.
Cuando observaban hacia atrás, Hana pudo notar cómo algo hacia su aparición en el camino, conforme la figura se hacía más notoria, vio que se trataba de un carro de madera tirado por un caballo.
Al parecer se trataba de algún poblador que se dirigía hacia la ciudad, una buena oportunidad para acelerar su viaje, sobre todo tomando en cuenta la falta de ánimos que tenía la joven de cabellos lila.
– Es un carro de madera – dijo Hana de inmediato –, vaya que tenemos suerte, de seguro es algún comerciante que va a la ciudad. ¿Por qué no le decimos que nos lleve?
– Sí, esa es una buena idea.
Milo apoyó la idea, no era algo que suela ocurrir con frecuencia, tal vez lo hizo porque la veía con cierto desgano, en ese caso a Hana pareció alegrarle que lo hiciera.
– Sin embargo – agregó Milo al final.
– ¿Eh?
– La espada que traes en la espalda, ¿no te parece que deberías ocultarla?
– Es verdad Hana – Ireth apoyó el comentario de Milo – podría ser que el señor piense que somos alguna clase de bandidos.
– ¿Bandidos? Mmm puede que tengan razón, pero...
– Además tu comportamiento ya de por sí asusta a la gente.
Ese último comentario, Hana estaba segura que Milo lo había dicho a propósito, cuando ella volteó a verlo lentamente con una mirada amenazante pudo ver en él un gesto que nunca antes había visto, estaba segura que lo había visto tratando de contener la risa, pero tan pronto como Milo la vio, su expresión volvió a su seriedad habitual.
¿Acaso este tipo puede reír?
Se preguntó Hana mientras no dejaba de verlo con extrañeza.
– Oye, ¿te sucede algo?, ¿tengo algo extraño en la cara? – con aquellas preguntas que hizo Milo, Hana salió del pequeño trance en el que había quedado.
– ¿E-Eh? No, no pasa nada.
– Hana, el carro ya está cerca.
– ¡Es verdad! Ahora como hacemos para ocultarlo.