Prólogo

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—¿Qué animal te gustaría ser?

La voz de Kathy se alzaba por sobre mis pensamientos. Al levantar la cabeza y encontrar mis ojos con los suyos, entendí que se estaba refiriendo a mi. Aunque eso era obvio. Éramos solo nosotras en la habitación.

—No me mires desconcertada—Al darse cuenta de que no sé cómo responder, Kathy continúa, arreglando la voz como si recitara un discurso. No me extrañaba. Le encanta darme sermones—. Es sentido común que cuando visitas a alguien, es con la finalidad de colocar toda tu atención en esa persona. Y eso es justo lo que no estás haciendo.

No podía contradecirla sabiendo que ella tenía la razón. Así que guardé esa satisfacción para otro momento.

—Perdón. Si te estaba escuchando— Eso no era del todo real pero tampoco una mentira. A pesar de haber estado vagando en mis pensamientos, había logrado escuchar su última pregunta. En silencio construí la respuesta mientras Kathy apretaba su quijada demostrando su molestia—. Me gustaría ser un gato.

   De camino a casa pensaba en la respuesta que le di a Kathy. Aún tenía en mi mente las palabras que me dedicó posterior a eso.

   "—¿Es enserio, Tina? De todos los animales entre los cuales podías decidir, escogiste el más aburrido de todos—Incluso en mi mente pasaban las imágenes de su rostro sorprendido, mirándome con esos ojos pintados que siempre se retoca. Aunque su diseño es bastante simple, atrae completamente—. Si te gustan los felinos está bien. Pero hay unos mucho más interesantes, como un tigre o un guepardo."

   La verdad no me parece que los gatos sean tan aburridos. Es cierto que pueden dormir la mayor parte del día, pero eso es lo que los hace interesantes. ¿Qué grandes aventuras tienen cuando no los vemos? Tan desgastantes que les provoca una somnolencia que ante nuestros ojos parece excesiva.

   El camino a casa no es muy largo. Entre la estación central de Ámsterdam y Haarlem en tren, son aproximadamente 15 minutos. Los trenes aquí en Holanda son muy prácticos y conectan absolutamente todos los lugares de este país. Ámsterdam es la gran capital de los Países Bajos y Haarlem se parece mucho, solo que más rural y con menos circulación de personas. Aún así, no deja de ser un lugar hermoso. Aunque para mi, todo paisaje de este país europeo es precioso.

   Llegando a la estación central en Ámsterdam, tomé la línea A9, la más rápida, y agradecí que no sea la hora punta. Me establecí en uno de los asientos cercano a la puerta, coloqué mi pequeña mochila sobre mis piernas sacando mi cuaderno de tapa dura color marfil, junto con un lápiz y comencé a realizar trazos sobre una hoja sin utilizar. No dibujaba nada en concreto. Sólo permito que mi mano encuentre un lugar de comodidad con cada trazo. La gente a mi alrededor parece borrosa y solo me concentro en la relación entre el lápiz y la hoja, una danza que muchas veces cuesta comprender, es un momento de creación tan mágica donde canalizas tu energía en cada movimiento. Es una sensación de satisfacción cuando descubres que tu trabajo termina en una imagen agradable.

   —Station Haarlem—Sale la oración de cada altavoz situado por sobre las puertas de entrada y salida. Aún no logro acostumbrarme al idioma neerlandés, pero agradezco que al menos esta frase sea similar al inglés.

   Cerré el cuaderno dejando en anonimato el diseño que había creado. Guardé lo más rápido posible y agarrando mi mochila salí del tren para dirigirme a las afueras de la estación. Había llegado a mi hogar.

   Saliendo de la estación  dirigí mi rumbo hacia la plaza, la cual es bastante característica por una estatua que reluce en el centro. La figura está compuesta por una pareja, hombre y mujer, colocados de espaldas entre sí, como si quisieran unirse pero con un muro que se los impide. Saliendo por la calle Stationsplein, doblé hacia la izquierda por la calle Kruisweg, en una caminata por el característico sector de cafeterías y restaurantes. El hambre me tienta a posarme en uno de esos locales, pero la tarde corre y dentro de unas horas será cuando la luz del día acabe. Así que continué el camino, que luego de unos minutos se alza por sobre Nieuwe Gracht, un canal por donde la gente puede transitar en botes o lanchas. Al cruzar el canal la calle cambia su nombre llamándose Kruisstraat, y las cafeterías son reemplazadas por tiendas de ropa y accesorios. Siguiendo el rumbo las calles modifican sus nombres pero todas llevan hacia Grote Markt, donde un gran mercado se extiende por aquella plaza dando la oportunidad a las personas de acercarse y adquirir algunos de los elementos que exponen. Continuando por la Plaza del Gran Mercado, se llega a una cuadra característica por encontrarse unos cuantos museos renombrados de Haarlem. Aunque solo me dirigí a uno, el Frans Hals Museum.

   El principal museo de Haarlem está ubicado sobre Groot Heiligland. Una de las calles más pintorescas de la ciudad. No me interesaba entrar en él, sino que me dirigí a sus alrededores, que a mi percepción son las zonas más bellas de Holanda. Entré por una calle estrecha con casas construidas típicamente con ladrillos como muchas de las construcciones. La vegetación pasa por los muros creando arcos por sobre el camino, muchas plantas con flores se hacen pronunciar con los últimos rayos de luz del día y las bicicletas se ocultan entre las sombras que se forman. Me sorprende la confianza que tienen estas personas con sus pertenencias. Sin embargo, no puedo negar que me gusta lo buena que es la gente en este país, en toda la expresión de la palabra. De donde vengo, Latinoamérica, Chile específicamente, no puedes darte el lujo de confiar en el resto.

   Detuve mi paso agitada delante de una puerta marrón, rodeada por ladrillo rojizo con vegetación en forma de musgo en los bordes. La ausencia de luz me dió a entender que mi madre aún no llegaba. Así que saqué las llaves de la mochila e introduje la correspondiente en la cerradura. Un pequeño sonido apagado se da a pronunciar, la puerta se abrió y al momento de dar el primer paso un sonido me para en seco. Un llamado delicado pero con la intención de hacerse notar, como una melodía agradable que no puedes ignorar. Miré a mis espaldas y un gato con un pelaje plomizo sentado sobre su cola, me observaba fijamente con sus ojos amarillos. Era precioso. Pero algo en su mirada me absorbía completamente, como si tomara mi alma con la intención de llevarla a algún lugar.

   Mi alma quiere abandonar este encierro terrenal. Anhela ir a un lugar, por el contrario, no se a donde quiere llegar. Puede ascender hasta el mismo trono de Dios. ¿Qué encontraré allí?

A través de los ojos del gatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora