Capítulo 6

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Llegando a la casa me dirigí a la cocina y saqué una botella de agua fría del refrigerador. Bebí un sorbo y me fui con ella a la sala y me tiré sobre el sofá.

Estaba muerto. Agotado, en todo el sentido de la palabra.

Qué pasará ahora?. Conocí a un tipo estupendo, que será mi nuevo jefe, por el que estoy completamente embobado.

Todo lo que hicimos hoy. Se nota que es un hombre trabajador y muy cuidadoso con lo que hace. No es un tipo que le gusta que le den todo hecho.
Es tan amable, tan serio y tiene una sonrisa tan hermosa....aaaaah, pero en qué rayos estoy pensando?!. Como si no hubiera sido suficiente la vergüenza que pasé en la mañana cuando lo conocí!.

Cómo me atreví a mirarlo de esa forma tan descarada?!. Lo del almuerzo, ese mesero raro, y para colmo, lo de ahora. Yo, haciéndome la difícil, para que no me trajera a casa, cuando era lo único que quería; porque deseaba pasar más tiempo con él.
Espero que de verdad no se lo tome a mal.
Qué hago si se enoja conmigo?!

No me di cuenta, cuándo me quedé dormido, después de pensar tantas estupideces.

Por la mañana me desperté asustado cundo mi mamá me habló. No había escuchado la alarma. Mi celular se descargó y ahora, si no corría, iba a llegar tarde.

Me duché de carrera y me vestí. Por suerte mi santa madre siempre mantiene mis cosas bien arregladas.
Lo sé, lo sé...es que soy su regalón, su bebé, como ella dice.

Cuando salí de mi habitación ya arreglado, mi madre me esperaba en el comedor con un sándwich y un pequeño termo con mi café con leche. Le sonreí. Guardé todo en una bolsa para meterla en mi mochila y salir corriendo de allí. No sin antes besar el rostro de mi madre. Es lo más grande e importante que tengo en mi vida.

Salí de casa y gracias a mi mamá, no fue necesario que corriera. Mientras yo me arreglaba, ella llamó un taxi, que me estaba esperando. Corrí donde ella y le di un fuerte beso en su mejilla agradeciéndole.

Ella siempre un paso adelante. Qué un paso...kilómetros, si a veces creo que hasta me lee la mente.

Subí al taxi indicándole la dirección al chofer. En pocos minutos llegamos.

Cuando al fin estaba en mi puesto, acomodando mi cosas, apareció mi jefe por la puerta. Me miró de piés a cabeza y me saludó.

* Buenos días señor Ortiz. Listo para comenzar?
+ Buenos días señor...po...por supuesto que estoy listo. Hablé con una sonrisa tímida en mis labios.
En su rostro no reflejaba expresión alguna. Sólo una mirada seria, pero relajada. No parecía enojado.

Era mucho peor, estaba indiferente. Y yo había vuelto a ser el señor Ortiz. De alguna manera eso me hizo sentir triste. Me ardieron los ojos. Traté de calmarme.

Estaba siendo exagerado. No podía darle rienda suelta a éste tonto corazón que tengo.

Él era un hombre que yo no conocía para nada. Él era mi jefe y nada más. Yo...yo sólo debía concentrarme en cumplir sus órdenes y hacer bien mi trabajo, nada más.

Cómo haré todo eso?! No lo se, pero tengo que intentarlo al menos.

Respiré profundo, sequé una lágrima boba que quiso escaparse.
Pensarán que soy un exagerado...pero es que no saben cómo me hace sentir ese hombre, desde la primera vez que lo ví. Quien se haya enamorado a primera vista sabrá lo que digo. Aunque el decir "enamorado" si sea una exageración. Pero no sé de qué otra manera describir lo que siento.

Como sea...(sacudí mi cabeza, respiré profundo, y solté el aire lentamente) debo concentrarme en mi trabajo. Dejar de lado estos pensamientos absurdos, y hacer lo que tengo que hacer como corresponde. No quiero defraudarlo, y que para colmo piense que soy un inepto.

Seguimos con lo que había quedado pendiente el día anterior. Organizamos documentos, archivos, la información de los nuevos proyectos, programas y los comerciales de los aparatos nuevos que se habían lanzado al mercado.
Dante, puso especial atención en la nómina de los empleados.

Leyó sus hojas de vida, recomendaciones y quejas de cada uno de ellos con mucho cuidado.
Me preguntó por algunos, si sabía alguna información que no estuviera en esos informes.

Yo le respondí lo poco y nada que sabía. Aproveché la oportunidad, ya que me estaba preguntando, de darle mi opinión personal. Él me escuchó, en algunas ocasiones asintió. Todo ese tiempo pasó, sin dedicarme una... sola... mirada.

Eso me hizo sentir triste...hubiera preferido mil veces que estuviera enojado conmigo, por haberme comportado como lo hice la noche anterior. Aunque sigo pensando que hice bien. Pero su indiferencia me duele...me duele mucho.

Al medio día, mi jefe puso unos documentos en su maletín, tomó sus objetos personales y se levantó de su asiento y por fin se dirigió a mí, para decirme que fuéramos a almorzar.
Soy su asistente, y mientras esté en horario de trabajo debo acompañarlo.

Volvimos a ir al restaurante italiano de ayer. Por lo visto le gustó el lugar. Nos atendió una chica esta vez; porque el camarero raro estaba ocupado.

De todas formas, no puede evitar notar su mirada insistente, y mi jefe, por lo visto, también lo notó. Porque de vez en cuando, me dedico una mirada inquisidora o fruncía el ceño, pero no hizo ningún comentario.

Esta vez, en lugar de tener una conversación relajada...trabajamos en los documentos que él trajo en su maletín. Me conformé; porque al menos, así me dirigía la palabra. Cuando terminó la hora del almuerzo, volvimos a la oficina a seguir trabajando. Todo el tiempo sintiendo ese ambiente tenso entre los dos.

Habíamos estado tan ocupados, que no me di cuenta de lo tarde que era, hasta que él me habló.

* Señor Ortiz, es todo por hoy. Dijo mirando su reloj de pulsera. Ya terminó su horario laboral. Puede retirarse.

No sé por qué sus palabras me hicieron sentir una punzada en mi pecho y estómago.

+ Cla...claro señor Villalba.
Como pude le sonreí y me levanté de mi lugar ordenando mis cosas y los documentos que tenía sobre mi mesa.

Cuando estuve listo, tomé mi chaqueta y me puse mi mochila al hombro dispuesto a salir de allí.

* Benjamín...mañana cuando venga al trabajo...no use traje. O sea...vista un poco más relajado, pero siempre manteniendo las normas de la empresa. Haremos trabajo de campo, así que...vista algo más cómodo, pero que siga siendo sobrio. Está bien?.
+ Por supuesto señor Villalba, así lo haré...no se preocupe, entiendo. Entonces...buenas noches señor, hasta mañana.

* Bien, hasta mañana. Se despidió con una sonrisa cálida.

Yo le devolví una sonrisa sincera. Sentía que me había vuelto el alma al cuerpo. Dijo mi nombre!...y me sonrió!...Sentí un gran alivio. Era como si pudiera volver a respirar.

Que bobo soy. Me fui a casa tranquilo, contento, sólo faltaba que diera brincos por todos lados. Mañana será un nuevo día.

Mi príncipe sapoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora