PARTE IV

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Amanecía nuevamente.

La prueba inédita era el fuerte e imponente sol se alzaba al cielo demostrando que ese era su territorio.

— ¡Issei despierta o se te hará tarde! — Grito su madre desde la sala pero no escucho respuesta alguna de parte de su hijo.

Suspirando con cansancio la mujer subió por las escaleras para ir a la habitación de su único hijo.

Abriendo rápidamente la puerta de la habitación de su primogénito.

Quedando parada sin poder moverse.

Frente a ella estaba su hijo durmiendo tranquilamente en su cama pero no estaba solo, a su lado se encontraba la radiante figura de una joven pelirroja que ella conocía muy bien.

No era la primera vez que Rías se había quedado a dormir en su casa, incluso había un cuarto que ella solía ocupar e incluso personalmente se encargó de acondicionarlo para cuando la joven se quedara.

Pero la diferencia de esas veces con la de ahora.

Era que podía ver como la joven estaba desnuda y abrazado con fuerza al pecho de su hijo que al igual que la pelirroja parecía estar desnudo.

Las sabanas los cubrían pero no había que ser un genio para saber que si quitaba esas sabanas ambos estarían desnudos.

No estaba molesta.

Estaba sumamente feliz y contenta.

Salió de golpe de la habitación de su hijo y mientras bajaba por las escaleras grito con emoción.

— ¡Querido seremos abuelos!

Ese último grito logro despertar a la pareja que dormía tranquilamente.

Issei abrió los ojos rápidamente y vio la situación en la que estaba.

— Espera un momento, yo no hice nada anoche — Se dijo así mismo.

Unas risas lo sacaron sus pensamientos.

Vio a su lado como Rías tenía sus ojos abiertos y reía como un niño que acababa de hacer una travesura.

— ¿Estuviste despierta todo el tiempo verdad? — Pregunto el castaño ya imaginando la respuesta de su novia.

— No lo sé, madre parecía feliz — Respondió Rías levantándose de la cama y mostrándole al castaño su desnudes.

Un cuerpo perfecto.

Piel blanca como la nieve y una figura joven pero increíblemente voluptuosa. Issei estaba rotundamente seguro que una joven de apenas 16 años no debería tener tal gloriosa figura.

— No te importa si te veo, digo, estas desnuda — Pregunto Issei sin quitar sus ojos del desnudo cuerpo de su novia.

No lo negaría.

Amaba a Rías con toda su alma pero también le encantaba ver el cuerpo de su novia.

No con pensamientos obscenos ni con libido pervertido.

La belleza de Rías era uno de sus muchas virtudes y que ella le permita observarla lo hacía sentir el hombre más afortunado.

— No me importa, después de todo solo Issei puede verme así — Respondió Rías sonriendo de forma radiante — Sabes, espero que mi novio me dé algo por dejarlo ver mi desnudo cuerpo.

Issei lo entendió inmediatamente.

Se quitó la sabana de su cuerpo.

A diferencia de Rías el dormía sin camisa pero con unos bóxer puertos, fue por eso que su madre pensó que ambos estaban desnudos.

Tomo a la pelirroja de la cintura.

Sorprendiéndola.

Colocando su mano en la mejilla de su novia.

Besándola con ternura como la vez anterior.

Ese beso era el tan conocido ¡Beso de los buenos días!

Después de eso ambos se vistieron y bajaron al comedor donde los esperaban sentados los padres de Issei.

Por unos momentos el joven espero algún regaño de sus padres pero se sorprendió enormemente cuando vio como sus padres se lanzaron sobre Rías para abrazarla con… orgullo.

Sus padres estaban orgullosos de Rías y no de él, tuvo un mal presentimiento.

— Los lograste Rías-chan — La felicito su madre.

— Como se esperaba de mí ahora hija oficial — Le felicito su padre.

— Bueno, a decir verdad… fue el quien se me confeso primero — Dijo Rías avergonzada — Pero creo que ahora sí puedo decirles madre y padre con seguridad ¿Verdad?

La respuesta de ambos fue un inmediato ¡Sí! Lleno de alegría.

Issei estaba feliz, sus padres adoraban a Rías como si fuera su propia hija, pero aun había un inconveniente.

Los padres de Rías.

Hacer que lo acepten sería un verdadero reto pero antes de intentarlo tendría que quitar del medio al causante de las lágrimas que caían por las mejillas de Rías aquella tarde que la conoció en medio de esa lluvia.

Lo haría sin importar que.

Protegerla ahora era su deber y lo cumpliría sin importar que ocurriese.

Con tal de protegerla, con tal de seguir viendo una sonrisa en su rostro. El… sería capaz de eliminar al mismo Dios para que esa sonrisa jamás fuera borrada.

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