CAPITULO IX PARÍS, JUEGO PLACENTERO Y CAMBIO DE ROLES.

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En una charla con Daniel metí el tema de París en la conversación:—Tengo mucho trabajo, pero tengo que ir a París — lo solté de una sola vez sin temor—. ¡Así que estoy feliz!—¡¡¡A París!!! ¿¿¿Por qué??? ¿Me decís en serio? —preguntó sin entender demasiado.—Sí, sí. Es por una Convocatoria del Congreso Internacional de Abogacía, me avisaron esta mañana y la fecha es para el próximo mes —expliqué. Jamás en mi vida había tenido tanta seguridad y miedo a la vez.—¡Qué bueno! ¿Y cuántos días son?—Tres días —dije sin pensar demasiado, pero en realidad no sabía si serían tres o cinco... quizás más, ¡qué más daba!, volvería cuando Facundo así lo dispusiera— Qué emocionante, ¿verdad?—Sí, la verdad que sí. Me gusta la idea de que viajes. Porque, por una lado siempre lo hago yo y vos te quedas acá. Es hora de que también lo hagas —me miró y sonrió.El aire guardaba más de un pensamiento de incertidumbre, de suspenso, entre preguntas y libertad."¿Era aquello una mentira a voces? ¿O verdaderamente estábamos en un punto de confianza altamente normal?", me preguntaba mientras pensaba hasta qué punto llegaría a ser tan cínica Esas semanas fui varias veces al centro, elegí varios conjuntos de ropas, formales e informales; sandalias —como cinco pares—; conjuntos de ropa interior con porta ligas; valijas nuevas... hasta pasépor una joyería a encargar algo que después pagó Facundo y me lo envió a la oficina. Está de más decir que era una exageración, pues no estaba por llevar todo eso, pero lo compré de todas formas.Semanas después, sonó el teléfono de la oficina. Helena me pasóla llamada.—Dra. Vidal. Buenos días, ¿quién habla? —contesté.—Dra. Vidal, ¿cómo está? —respondió Facundo.—¡Hola! —sonreí al reconocer la voz.—El miércoles a las 9:30 hs. tiene una reunión con el juez Lude,llegue a tiempo. Y el jueves 23 a las 20:00 hs. tiene que estar en el aeropuerto. No falte. Besos —no esperó la respuesta. Solo avisa y cuelga. Ese tipo de cosas a me dejaban pensando por largo tiempo.Tenía una forma tan única de ser...Miércoles, 9:30 am. en el estudio del juez Lude:—Dra. Vidal —llamó la secretaria—, el juez Lude Marconi la espera.Yo sonreí a modo de agradecimiento y entré a la oficina.Fue una reunión de aproximadamente 20 minutos, precisa y concisa. Yo aclaré muchas dudas y conseguí que un juez federal diera una mirada a tal y tal asunto, y más que eso, la posibilidad más de poder trabajar con él en un futuro no muy lejano, quizás.Al despedirse, el Dr. Lude agregó:—Debe ser muy amiga del Sr. Frety, aparte de ser una de sus abogados, imagino, ya que es la primera persona por quien pide atención —dijo parsimonioso.—No, no, para nada. Soy solo una buena amiga —contesté un poco boquiabierta. Él juez se limitó a levantar una ceja y decir:—Que tenga un buen día, Dra. Vidal.—¡Muchas gracias! Igualmente, Dr. Lude. Saliendo de aquel lugar, solo podía preguntarme qué clase de hombre era realmente Facundo. Tan influyente como era evidente.

Un enigma completamente asombroso. Mientras más lo conocía, menos sabía de él.Así de simple aquel juez federal dejó en su escritorio la carpeta del caso que hasta hacía dos días pensaba que sería imposible darle la vuelta. Pero ahí estaba... nada era seguro, pero la carpeta estaba en manos de quien podría hacer que todo cambiara.Finalmente llegaría el encuentro con Facundo en el aeropuerto,esta vez con solo dos maletas y un bolso de mano. Yo me puse los lentes oscuros, me dejé el cabello suelto, que previamente lo había lle-nado de bucles, dejando el flequillo de costado. Tenía las manos temblorosas y mis labios húmedos, casi rojos; con la mirada perdida, como si no buscara a nadie. Pero de repente ahí estaba aquella sombra de camisa blanca llevando en su mano una sola maleta. En sus labios había una sonrisa y sus ojos estaban brillantes, más que nunca, emanaban una luz que me dejó sin aliento. Apreté los dientes y mi corazón latió tan fuerte, que si me hubiese muerto allí mismo, hubiese sido en el mejor momento. Mi felicidad era maravillosamente perfecta.Llegó hasta donde estaba yo y me tomó con sus brazos para besarme apasionadamente. Suspiramos. Su frente se tocaba con la mía...¡maravilloso! Nos miramos y sonreímos como si hubiésemos esperado los días contando los minutos para vernos de nuevo.—Hola, ¿cómo ha estado? —pregunté sonriendo.—¡Muy bien. ¿Tomamos algo? —dijo.—No. ¡Gracias, señor! Creo que ya es un poco tarde.Facundo miró la hora y dijo:—¡Uy, sí! Vayamos a abordar, ¡estamos retrasados! —exclamó.Dejamos las maletas y subimos al avión.Ya sentados, nos tomamos de las manos y la adrenalina se dispará una y otra vez, ¡la cabeza no entiende de límites! Apenas podía contener tanta pasión. Mientras hablábamos de sus cosas, él me rozaba las piernas con las suyas. Era una constante tentación que se desbordaba, como dos adolescentes experimentando por primera vez sensaciones. ¡Los días o semanas que no nos veíamos, acumulábamos tensión! Casi a mitad de camino, en pleno vuelo, mientras yo dormía él se acercó y me susuró al oído: —Levantate, andá al baño, sacate la ropa y esperame.Entre dormida y excitada abrí mis ojos. Sin decir nada me levanté, fui al baño y me desnudé. Miraba mi imagen en el espejo mientras esperaba... y nada.. Seguí esperando un total de 15 minutos. Al rato golpearon la puerta. Era la azafata que preguntó:—¿Está bien señorita?—Sí, sí, ya salgo —contesté ruborizada, al tiempo que me preguntaba dónde cornos se había metido Facundo.Volví a mi asiento y allí estaba él, sonriendo complacido. Yo no dije nada. Tomé asiento y me dediqué a mirar por la ventanilla enojadísima.A los pocos segundos él se me acercó a preguntar:—¿Qué pasó?Yo lo miré y sonreí.—Disfruta de esas cosas, ¿verdad? —en tono de reproche dulce.—¡Sí, sí, claro! —respondió mientras ponía una mano en mis piernas. SE puso serio y desprendió uno de los botones de su jean. Yo cerré los ojos y se aceleró mi respiración.—¿Qué querés? ¿Querés que te toque? —susurró en mi oído—¿Querés que te pase la lengua por tu entrepierna? —se acercó más a mi boca y metió su mano hasta llegar a mi tanga, sacando rápidamente después y alejándose. Yo estaba algo aturdida, furiosa; ahí sentada, ¡roja de vergüenza! Llena de bronca porque me había hecho ir al baño a desnudarme porque sí nomás, en pleno vuelo.Me miró de reojo y me dijo:—¿¿¿Qué??? —preguntaba haciéndose el desentendido. Se volvió a acercar a mí. Aspira y suspira, parpadea... su rostro es malicioso.—¿Qué voy a hace con vos, eh? ¡Puerquita, puerquita sos!Yo escuché esas palabras y morí de vergüenza. Lo miré de reojo y después di vuelta la cara para mirar por la ventanilla.—¡No, no, mírame! ¿Sabés que me gustaría hacerte? —se acerca y susurra al oído—: ¡Atarte toda y meterte el dedo gordo de mi pie en tu concha! ¡Masturbarte de esa forma! El calor que sentí en mi cuerpo era sofocante, una verdadera tortura. Él cruzó su brazo por detrás de mi nuca y me abrazó fuerte, su mano derecha apretó su brazo derecho; apoyó su cabeza en la mía y cerró los ojos.—Ahora déjame dormir, ¿sí? ¡Gracias! —dijo.Yo sentía enojo y a la vez estaba excitada, mojada ¡Me levantó solo para eso! No me quedó más remedio que reírme por dentro y tratar de dormir de nuevo. Mi último pensamiento fue que me las iba a cobrar de alguna forma.¡¡¡Al fin llegamos a Francia!!! Pasamos rápidamente por todo el aeropuerto, subimos a un taxi y nos dirigimos al hotel donde nos íbamos a hospedar. Facundo me aclaró que no era la primera vez que visitaba París.Nos hospedamos en el Hotel Amarante Champs Elysées de esa ciudad.Dejamos nuestras cosas y salimos a pasear por las hermosas calles de uno de los lugares más encantadores del planeta. Tomamos un café cerca de la torre Eiffel. El mozo me sonrió mientras, sin darme cuenta, yo también le sonreí, a lo que el mozo reveló un destello de brillo en sus ojos. Facundo se quedó mirándome. Pidió dos cafés.Luego me tomó de las manos, me miró a los ojos y me preguntó:—¿Te gusta el mozo?—¿Cómo? No, no, para nada —contesté.—Te gusta que te miren, ¿verdad? ¡Puta, sí, puta! ¡Odio que te miren con deseo!—¡¡¡Pero ese es su problema, no el mío!!! —respondí e inmediata-mente me puse seria.—¡¡¡Sos contestona, eh!!! Tengo muchas ganas de cogerte acá y ahora, ¡para que todos los hombres vean de quien sos! —dijo.—¿Se da cuenta de que me levantó en el avión y me mandó al baño? —reclamé.Facundo rió y dijo:—¡No che, no me acuerdo! Estoy un poco mal, enloquecido —me miró fijamente—, y quiero cogerte acá mismo, pero no lo voy a hacer porque me van a meter preso... jajá Echamos a reír ambos.—Le pregunto al mozo y hacemos un trío... ¿querés? —preguntó de repente.—¿¿¿Qué??? ¡No, no! ¡Me está jodiendo! —respondí convulsionada.—Bien, porque si decías que sí, acá mismo te dejo —dijo con ex-presión seria. Yo no sabía si hablaba en serio o en broma. Sus celos,por momentos, eran muy notorios e insoportables.—¡Vení! —hizo un gesto como queriendo que yo me acercara y luego siguió— ¿Tan puta sos?Yo lo miré y su rostro estaba transformado. Sentí vergüenza, ansiedad... ¡me había excitado tanto! Miré de reojo para su costado y apreté los labios para después decir:—¡¡¡Sí, lo soy!!!—Bueno. Entonces anda, entra al baño de hombres y esperame en uno de los que tienen puerta, los de la izquierda; bajate la bombacha y esperame con las piernas abiertas y tocate. ¡Dale, andá!Al segundo de escuchar aquello sentí un hormigueo en la espalda y aspiré. No era una opción negarse. Una parte de mí quería hacerlo,pero mi ego me estaba retorciendo a pellizcos de vergüenza.Me levanté y caminé hasta la puerta. Observé adentro del café y enseguida noté dónde estaba el baño de hombres. Entré y esperé. M icorazón latía a mil y mis mejillas me ardían. Me apretaba los dedos y los hacía sonar, mientras mi ego me dolía de mil maneras. A la vez,recordaba que en el pasado había hecho exactamente lo mismo queme estaban haciendo a mí.Un momento después, escuché sus pasos. Caminó lentamente hasta colocarse delante de mi puerta... solo podía ver sus zapatos asomando por debajo. La empujó de golpe, la cerró y me tomó del cuello para luego besarme y meterme la lengua hasta el fondo. La misma estaba fría por el hielo que traía en la boca. "¡No... otra vez el hielo!", pensé. —Si algún vez lo probás, te darás cuenta de que es una experiencia increíble, ¡y más si al mismo tiempo entran el pene y el hielo! Pero a esas alturas no sabía si me cogería, ya que desde que tomamos el avión me estuvo torturando—.Se arrodilló, besó mis labios vaginales, apretó el hielo con sus dientes y me lo pasó de arriba abajo, ¡de arriba a abajo hasta que se derritió! Mientras yo me estremecía, abierta, contra la pared de aquel espacio tan pequeño... incómoda. Empezó a pasarme la lengua muy fuerte,cada vez más fuerte. De golpe se paró, abrió su boca y me escupió en la cara. Yo tragué rápido su saliva y en mi estómago empezaban de nuevo esas mariposas de excitación, más que de enamoramiento.—¡¡¡Buena chica!!! —me dijo y me dio un cachetazo fuerte antes de salir.Yo quedé ahí, con la respiración a medias, con la bombacha por los tobillos, toda mojada, excitada y acalorada. Me acomodé la ropa, el pelo, respiré hondo y salí como si nada. Por suerte no había nadie en el baño. Al salir, él estaba sentado en su lugar. En la mesa había dos vasos de agua con hielo, los había pedido inéditamente después de que fui al baño.Yo lo miré resignada a su tortuoso trato.—¿Qué? —dijo él mientras me miraba con una sonrisa maliciosa y el lugar se empezaba a llenar cada vez más de personas y más personas.—Nada. ¡Tengo calor! —contesté.—Mmm, ¿por qué será? ¡Hagamos un trío... quiero que lo hagamos! —propuso de repente.—Mmm, pero con otra mujer —pedí.—¡Ves que sos bárbara! ¿Estás hablando en serio? ¡Me gustaría mucho! Y de ese tipo de tríos te hablaba... jajá...déjamelo a mí. ¿Es-tás preparada para estar con una mujer? —dijo entusiasmado.—¡Sí, mi señor! —dije con sensualidad mientras mi mirada se fun-día en sus ojos.—¿Vas a compartirme entonces? ¿No te molesta? —preguntó curioso.—No, para nada —respondí, pero en realidad sí me molestaba un poco, pero quería todo con aquel hombre.—Contame, ¿qué querés hacer con ella?—Que estemos los tres.—¡Detallado, Divina, detallado! —precisó.—Quiero que, mientras me penetra, ella me haga sexo oral... siempre he fantaseado con eso, quiero someterla a ella.—¡¡¡Muy interesante!!! Veremos... ya veremos.—¿Qué significa la frase en francés? ¿Va a decirme, señor Facundo? —dije.

La Obsesión del Señor FreityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora