Capítulo X QUIERO QUE TE SOMETAS A MI VOLUNTARIAMENTE

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Por la mañana siguiente nada de lo que pasó la noche anterior modificaba eso que vivía en mi castillo real. Era fuerte como para mantener el secreto... lo dejé ahí, escondido en mi ser, aunque no sabía si podría guardarlo por mucho tiempo.—¿Cómo estás Divi? ¿Mejor? ¿Y Caro? Pobre mina, sola con esa nena... —saludó Daniel mientras preparaba el desayuno.—Hay que estar con ella. Y yo, bueno, yo te tengo a vos. Pero estuve pensando en que quiero más. Es hora de que vayamos a un médico a averiguar más sobre este tema del bebé —se me escapó ese pensamiento y no lo podía creer por dentro. Acto seguido toqué mis labios con la lengua y sentí la hinchazón, los tenía lastimados y cada vez que me los tocaba, me dolía y casi automáticamente sentí que el estómago se me estrujaba y un deseo incomparable me llevaba a las imágenes de ese encuentro arrasador.Segundos después, volví en mí y seguí el hilo de la conversación.—Desayunar juntos hoy no puedo, porque ya me voy, pero te preparo un café, ¿querés? —invitó Daniel y luego dijo— Sí, sí, obvio que podés ver lo de un bebé, ¡seguro! Tengo amigos médicos muy buenos que nos pueden ayudar, sin lugar a dudas.—No, andá, yo preparo un licuado y voy a ver lo de la oficina —contesté.Noté que se puso nervioso Daniel. Supongo que también lo asustaba eso de un bebé, ya había pasado mucho tiempo... y bueno, la costumbre de estar solamente los dos. Pero se amoldará si tuviera uno, intuía que lo haría. Viste que dicen que lo hombres, mientras más grandes, son mejores padres —o tienden a serlo—. Se vuelven más atentos y sus vidas dan un giro importante. Yo estaba convencida de que eso era lo que nos estaba faltando. Ahora que lo pienso bien, ¡qué mentira más obvia!Ese día me puse un pantalón de vestir negro, camisita azul ajustada; usé el cabello suelto con una media cola, tacos agujas negros, tipos estiletos. Bajé a prepararme un licuado mientras iba agendando a dónde iría esa mañana para ver si conseguía dónde poner mi oficina.Recorrí un lugar y otro, locales donde me explicaban los términos del contrato de alquiler.Pasé prácticamente todo el día pensando ¿qué demonios pasó anoche? Me tocaba a cada rato los labios lastimados, me pasaba la mano por el cuello y metía mis dedos entre el pelo y tocaba el cuero cabelludo y cada vez que lo hacía, sentía ese ardor adolorido, sentía la presión de mis músculos en la vagina. "¿Cómo pudo escupirme en la boca y darme un beso dulce?, bueno, ¡a mí me pareció dulce!",decía mi ego, "¿cómo consigue hacer que sea algo no tan hermoso y que lo disfrute de esa manera?". Cerré los ojos y esas imágenes se retorcían en mi cabeza como baldazos de agua fría.Ya casi cerca del mediodía, pasé por la vinoteca de mi padre, y al entrar, un chico frenó la bici.—¿Señorita Divina Vidal? —dijo el muchacho.—Sí, sí, soy yo —dije algo confundida y asombrada.No me dio nada para firmar, solo me entregó un sobre. Algo sorprendida, lo revisé y simplemente decía mi nombre y apellido.Entré a la vinoteca y mis padres estaban atendiendo. Me miraron y saludaron con la cabeza haciendo señas de que ya cerraban, que esperara en el auto.Mientras camino al auto, abrí el sobre y comencé a leer una carta escrita a mano, de pura tinta y caligrafía de hombre. Me senté en el asiento de atrás y comencé a leer:

Estoy seguro de que tu reacción será más asombrosa de lo que espero.Este es el camino que emprendemos juntos. Te propongo lo siguiente: Siasí lo decidís, si así lo aceptas.No quiero ni voy forzarte a nada en lo absoluto.Quiero que te sometas a todos mis deseos y los tuyos, voluntariamente.Eso que te quema por dentro es lo que le quema a mucha gente y no sabe el por qué. Es fácil, tenés que liberarte, aceptar tus deseos. ¡Allá afuera somos mucho Personalmente, adoro los castigos duros, porque todos llevan a un placer que desconocés, Divina, pero yo me voy a encargar de que los conozcas y disfrutes .

Mientras leía aquello, sentía una gran incomodidad, leía y me tapaba la boca con la mano, con una mezcla de intriga. Mi cabeza empezó a asimilar de a poco. Para ese entonces ya el auto se había detenido, es más, jamás noté que mis padres habían subido al auto y no solo eso, ya habíamos llegado a casa.Para ser sincera, por último, me sentía excitada. Un calor invadió mi cuerpo, mi corazón latía a mil. Todo aquello no se parecía en nadaa que las hormigas imaginarias te piquen. Tenía hasta un poco de miedo, ¡claro que sí! Pero quería... ¡verlo ya! decirle que podría ser posible. En realidad, por primera vez pude ver claramente que todo eso que estaba escrito era lo que quería, pero necesitaba que me hablara más de ese tema. Me excitaba de solo pensarlo, porque lo que pensaba era: "Quiero hacerle todo eso yo a él" ¡¡¡Sí!!! Yo quiero y tengo el derecho a tratar como me tratan.Sentí intriga. Metí las hojas en el sobre y bajé del auto. Ya en casa,lo llevé a una habitación donde guardaba algunas cajas de los muchos zapatos que coleccionaba. Apreté las hojas sobre mi pecho... algo se movilizaba en mí. Recordé cómo disfruté ese primer encuentro. Entonces no tuve miedo, pero ahora sentía un poco de susto y curiosidad.Sentí que me entendía sin conocerme, ¿cómo podía ser? Me sentí feliz,me inundó la paz en mi ser. ¿Cómo se le ocurrió mandarme una carta así? ¿Por qué no me lo dijo en persona? Entonces hice una pausa, guardé las hojas —tenía cosas que hacer—, de golpe estaba en mi vida real.Parpadeé rápidamente, "ahora es momento de pensar en otra cosa,tengo pendiente solucionar con Daniel algo muy serio, tengo que ser realista!", me dije Y entré en shock, aunque tenía que ponerme a trabajar en la oficina, no solo conseguirla, sino amueblarla, etc. etc

La Obsesión del Señor FreityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora