El último adiós de nuestro amor

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Le apunté con el arma directo a su cabeza. Él se encontraba tumbado en el suelo en una especie de posición fetal. Se arrodilló para que yo pudiese verle mejor.

Su cara; llena de miedo, horror, angustia y terror se tensó en una mueca que rozaba la tristeza absoluta y hasta por un segundo tuve compasión de él.

Por su sien izquierda, un pequeño hilillo de sangre caía con delicadeza. Sus labios, sus labios resecos e hinchados ya no eran, ya no eran los que solía yo besar en los momentos más ardientes de nuestra absurda pasión.

La comisura de estos se hundía como si fuesen unos pequeñitos y diminutos hoyuelos, una imperfección en lo había sido un rostro irrealmente perfecto. Amaba admirar eso, cada pequeño detalle que no era perfecto. Acostumbrada solo a ver el azul de sus ojos tan intensos como el mar, su cabellera tan rubia que parecía plata, el ancho de sus hombros y espalda, sus brazos fuertes y musculosos habían sido tan perfectos que parecía no ser humano, pero yo había encontrado algo que no encajaba con esa irreal perfección y por eso lo amaba.

Ahora, el azul de sus ojos ahora había perdido su intensidad y solamente transmitían lástima a cualquiera que le mirase en ese instante. Arrodillado frente a la mujer que más le había amado en su vida. Ésta, sosteniendo en sus manos el arma con tan sólo una única bala, en una estancia abandonada con el piso blanco y poco pulido. Se sentía frío en la habitación. En sus ojos se veían lágrimas y en su rostro casi perfecto ahora yacían moratones, cicatrices y sangre. Su cabello enmarañado y su ropaje deshilachado.

—¡Yo era la mujer que más te amaba! —Le espeté de repente aún con el arma en la mano y mí dedo índice sujetando con firmeza el gatillo de ésta. Y recordé, y recordé la primera vez que le dije que le amaba. Una noche lluviosa en la cual nos encontrábamos abrazos, él me sujetaba por la cintura, me acercó lenta y delicadamente a su boca y sentí su respiración en mi cara, finalmente luego de verle a los ojos, me besó y yo le besé y por fin se lo dije. Las gotas de lluvia nos empapaban.

La última balaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora