[ OSCURO ]

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Oscuros pasillos.

Oscuro.

Siempre todo tan oscuro.

Sigo mi recorrido ignorando los gemidos de dolor y los constantes golpes en las puertas y paredes.

Tanto tiempo, querido amigo.

¿Vienes por mí?

¡Vete!

¡Sácame de aquí!

¡Te mataré!

¡Ayuda!

A medida que voy caminando noto que sólo hay una puerta abierta. Justo como debe ser.
Y tiene su nombre.

Quieren salir.

No pueden salir

No los dejaré salir.

Enfoco mi vista en la puerta que tengo frente a mí, unas grandes marcas de garras la cruzan de esquina a esquina.

Manchas de sangre seca y un fétido olor me reciben al entrar en la habitación.

Este lugar huele a muerte.

Oscuridad.
Más oscuridad.
Mire donde mire.
Es lo único que hay.

Me acerco sigilosamente hasta la persona que se encuentra entre todo ese caos.

Mejor dicho, abismo.

—Já, así que vienes por mí ¿no?—La chica se encuentra desnuda en posición fetal tapando su rostro con sus brazos.—la verdad me sorprendió al escuchar todo ese jaleo allí afuera. Creí que se te había escapado otro.
—ríe sarcástica.

Todo su pálido cuerpo está lleno de cortes, moretones y sangre seca.

No digo nada y ella al notarlo levanta la cabeza.
Su rostro es adornado por más cortes, La sangre seca se mezcla con la suciedad y un gran moretón cubre la mitad de su rostro.

Sonríe, y al hacerlo deja a la vista sus dientes, antes relucientes, manchados de sangre fresca.

—¿Vienes por lo mismo que ellos?
—comienza a reír de una manera maniática, observa sus brazos como si fueran una obra de arte y lame la sangre de sus cortes.

—Necesito tu ayuda.—se queda rígida y me mira sorprendida. Nunca esperó algo así.
—Él confía en ti, después de todo, lo ayudaste a escapar.—continuo al ver que no reacciona.

La sonrisa retorcida regresa nuevamente.
—Él no confía en nadie. Incluso he intentado mandarle regalos, pero se niega.—apunta la montaña de cadáveres que tiene en la otra esquina.

—Él prometió que me sacaría de aquí. Lo hará, lo sé.—su mirada se pierde en algún punto de la habitación.

—¿Por qué lo ayudaste a escapar?—decido hacerle la pregunta que llevo años intentando hacer.

No fue la única.

—Es el más fuerte, si no lo liberábamos, todos habríamos desaparecido.

¿Por qué?

—Porque él quería hacerte daño.

Quiero hacerle más preguntas, pero ella hace un gesto de que no dirá nada más.
Me levanto dejándola sola nuevamente.

Antes de cerrar la puerta escucho su voz;
—Kemény...diles que no me den más de esas pastillas por favor, tienen un sabor raro.

Ya no usamos pastillas.

Cierro la puerta ignorándola.

Oscuro.
Todo siempre era tan oscuro.

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