Capítulo 2. Los sueños sí se hacen realidad

3 1 0
                                    

Una muchacha de cabellos alborotados se encontró agitada acercándose a la escena donde Cleo hacía de la mujer de manos temblorosas y él, el tonto inutilizado por la sorpresa.

En instancias normales la caballerosidad del muchacho hubiera salido a flote yendo a ofrecerse a sostener la carga de la piel oliva, no obstante, ver a Cleo levantar los trozos de vidrio ralentizaron sus acciones. 

¿Dijo algo malo?

—¡Tía! ─Kira detuvo la detuvo antes dirigirse impetuosa a él—. ¿Qué le hiciste?

—¿Y-yo? ─Jadeó inseguro.

Odiaba la idea de juntarse con su mirada pero lo hizo. No era como la de Ariadna enojada, preponderaba a ser más fría, distante y abrasadora en proporciones iguales. Su peor característica radicaba en convertirse en una amenazadora arma blanca capaz de obligarlo a sentirse responsable de todo lo malo del mundo y de rendir disculpas hasta de su nacimiento.

Pese a no tener pruebas temió que la culpa ocupando de nicho su pecho, fuera real.

—¿Ves otro idiota llamado Felipe? —recriminó alzándose sobre él. 

Otra de sus enormes cualidades es que el efecto dominante de su mirada se esfumaba una vez abría la boca. A él nadie le faltaría el respeto. Por lo tanto, dejó a la izquierda el respeto y se puso de pie para resaltar la media cabeza que le ganaba. No había hecho nada malo. O eso esperaba.

Ella no resultó afectada en los más mínimo.

—Ten cuidado en cómo me hablas.

─¿O si no qué? ¿llamarás a tus guardias? ¿les dirás que estás profundamente herido por mí? ─Su sonrisa delató un deje afilado de burla—. Te recuerdo que la puerta es ancha, suficiente para que su Alteza se largue sino le gusta el trato.

También rió. 

—Estoy aquí como invitado de tu abuela, si me voy a ir será cuando ella me diga.

—Pues mi abuela respeta mis opiniones.

—¡¿A quién carajo llaman abuela?!

De lo siguiente que fue consciente era de su oreja torcida por dedos hábiles y los lamentos de Kira en comunión con los suyos.

—¿Me veo con la edad de una abuela? ¿crees que porque parí a tu madre ya no soy joven? —exclamaba Cleo sin aflojar el agarre—. ¡Digan algo! A ver, ¡hablen!

—¡No, Tía, no! ─gimoteó Kira.

—¡Nos equivocamos! ¡lo siento, tía!

Cuando creyó que la oreja se le caería la sangre volvió a fluir por el miembro. Se sobresaltó por una palmada en la nuca también proporcionada de la diligente mano de la tía. Sí, la tía.

—Bien. Piensen en su error mientras tiro esto... Já, abuela, mocosos malcriados, ¡abuela serán sus madres!

Luego se fue dejando a sus espaldas un enorme portazo. La tensión del momento flotó dispersa en el lugar.

¿Cómo llegó a tal punto? Iba por una interpretación de sueños, no para armar una contienda con la apática nieta de Cleo por una taza rota.

De soslayo concretó que la castaña sufrió el mismo castigo pues acariciaba su cuello enrojecido; ¿cuál era su problema?, él no hizo nada malo y terminó siendo el villano, derrotado y gravemente herido.

Ella no fue digna de verlo, menos de mostrar arrepentimiento, de hecho, no lograba predecir las acciones de la chica aunque quedaba en evidencia el enojo carcomiendo su paciencia.

Ladrones de coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora