Capítulo IX UN SEXO DIFERENTE, ENERGIZARTE, SALVAJE Y EXQUISITO

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Desvié mis pensamientos en el buen temilla de los hijos, aunque aún me faltaba decisión. Recibimos la noticia de que Osvaldo estaba en coma,¿cómo podía ser?Fui al sanatorio con Daniel y estaba Caro con Romina, sus padres, Julia y Roberto.—Hola, ¿qué paso? —pregunté—Sufrió un ACV, está mal y su corazón también está comprometido —dijo Caro y me abrazó, llorando— ¡Cómo es posible! ¡No podré vivir si algo le pasa! —dijo sin consuelo.—¡Fuerza, Caro, todo va salir bien! —le dije— ¿Querés que pase por casa de tus suegros, y la lleve conmigo a Ediana? —era la hija de Caro y Osvaldo—.—Sí, sí. Andá, Romina con ella. Después, decile a los abuelos que le den a Divi la nena para que la cuide.—Tengo que contarles algo más... a que no saben a quién vi en Corrientes hace unas semanas —interrumpió Romina.—No, ¿a quién? ¿Algún ex amante? —reconozco que la pregunta que hice fue morbosa en toda aquella situación—.—Jajá, no, ¡a Brisa! Y es que dejó su pasado atrás. Tuve que seguirla porque hizo que no me vio, y andaba muy deprisa. Solo me dijo que no fue a tu casamiento porque estaba enojada con vos, que fue ella quien lo mandó a Ricardo a tu departamento aquel día, dijo que no te perdonaría jamás lo que le hiciste, que él se mudó a Santa Fe con su madre y que estaba internado en un hospital psiquiátrico,que jugaste muy mal con Ricardito, que ella siempre lo quiso y por quererlo jamás opino de tu relación amorosa con él, que ella no era tonta. Me dijo que estaba viviendo en Corrientes hace años, que tenía a alguien en su vida y que eran felices —desembuchó Romi.—No voy a opinar nada y menos en estos momentos. Perdón, pero no. Así que no molestes —le contesté brindando una sonrisa a medias.—Sí, lo sé. Quería que sepas nada más, che.Me fui del sanatorio, hice lo que me pidió Caro y horas después ya la tenía a Ediana en mi casa. Tenerla allí junto a Daniel me abrió un apetito muy grande, uno que hasta el momento jamás lo había tenido: quería un bebé, quería un hijo... sumando eso a la desesperación por que mi amigo estuviera bien, como siempre.En tres días la muerte nos llevó a un amigo, un padre, un marido,hermano; un ser humano asombroso. Tan de golpe y no podés digerir toda esa situación agobiante.Llegamos con Ediana en brazos a la sala velatoria. Él era tan carismático; amigos como él quedaban pocos. Sabía cómo sonreír en los momentos donde más sobrecogimiento había, donde él estuviera todos lo mirarían, su cálida paz humana inundaba a su paso. Carolina lloraba sobre su ataúd desconsoladamente. Todos llorábamos. Verla a la niña preguntar por su papá era aún más doloroso. Julia, su hermana, solo podía decirle cuanto lo quería él... era su Osvi y luego decía "perdón, cierto que no te gustó jamás que te diga de esa forma. Perdoname, hermano", mientras dejaba caer sus lágrimas y abrazaba a su hija pequeña también.Allí, pude ver que la vida es un regalo, pude ver que se tiene que dar todo, que el amor es fundamental. Sentía la injusticia del universo para con ellos. Me preguntaba ¿qué tan fuerte debía ser para soportar una situación así? ¿Cómo seguís adelante con una hija?¿Cómo seguís sin tener al lado un hombre como él, tan puro, tan buena persona, amante, amigo, esposo? ¿Qué hubiese pasado si secuidaba más? ¿Debíamos cuidarlo nosotros a él? Quizás todo eraparte de un plan, uno macabro en el que nunca conseguís tener lotodo, donde la vida seduce dándote lo máximo a aspirar y un buendía pasa a cobrar la cuenta.En ese momento supe que tenía que dar gracias por todo lo que tenía en la vida, y que debía tener un hijo. Fue ahí donde supe que,cuando todo va en cámara lenta, ves las buenas cosas que dejás. Cuando te vas, solo quedan los buenos actos. Bueno, aunque creo que ante cualquier situación en donde hay una muerte de por medio siempre uno reflexiona de esa manera.Después del velorio, Daniel tenía una reunión y cosas así; no supe bien, pero se fue. Me encontraba sola, eran casi las 20:00 hs. Y necesitaba alguien con quien estar, simplemente compartir un momento, algún instante, y mi cabeza veía flores de muchos colores. Tomé un taxi a toda prisa, mientras me acomodaba el cabello. Entonces llegué al lugar, me bajé, entré y no lo vi. Alfredo quiso decirme que estaba arriba pero, subí sin darle tiempo a que reaccionara. Entré a la oficina y ahí estaba él, sentado. Se paró rápidamente y se acercó hacia mí diciendo:—¿Qué pasó? —un tanto asustado.—Es que mi amigo falleció, se fue, no está más, simplemente eso—tragué saliva y brotaban más lágrimas— ...todo es muy triste.Me abrazó y lo abracé. Estaba con la cara hinchada y ya no me quedaban más lágrimas.—Vamos por un café. Vayamos a otro lado —me dijo Facundo abrazándome. Así, bajamos la escalera. Él lo miró al empleado haciéndole señas de que se iba. Entonces quedó a cargo Alfredo del negocio.—¡Vamos, vamos! Necesitamos un lugar tranquilo y relajado en donde se pueda hablar —insistió.Subió a la moto y yo me subí atrás apoyando mi cara sobre su espalda, y fuimos al café de siempre. Jamás a ningún otro sitio, siempre decidía él. Tal vez si encaminaba para algún otro sitio no me hubiese negado, pero no era así, no con él.Lucía una camisa gris, con jeans azul oscuros. Su cuerpo despampanante, como siempre. Tenía unos brazos grandes con mucho bellos. Llevaba un reloj distinto —siempre era distinto—, no se lo había visto nunca. Nos sentamos... su cara estaba completamente llena de preguntas.—¿Estás mejor? Contame, ¿qué pasó? —inició la charla.—Nada, es que Osvaldo murió. ¿Cómo pasan estas cosas? Él era un tipo excelente, amaba a su mujer, que es una amiga muy buena, ya su hija. Las dejó solas. Pero Dios tiene la culpa... es él, quién más.¿Cómo puede hacer esto? —dije en plena catarsis. —Mi más sentido pésame. No sé qué decirte. Tenés que ser fuerte para poder acompañar a tu amiga —dijo de modo reflexivo.—Sí, lo sé, pero ya era suficiente con haberle dado esa maldita enfermedad desde chiquito. Se pasó años sin saber que tenía insuficiencia cardíaca y en una semana un ACV se lo lleva.—Yo también he perdido a seres queridos, te entiendo perfectamente. ¿Sabés? Tenés que recordarlo como era: feliz alegre. Esas son las cosas que te van a ayudar a vos y a los que necesiten.—Tenés razón —mis ojos quedaron perdidos en sus ojos.—¿Tenés tiempo? Si querés, podemos cenar y tomar algo más que un café. Te noto muy mal y me siento imposibilitado por no poder —hizo una mueca apretando los labios, como enojado y apenado—... por no poder aferrarme a vos —su mirada era muy atractiva.—No, debo irme en un rato. Te busqué porque con vos me siento bien. ¿Está mal eso? —arrugué la frente como esperando una respuesta dolorosa.—¡No, claro que no! Me gusta mucho tu compañía, sabés que soy... tu amigo. Pero un día podrías indicarme que estás menos ocupada y paso a buscarte para cenar. De hecho ya mismo te doy mi número de teléfono móvil... ya es hora de que lo tengas. Solo me llamás y yo voy sin más excusas —me miró con tanta convicción que sus palabras marcaron un antes y un después.Mientras sonaba una música suave, alegre y bonita de fondo en aquel café... mi ánimo empezaba a mejorar.El tiempo pasó sin darnos cuenta, eran casi las 11 de la noche.Pegué un salto al ver por casualidad el reloj de su mano.—¡Tengo que irme! ¡Es muy tarde, Dios! —dije apresurada.—Bueno, vamos —contestó sin mucho ánimo.Él era más que un cliente de aquel lugar. Cuando quería irse, solo se levantaba, hacía un seña y se iba.Me subí a la moto y me dejé ir. Tampoco me daba cuenta de queme llevaba a casa, cuando estuve ahí recién lo noté. A él no parecía importarle, rápidamente bajó de la moto, y yo le di un beso en la mejilla. Pero al darme vueltas, me detuvo tomándome de la nuca y me atrajo hacia él. Se desmontó de la moto y parado al lado mío soltó mi nuca para rodear mis hombros con su brazo izquierdo. Me miró de costado y dijo:—Ya no puedo alejarme de vos, si me temés y te resistís, va a ser peor. Pero igual tengo que advertirte: soy un hombre disciplinario,disfruto siéndolo. Si vos, tan Divina, seguís viniendo a mí, juro que no podré ni querré resistir más —dijo levantando ceja y su aliento se hizo hipnótico. Luego me soltó y se alejó.Sentí como si un frío me atravesara todo el cuerpo, un frío que recorría dulcemente, lo disfrutaba... sentía algo muy adentro mío.Pero me alejé y fui a la puerta. Él me miró a la distancia y sonrió.No entré por mi puerta, lo hice por casa de mis padres, ya queatrás, en el fondo, habían comenzado a trabajar algunos albañiles hacía unas semanas construyendo una puerta que llevaba a mi patio,para que ambas casas estuvieran conectadas internamente.Me di cuenta de que alguien nos había observado de entre lascortinas de seda del living. Cuando entré, mi padre me saludó y me dijo con todo su amor "que descanses". La verdad que había tenido un día agitado. Sin embargo él, no fue al velorio, pues no le gustan esas cosas, es muy sensible, mucho más que mamá. Increíblemente, no preguntó quién era el de la moto, tal vez porque no le interesaba o le dabalo mismo o sabía que su hija ya no pasaba sus días como él lo soñó.Observé la luz en la fuente. Nadie alrededor. Miré la hamaca,prácticamente nadie la usaba, por falta de tiempo o ganas. Seguí caminando y llegué a la puerta de la cocina. Entré y estaba completamente vacía. Daniel no había llegado aún. Mientras pensaba en lasuerte que tenía, me desvestí para bañarme y la imagen de todo volvía a mi mente: un amigo, un padre, un marido, un hijo, se fue. Apenas conseguí secar las lágrimas, tenía pena por su partida. No podía calmar la agonía interna —ese tipo de emociones no las sé controlar,no tengo dominio para nada en ese aspecto—. Al mismo tiempo, meretorcía la pena: pena por sentirme bien con alguien más. Traté de no pensar en que las cosas funcionarían mucho mejor mañana.Daniel no llegaba, entonces lo llamé por teléfono y no atendía.Mi corazón latía fuerte. Me dejé llevar. Pensé un segundo, pero mi mente estaba en blanco. Agarré la cartera casi preparada para salir, marqué el número que está recién fresco en mi memoria, y una voz del otro lado me respondía mientras en mi cabeza se sacudíala palabra "disciplinario"...Disciplina, ¡yo tan hija del rigor! Chasqueé los dedos.—Hola —respondió Facundo —Sí, soy yo. ¡Buscame, buscame ya, no esperes más! Te veo a lavuelta de casa, cerca de las esculturas del teatro, sobre la avenida —contesté desesperada.—¡Divina! —dijo en tono fuerte, como de costumbre—. Está bien,voy. ¿Pasó algo?—No, no. Por favor apurate, ¿sí?Salí rápidamente rumbo a las figuras talladas casi de cristales en aquel barrio bonito. Respiraba rápido y me mordía los labios llenos de ansias, nunca estuve tan decidida.El frenó la moto casi de golpe. Me miró con una sonrisa algo pícara, sabía que había esperado mucho.—¿Y qué pasó? ¿Te escapaste de nuevo? —me dijo de forma casi burlona.—Sí, claro, es que quiero estar con usted, Señor Freity —le contesté con un abrazo y apoyé mi cabeza sobre su espalda.Sinceramente me dejé llevar por lo que sentía, algo alocado llena deun fuego interior que me conmovía. No pregunté a dónde íbamos, él tampoco me lo dijo, pues había asumido que tenía muy poco tiempo.Iba por la cuidad conmigo a cuestas. Paró en una farmacia, bajó un segundo y yo quedé sentada arriba de la moto. Luego de un momento, volvió a subir a la moto y seguimos a toda velocidad. Frenó casi en un derrape frente a su florería, allí tenía su oficina en el segundo piso de ese mini edificio. Dejó la moto, abrió rápidamente la puerta. Apenas la cerró me tomó de la nuca y me atrajo hacia él. Me llevó contra la pared, mientras apretaba uno de mis pechos. Su pelo se alborotó . Me miró a los ojos y me respiró cerca de la boca. Hizo un gesto como si fuera a dolerle algo, pero lo hizo de forma sensual y avasallante. Yo quería besarlo, pero él se apartaba. Yo lo miré sorprendida. Entonces me tomó del brazo como si fuese a la fuerza y subimos la escalera; él,por delante, a paso firme; yo, dejándome guiar. Se detuvo a mitad de la escalera y me observó directamente a los ojos.—Tengo que decirte algo... no sé cómo lo vas a tomar, pero es necesario que sepas... —hizo una pausa para respirar y mirar a su alrededor. Mi pulso explotaba.—¿Qué? —interrumpí— ¿Qué tenés que decirme? —y mi cara era de susto. Mientras el pecho me latía cada vez más fuerte y una nube de excitación afloraba entre nosotros —Yo —apretaba la mandíbula y cerraba los ojos en un largo silencio—...Nada.—¿¿¿Qué??? ¿Pasa algo? ¿¿¿Qué es??? —lo miré un poco asombrada por su expresión.—Voy a cogerte muy duro, fuerte y te juro por el mismo Dios del universo que por mas marido que tengas , no vas a sentir lo mismo con otro hombre despues de Mi -su mirada es poderosa - Por más duro que sea el camino quien pisa fuerte deja huellas! y querida mía puedes créeme que yo lo se hacer ! -levanto una ceja - hace muchísimo tiempo lo deseo.... No sé cómo voy a controlarme, es una fuerza interna que me arrastra siempre y más con vos. Creo que jamás deseé tanto tener a una mujer como te deseo, y de verdad que lo hago —ni bien terminó de decirlo,yo sentia que me derretía - se acercó a mi boca de forma avasallante y mirándome fijamente a mis labios susurró —Quiero que te mojes del solo verme, someterte es lo único que deseo en estos momentos. Eso quiero —y cerró los ojos para aspirar nuevamente mi perfume Me clavó la mirada en los ojos. Yo lo sentí cómodamente excitante.—Dame permiso para cogerte como quiero, que más que coger,¡es una sesión especial! Si no es así, te sugiero que te vayas. Cuanto,antes mejor —susurró.—¡¡¡No!!! ¡Quiero quedarme! —contesté mientras pensaba "¿Porqué habla de esa forma?" Sentí como si sus palabras quisieran alejarme, sin embargo su cuerpo me llamaba.Seguimos subiendo, ambos completamente encendidos.Era una oficina cómodamente amoblada, algo grande. Casi en elfondo había tres cajas cerradas. Ahí recién puede observarla, ya que ese mismo día, de tan mal que estaba, no lo había hecho. Tenía muchísimo confort; una arañas de cristal con luces atenuantes realmente adorables.—¿Qué hay en las cajas? —le pregunté.—Más arañas de cristal.—¡Qué hermoso, me encanta! —exclamé mientras suspiraba y lo observaba. Adoraba absolutamente todo de aquel hombre. Caminaba mientras quedaba en una punta de la habitación. Él bajo de un sobrepiso donde estaba un escritorio grande de algarrobo de estilo barroco tallado a mano. Se sentó en una esquina sobre del escritorio.A simple vista se notaba mucho más tranquilo estando lejos, como sial alejarse pudiera tener el control de sus deseos. En un costado, un sillón cómodamente grande de cuero marrón. Me miró y me dijo, convoz poderosa, firme, pero dulce: —Vení, haceme unos masajes.Despacio, sin quitar la vista de mí, me acercó colocándome detrás de él. Dejó su espalda a merced de masajes dulces. Él solo dejó su piel a la fricción de mis manos, que poco sabían de masajes. Me puse detrás de él, rodeé con mis manos su espalda hasta encontrarme en los botones y empecé a desprenderlos. Una vez que terminé le quité su camisa, y la tiré hacia adelante, quedando cerca de la puerta tendida en el piso. Ya no estaba enloquecido como cuando subía las escaleras. Se dio vueltas y me miró entera.—Quiero que te quedes quieta —me dijo de repente y su mirada tenía una expresión vigorosa.—Sí —contesté y automáticamente él agregó:—Sí, mi señor. ¡Decilo!—Sí, mi señor —y mis ojos se llenaron de vergüenza y de placer.Me gustaba ese juego, realmente lo disfrutaba. Estaba impaciente y quería lanzarme sobre él, pero no podía. No entendía lo que estaba sucediendo realmente, solo sabía que me gustaba.Él me bajó el cuello de la camiseta hasta dejarlo debajo de mis pechos, de tal modo que parecía un corset marcando mi cintura, pero más abajo. Casi de improviso me tomó de la cintura, me subió arriba del escritorio y mirándome susurro al oído:—Sos mía y de nadie más, eso te lo aseguro. Esta vez será a tumanera, solo esta vez, perrita —y entonces me miró fijamente—. Estarde para explicaciones.Yo sabía que resistirse no era una opción. Esas palabras tan bien pronunciadas eran excitantes, tenía muchas ganas de que su pene estuviera dentro de mí. Sentí la necesidad de desprenderme el pantalón, mientras dábamos vueltas besándonos con fuego en la piel.Él bajó su mano hasta mi vagina, tan suave y apretada, y dijo:—Estás mojada. ¡Bonito! ¡Qué divina sos! ¡Putita, sí, puta hermosa, ! ¡Te gusta la pija, ! —y su voz se había transformado, estaba como poseído.—¡Mírame! —dijo nuevamente con voz recia y ojos punzantes—¿Querés que te haga acabar, putita, cosita rica? —y me dio un cachetazo suave y firme en una de mis mejillas Un calor sofocante de lujuria me invadió...era la primera vez en mi vida que me decían todo aquello y me trataban de esa manera,mientras recordaba que debía responder:—Sí, señor mío.Me miró frunciendo el ceño.—¡¡¡Sí, mi señor!!! —y sonrió pícaramente, pero inmediatamente volvió a la seriedad.Parpadeé entendiendo el error—Sí, mi señor —contesté.Asió uno de mis pechos y lo golpeó dulce, fuerte y preciso. Metióvarios dedos en mi boca. Al dejarlos ahí adentro, empujaba con fuerza como masturbándome de esa manera, haciendo que mi boca derramara saliva. Por otra parte, mi pantalón seguía en mis rodillas, alo que él acotó en mi oído:—Sí, Divina, resistir no te conviene. Me gusta porque voy a tener que ser más duro, así que dejá de hacerte, si vos y yo sabemos loguarra que sos.Mordió y besó mi boca varias veces. Me empujó sobre el escritorio e hizo que me acostara en él. En cierto momento tomó con sumano mi mandíbula, abrió mi boca, la escupió una gota larga y limpiade saliva bien adentro, luego me besó y mordió los labios una y otravez. Yo antes de sentir la saliva de él en mi boca, ya sentía sus labios junto a los míos, lo que me produjo un placer sumamente increíble.Después, él me dio un par de cachetazos puntuales y precisos, ni fuerte ni despacio... bueno, sí, alguno que otro muy fuertes, pero sensuales—debés creerme cuando te digo que no se siente dolor, sino un placer inexplicable—.De esa forma yo, sin embargo, sentí que no podría ofrecerle algomás en esa ocasión. No por no estar tan dispuesta, sino más bien porestar indispuesta, "aunque, sutilmente, tocando mi culo después dedarme una nalgada fuerte, podríamos tener sexo anal", pensé. Pero aunque era uno de mis placeres favoritos, ese día tampoco sería laocasión para ello. En aquella oportunidad solo nos frotamos uno sobre el otro incómodamente, pero embestidos por el placer. Me masturbó con sus dedos sobre mi sexo, no le importó mancharse, y aque él mismo sacó el tampón, evidentemente no le cohibía en lo másmínimo, quizás por la excitación. De todas formas, fue mucha la sangre que quedó entre mis piernas. En un momento me dio media vuelta bruscamente y me puso sobre el escritorio dejándome boca abajocon mis manos apoyadas y extendidas. Acarició mis glúteos y levantado su mano derecha pegó un chicotazo y otro, a los que yo respondía gimiendo y el ardor era algo que se separaba del placer y a ciertonivel se mezclaba dando un poder excitante. Bajó así hasta arrodillarse, mientras me masturbaba, se chupó el dedo de la mano golpeadora y me lo metió en el culo. Yo gemí exaltadamente, pudiendo así llegaral clímax para luego quedar tumbada, casi temblorosa.Mi corazón latía muy rápido cuando escuché:—Bien, gatita. ¡Así me gusta, que tiembles!Él mordió reiteradas veces mis hombros unos segundos después.Yo me saqué el pelo de la cara de un soplo, me enderecé, me di vuel-tas y lo miré a los ojos enloquecida por aquellas sensaciones encontradas. Él, levantando la barbilla desafiante, sonrió sin decir nada.Yo suspiré, todavía colmada de pasión. Me arrodillé, abrí mi boca ymetí su pene en ella.—¡Sí, bonita, así! Mirame, abrí los ojos y mirame. ¡Qué buena niñasos! Siempre supe que sabrías qué hacer —decía en un solo jadeo.Para ese entonces, nuestros cuerpos estaban transpirados de pla-cer. Fue como si hubiésemos podido darnos el lujo de jugar a ser adolecentes... ¿y qué más lindo que aquellas sensaciones entre querer más y no poder?Me tomó de la cabeza fuertemente, metió su pene lo más profundo hasta llegar a la garganta, tan adentro que me daban arcadas, unatras otra. Yo quise poner resistencia, pero cuando intenté hacerlo y era demasiado tarde: él acabó en un elixir y antes de que el mismo lo supiera, sacó su pene, se agachó tapó mi boca con una mano, me miró a los ojos y con la otra mano apretó mi cuello.—¡Te lo tragás! —levantó una ceja— Porque de acá no te movés hasta que lo hagas, así que ¡dale!Yo lo miré fijamente a los ojos, sentí por primera vez redención y mariposas en el estómago. si eso mismo era poesia para mi ,Esa mirada poderosa, esa orden incorruptible... yo solo parpadeé varias veces, respiré y lo tragué. Era viscoso, pegajoso; sentía cómo recorría mi garganta hasta perderse en mi estómago. Fue rápido y lento a la vez, porque lo disfruté.Él me miró sonriente, sacando sus manos de mi cuello. Se levantóy me observó desde arriba, ya su rostro había pasado a otro nivel algo relajado, lleno de preguntas quizás. Tal vez pensaba en cómo reaccionaría yo con eso.Arrodillada con la cabeza hacia abajo, un momento inmóvil, cerré los ojos, pasé mi lengua por mis labios. Levanté la mirada y sonreí, entonces recién pareció respirar, como si su preocupación se hubiera calmado un momento. También sonrió. Me miró y me dijo:—¡Sumisa!Me dio la mano para que me levantara y cuando lo hizo, besó mis dedos tan dulcemente, mientras miraba hacia donde tenía pañuelos yme pasa uno. Apenas tenía unas manchas de sangre sobre mis nalgas. Yo lo acepté y al segundo él se alejó para buscar su camisa. Tenía puesto el jeans hasta la rodilla. Yo, mientras tanto, me vestí rápidamente. Un silencio mortal circundaba el aire. Satisfecho silencio por el momento.Yo, por mi parte, quería más. Sentía una necesidad de entrega absoluta. Deseaba mucho más, muchísimo más de lo que él podría imaginarse. Al referirme a más podría decir que, más sobre ese juego, algo que con el tiempo me haría dar cuenta de que estábamos completamente sintonizados. Sin dudas, nuestros deseos oscuros nos unía.Quería no tener que irme, quería besarlo y dormir en su pecho.Me senté en el sillón para observarlo. Sin darme cuenta cerré los ojos. Y en ese instante me dormí. Aclaro que yo jamás me había dormido en ningún lado que no haya sido en mi cama. En un momento,sentí que me movía dulcemente y me susurraba:—Divina... te dormiste.Yo abrí los ojos y el reloj, como siempre, fijo en sus agujas, dabala invitación a despedirse. Levantándome apenas, lo miré y le dije:—Podés llevarme al límite en todo sentido —sonreí con complicidad. Luego me levanté de un salto y me despabilé Mientras terminaba de arreglarme, le dije:—¿Te imaginabas esta situación?—¡No me tutees! —y continuó—Me he imaginado ésto y muchomás. Y no digas que puedo llevarte al límite porque no creo que sepas cuáles son tus límites ni los míos. Bueno, los míos son bastante jodidos,pero me he sentido tan libre como pudo ser posible, teniendo en cuentaque nunca hablamos bien del tema, y creo que debemos hablar acercade qué cosas me gustan y quiero hacer con vos. Porque lo deseo,porque me urge tenerte en ese estado, no me gusta limitarme.—Bueno, conmigo no lo haga. Tiene libertad de hacer lo que se le antoje... ¡Es que nunca nadie me ha tratado así! —sonrió por dentromi ego y seguía alardeando, "nadie jamás nos han besado así ni nos ha escupido".Me asombrás mucho. Pero, insisto, no digas eso sobre límites.Todo en vos es tan fino y delicado... y a su vez tan arrasador. ¿No te pegué fuerte en la cara, no? —me dijo en tono afligido.—¡Noooo! ¡Estuvo muy bien, me encantó! Me gustan mucho esas cosas que hace —y mientras me sentí envuelta en una sensación de placer, llena de satisfacción, como si una jaula se abriera.—¿No te molestó que te escupiera? No me puedo contener, hago cosas que no están bien, soy una especie de Amo. Me gusta sentirme superior —sus ojos se cerraron como si quisiera alejarse de su propio centro. Luego levantó la mirada, como si luchara contra su orgullo para reconocerlo—, pero las disfruto y también podés disfrutarlas,aunque debo decir que así parecía.—Sí, es verdad, disfruté mucho que me escupiera —me sonrojé al decirlo, sentí un poco de vergüenza a la vez—. Me excitó mucho.—¿Algunas vez te lo hicieron?—No, jamás.—¿Y no te molestó que te tapara la boca para que la tragues? ¿Aqué sabe?Yo parpadeé y sentí calor, pero le dije:—No me molestó para nada, me ha gustado mucho Y sabe a —pensé un momento buscando algo que se pareciera—... piña, a licuado de piña.Él sonrió de costado—Sabor a licuado de ananá —corrigió El morbo entre sus preguntas era casi como el condimento esencial de sus tópicos.—Así es —sonreí dulcemente—. En castellano es piña y en francés es ananá, ¿sabía? —e hice un silencio apretando los labios.—Sí, sabía. Pero no te pregunté nada sobre cómo se dice en cada país —sonrió. Yo también lo hice porque me di cuenta de que con ese comentario me hizo callar o pretendía ponerme incómoda. Entonces agaché la mirada. —Quiero verte siempre. No voy a pedirte que te alejes de mí,porque en realidad quiero todo lo contario. Quiero ser claro con vos,quiero sinceridad, yo seré sincero... te quiero en mi vida. Vas a seguir viéndome, ¿verdad? —dijo con voz suave—¡Sí, claro! ¿Se imaginaba que iba a ser así?—No, me sorprendés completamente. Además de besarte y verque estábamos los dos solos en nuestro mundo, me gustó mucho quepusieras un poco de resistencia, que te agitaras de esa manera... ¡megusta! Y que te arrodillaras a chupármela sin que te lo pidiera. Te confieso que desde aquella vez con tus berrinches de quinceañera quiero tenerte, ¡pero eras tan pequeña! Y mi perversión tiene, aunque no parezca, sus límites. Pero si he imaginado mucho más de lo que podés pensar, Divina.—¡Uy! ¡Sí, de verdad era muy chica! Mmm, me arrodillé en ese momento porque lo sentí, fue algo muy lindo.—Yo trabajo con flores, de hecho me encantan, pero no soy de regalarlas; yo no regalo flores jamás. Sin embargo, hasta eso conseguiste. Creo que los tipos que regalan flores no tienen mucha mástécnicas que esas para seducir. Eso es decir de antemano que te espera sexo "vainilla" por siempre —sonrió maliciosamente.—¿Sexo "vainilla"? —pregunté curiosa.—Sí, el sexo tradicional, se podría decir.—A mí sí me gustan las flores. Es verdad, me regaló tulipanes y más de una vez. Las flores y las joyas de Tiffany me gustan.Facundo me miró y me dijo:—No te pregunté qué te gustaba —miró para arriba y siguió ha-blando— La conexión que hicimos me gustó. Nos entendíamos, llegamos a un grado de intimidad como si hubiera hecho años que nos veíamos... en realidad es verdad —sonrió.Ya la conversación era muy relajada y fluida. Entre nosotros eracomo que una chispa se encendía automáticamente.—Me gusta la libertad que siento al tener una piel tan dulce y rica como la tuya, que me des libertad al someterte —continuó Facundo.—Vos todo... digo, usted es muy rico y duro —levanté una ceja y me pasé la lengua por los labios ¡Sos muy puta! ¡Muy, muy puta! ¡Me gusta! Merecés un trato especial, es lo que deseaste siempre... tan así, que tus sueños a diario son como el que acaba de pasar —dijo con total seguridad.Yo miré para el piso con las mejillas rojas y contesté:—¡Sí! Me siento muy rara, me siento bien, a pesar del día que metocó y las situaciones —me acordé de mi amigo—. Me siento completa, casi feliz —y mi expresión era la de una desorientada.—Me gusta mucho contribuir aunque sea un poquito a tu felicidad.Sos divina, tu piel es suave, con un perfume...—me miró de pies acabeza— Sos diferente. Quiero tenerte conmigo, quiero que me dejes ser parte de tu vida, ¿podrías? Por el momento, pienso aceptar tu con-dición, pero no me gusta compartir. Cuando considero que algo es mío, es mío y de nadie más —y su mirada tenía una nueva expresión.—Es parte de mi vida hace rato, Facundo Azrael. Y no he puestoninguna condición —claro, hasta el momento no entendía claramenteque, recordando, estaba casada.—Si seguimos avanzando, creo que vamos a crear un lazo muy fuerte. Y uno nunca sabe...—Mientras tanto, esto alcanzaría —remarqué— de esta forma, así, alcanzaría —arrugué la frente, casi en pena.—Sos arisca y a la vez te gusta que te dominen, te gusta ser sumisa.—Si me pregunta ahora, ya... sí me gusta que me dominen. Sumisa...no había prestado atención a esa palabra antes. Pero ser sumisa sería yacomo aceptar que tiene el poder...—dije y sonreí dejando ver mis dientes.—Jamás dejarás de ser mi sumisa —exclamó y levantó una ceja—Quiero que seas toda sumisa, pero, sinceramente, creo que estás paramucho más. Pero, igual voy a domarte. Sumisa por elección y a la vez pones una resistencia impresionante, ¡pero porque querés guiar! —me miró pensativo.—¿Cómo? No entiendo. ¡Cómo que más! No sé bien a que se refiere —parpadeé mirando para ambos lados— ¿Qué resistencia? ¿A qué?—Es mucha información. De apoco, de apoco, Divina ¡Ah... ytampoco creo que sepas bien qué es aceptar que otra persona tenga el poder!—Es muy osado ¡¡¡Me encanta!!!Y no sé qué es ser sumisa y no entiendo nada de que estamos hablando en realidad jaja —reí, pero n mi risa era medio nerviosa —¿Sí? ¿Osado? Mmm... Arriesgado suena mejor, ¡ja! No vistenada todavía —dijo con una picardía en sus rasgos— No lo tomaría como riesgo porque —hace una pausa—... depende.Quería hablar, pero callaba, mientras pensaba. Prefiere la acción y entonces me besa y me muerde fuerte nuevamente.Bajamos las escaleras. Salimos a la calle y él miró al cielo y luego me miró a mí mientras sonreía. Me besó y mordió mis labios muy fuertemente de nuevo; cualquier otra se hubiera quejado, pero yo nolo hacía. En la oficina tampoco lo hice del todo, él sabía, entendía todo, podía ver un oscuro secreto, uno que ni yo misma conocía.Me llevó a casa. Me dejó, ni más ni menos, en la puerta. Entré, mebañé y al secarme frente al espejo vi mis hombros marcados. Estaban mordidos en varios lugares. Eran más que chupones, eran marcas dedientes. Abrí mis ojos y exclamé: "¡¡¡Noooo!!!" Me miré los labios ylos tenía hinchados, mordidos. Mis nalgas estaban rojas y marcadas.Me puse una pijama mangas tres cuartos y me acosté. A eso delas 5:30 hs. sentí que se acostaban junto a mí. Inmóvil, fingí dormir,cuando en realidad mi cabello estaba húmedo, mi cuerpo marcado.Pero nadie pregunta nada, nadie reclama nada, nadie se da cuenta delo que no quiere ver.

La Obsesión del Señor FreityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora