Al terminar solté el aire que sin darme cuenta había aguantado todo este tiempo.
Me quedé sentada sin poder conciliar el sueño haciedo garabatos en otra libreta sin seguir un orden en particular extasiada por el dolor en mi corazón y fue ahí donde un ruido hizo que mi corazón se volcara. Era mamá, su cabello despeinado hacía juego con su cara de preocupación.
—¿Qué haces despierta a estas horas?— Se acercó y miró por encima de mi hombro.— Violet... ¿Te sientes bien?
Alzé la vista y vi en sus ojos un poco de angustia.— Pesadillas, ya sabes, lo usual.—Pero sus ojos no me veían, estaban dirigidos hacia mi libreta.
Giré y todos esos garabatos formaban una imagen que se podían distinguir muy bien de que se trataba. Un quirófano, un paciente y una mujer de vestido negro con flores recargada en la camilla.
—¿Dónde viste eso?
—Solo estaba dibujando y no me había dado cuenta...
—Somos el y yo. ¿Cómo es posible que sepas lo que usé ese día? Te contaré algo Violet.
Mientras el estaba ahí, sin más, creía que contándole cosas ya sabes, haciendo que su mente no muera; le recordé la vez que fuimos a disney detalladamente hasta la vez que casi atropello en el hotel a una anciana y nadie se había enterado. Le pregunté mil cosas que no pude hacerle antes. Le dije todo lo que mi corazón podía brindarle. Todo. Hasta le rogué que me dijera la razón por la cual quiso arruinó mi matrimonio al igual que mi carrera. Pero no obtuve respuesta.—dió un pequeño sollozo y una lágrima atravesó sus labios—yo... Nunca le dije que lo lamentaba, me di cuenta que era lo que más apreciaba hasta que murió.
Cuando tenía malos sueños sobre que el moría, mi corazón sentía que tenía que llamarle. No importa que hora fuera, nunca me decía nada.
—"Elizabeth, ¿que pasó?
—¿Estás bien?
—Si, mejor que nunca, me siento en la flor de la vida. Ya sabes, mientras más viejo me hago, más me siguen las damas.
Siempre me hacia reír en los momentos menos indicados.
—Me alegro papá pero cuidado con tu celosa mujer.
—Solo tengo ojos para ustedes dos, son mi razón de ser.
—Te amo papá. Ah, y lo siento por despertarte.
—No te preocupes Elizabeth, yo nunca duermo. Ya sabes, la costumbre de las llamadas nocturnas del hospital. Dime, ¿Cómo te va? ¿Como está la princesa?Y así seguíamos toda la noche hasta que el sol salía.
Tres lágrimas corrieron por su mejilla reflejadas por la luz de la luna. Tomó mis manos y con un simple beso en la frente me dijo adiós.
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Letters to heaven
Non-FictionPara: Harold Donde te encuantres. De: Violet Primera habitación frente las escaleras.