"... Hace cientos de años, antes de que Amoxtli se levantara sobre las tierras y que Tenochtitlan viera a Quetzalcoatl, los antiguos Aztecas viajaron miles de kilómetros desde el norte, desde una tierra dorada, llena de paz, riqueza y prosperidad; La gran Aztlan, la tierra entre las aguas de la vida. Con el designio de encontrar su tierra prometida por Huitzilopochtli, nuestros antepasados caminaron por años, cruzaron Tula, la ciudad fundada por Quetzalcoatl, Atotonilco bañada en agua hirviente, Apaxco y la inmensa vasija de roca ardiente, Zumpango y su muro de muerte, Cuautitlán la ciudad de las mil serpientes y fue en la montaña que rompe el bosque de Chapultepec donde fueron apresados por un conjunto de pueblos. Pero su ferocidad no tenía punto de comparación, su fuerza desbordaba y ahogaba a sus contrincantes. En la guerra contra Xochimilco se alzaron con las cabezas de sus enemigos y se ganaron su libertad, para al tiempo, encontrar el lugar tan ansiado. Sobre un nopal y comiendo una serpiente, sobre un hermoso lago comparable a la gran Aztlan, ahí, es donde su pueblo se alzaría, donde nuestro pueblo se alzaría..."
Las altas llamas de una rústica chimenea son objeto de una mirada atenta y una carita sonriente, reflejadas sobre los ojos somnolientos de un pequeño y adormilado Tízoc que escucha y no se pierde una sola palabra de su abuela.
El pequeño Tízoc es un niño inteligente, con una capacidad de imaginación fabulosa. Sobre todo es un niño feliz, con sus cabellos oscuros, largos y lacios, y sus labios delgados y bien definidos en contraste a la forma de su cara algo tosca. Así como su piel tostada pero limpia en toda su extensión. Su carita siempre está llenas de pequeñas pecas distribuidas por sus mejillas y algunas en su frente. Su sonrisa siempre es cálida, amplia y blanca. Tízoc perdió su primer diente hace unos días, dejando un pequeño espacio en la parte inferior derecha de su maravillosa sonrisa resplandeciente.Recostado sobre el pecho de su amada abuela es como Tízoc se acuna, imaginando en las cenizas incandescentes a sus antepasados, caminando sin parar y rompiendo cualquier adversidad. Una lúcida ilustración que goza de un lujo de detalles increíble, y todo dentro de su pequeña y chamuscada cabecita que comienza a ceder ante el sueño.
Aunque algo alejada de la realidad, su imaginación echa a volar. Puede ver claramente la gran Tula, algo distorsionada y bajo la influencia de su propia inocencia; grandes casas llenas de niños al igual que él abrazados de sus abuelas, viviendo la calidez de sus historias, sonriendo y creciendo rodeados de amor. Y al soberano Quetzalcoatl volando por los aires con sus plumas de todos los colores, saludando a las personas y arrojando un polvillo dorado llamado esperanza.
Puede sentir el calor que despide el agua hirviente que cae desde el cielo en la ciudad de Atotonilco, y a sus habitantes bañándose y nadando en ella, jugando a salpicarse tal y como él suele hacerlo con Komon en el lago cercano a Amoxtli, aunque sus aguas no son muy cálidas...
Siempre se pregunta ¿cuanta cerámica habrán tenido que usar para crear la inmensa vasija de Apaxco? Y aunque no conoce su magnitud, su imaginación no tiene problemas con crear una mucho más grande que cualquier otra cosa que jamás haya visto en toda su vida, superando la gran piramide del sol por muchos muchos metros. Una vasija ardiente al tacto y dura como la roca. ¡A la abuela le encantaría! Siempre está preocupada por que su chimenea no se apague... ¡Con un trocito de vasija podría salir a jugar con Komon y conmigo sin que su chimenea se apague ni tenga que preocuparse!
Las imágenes negativas también son parte de su pequeña imaginación, y es aquel gran muro de muerte de Zumpango el que le aterra. ¿Como sería que mueren los que se le acerquen?
¿Qué clase de maldición le enviaron los Dioses a los pobladores de Zumpango para hacerles algo como un muro de muerte? No puede imaginar algo más que su peor pesadilla custodiando aquel muro; ¡el Ixpuxtequi! ¡Con sus patas de águila y su fea cara rota!
Yitzali, la mejor amiga del pequeño Tízoc siempre lo asustaba con ese cuento que sus padres le contaban para que no se alejara más allá de donde pudieran verla. Pero al pequeño Tízoc le caus pavor y concluyó, por una de sus pesadillas, que era él quien custodia y mata a todos aquellos que se acerquen a Zumpango.
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Aztlán: El Arma Dorada. |Cancelada|.
FantasyLa gente Azteca siempre ha creído en las deidades, señores de todo lo divino y creadores de todo lo demás. Hasta que uno descubrió su secreto; los dioses son mortales. Entonces, un nuevo dios intenta renacer, suplantar a Tonatiuh, ser un mejor dios...