DÍA UNO.

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                                                Abby.

El silencio inunda la cocina, escucho como él coloca su vaso en la mesa, suspiro sintiéndome tensa mientras coloco la mermelada en el pan tostado, termino y lo dejo en mi plato, pienso en si sentarme a la mesa con él o ir a la sala e ignorarlo, pero esto no podía seguir así, reteniendo un suspiro y el cansancio de ser yo siempre la que trate de rescatar nuestra relación, dejo mi plato en la mesa, corro un poco la silla y me siento.

Su mirada oscura se posa en la mía, el me observa con seriedad, humedezco mis labios y pienso unos segundos en lo que voy a decir.

—No quiero que sigamos peleando— Murmuro, el hecho de que él esboza una sonrisa sin humor y aparta su mirada, hace que mi cuerpo se tense y la poca paciencia que tenia se vaya al carajo —Eso es lo que odio de ti, ¡No tomas nada de lo que digo enserio!— Digo elevando mi voz y levantandome de la mesa.

La voz de mi madre advirtiendome de que eramos muy jóvenes para vivir juntos se reproduce en mi mente, y sí, eramos jóvenes, solo teníamos veinte años ahora y eramos más jóvenes cuando decidimos mudarnos juntos, pero nos amábamos, o eso es lo que ambos hemos creído siempre.

—¿Como quieres que tome lo que dices en serio, cuando eres tú la que inicia una pelea por todo?— Pregunta mirándome, su voz tiene un tono normal, no es muy bajo ni tan alto, pero puedo ver en sus ojos el enojo —No quiero que bebas directo del cartón, no dejes la ropa en desorden en el armario, limpia tus zapatos antes de guardarlos, limpia la mesa cuando termines de comer— Dice con un tono de voz agudo repitiendome, aprieto mis labios ante la burla en su tono de voz —¡Eres mi novia, no mi maldita madre!—

—¡Pues no tendría que decírtelo si fueras ordenado, y menos cerdo!— Grito con enojo, sintiendo mis ojos arder con ganas de derramar lágrimas.

—Ahí está, de nuevo a llorar, como si fueras una víctima de maltrato— Murmura aburrido volviendo a su desayuno, aprieto mis manos en puños.

—¡Si te aburro y detestas mi forma de ser porque no me dejas entonces!— Grito derramando unas cuantas lágrimas, él me mira unos segundos.

—Tal vez lo haga— Murmura, mi pecho se aprieta.

—Entonces largate— Digo en un susurro con voz quebrada, sintiendo ahora mi cuerpo débil.

Observo como Trevor mira la hora en su reloj de mano y se levanta, parpadeo expectante, y el miedo me invade, ¿De verdad me dejaría?, ¿Sería capaz de irse?.

—No me esperes hoy, estudiare con los chicos en la biblioteca— Murmura.

El nudo se forma en mi garganta, no comprendía que nos pasaba, todo se jodio cuando nos mudamos a vivir juntos, nuestro noviazgo había comenzado cuando estábamos en la secundaria, cuando entramos a la Universidad decidimos vivir juntos, el primer año fue sencillo y divertido, pero ahora, todo estaba cambiando, y no para bien.

—La biblioteca la cierran a las siete de la noche— Digo tratando de controlar mi voz quebrada, Trevor guarda silencio —¿De verdad pasaras con los chicos?, o con esa estúpida amiguita— Me atrevo a decir.

Trevor se tensa pero no se digna a mirarme, el simplemente lava su plato y vaso, aprieto mis labios.

—No comiences con tus celos enfermizos— Murmura, suelto una sonrisa sin humor.

—¿De verdad vas a comenzar con eso?, ¿Como puedes ser tan cínico?, ¡eres tu al que no le gusta que hable con tus amigos por celos, ni siquiera te gusta que salga con las chicas a tomar algo, y siempre revisas mi móvil como un maldito loco!—

APOCALIPSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora