Primera vez

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En aquella ocasión me desvestí y le entregué todo de mí, lo que nadie había visto y tocado antes. Todo se lo di, su tacto fue suave en aquella ocasión. A la luz de la luna llena todo resultó mejor, el sabor de sus besos, el aroma de su cuerpo y la satisfacción final, sin duda jamás se repetiría de nuevo esa ocasión.

O eso había creído yo.

—Un par de meses antes de nuestro aniversario, tú estabas vuelto loco de pasión por mí. Desde el inicio de nuestra relación tú querías acostarte conmigo, lo deseabas, lo necesitabas. Tenías que hacerme tuya, tenías que follarme para jactarte de eso con tus amigos.

>>Ese atardecer de Marzo me hiciste sentir como un ángel. Me trataste como una reina. En esa ocasión me sentí como si fuera la única chica de tu vida. Me hiciste tuya y yo me entregué a ti.

>>No sabes de lo mucho que me arrepiento de haber hecho eso.

Detuve un instante mi relato y lo miré con odio. Ya casi era su final. Por fin todo iba a terminar por fin.

—Llegué a tu departamento, me esperabas sin camisa en la puerta. Me sonreíste seductoramente  y yo caí rendida. Caminé despacio hacía a ti, admirándote. —Me dolía recordar eso. —Te alcancé y tu me rodeaste con tus fuertes brazos mientras yo pasaba mis dedos sobre tus grandes pectorales.

>>Me llevaste alzada hasta tu cama. Estabas seguro de que estaba lista. Yo creía que lo estaba. Me pusiste en ella con delicadeza. Me besaste y sabías a gloria. Con mis manos rodeé tu espaldas mientras tus labios bajaban por  mi cuello hasta llegar a mis pechos. Me quitaste la camiseta y el sostén como un profesional en ello.

>>Te quedaste allí durante un rato. Los besaste, mordiste, manoseaste, te divertiste mucho con ellos. Tú creías que yo me divertía. Tus besos siguieron bajando por mi abdomen hasta que llegaron a mi pelvis. Bajaste el cierre de mi pantalón y arrancaste mi ropa interior. Me miraste a los ojos. Tu mirada era la de un animal. Sacaste tu lengua y la metiste en mi vagina.

>>Yo gemía y no precisamente de placer. Durante varios minutos te quedaste allí. Sentía como sacabas y metías tu lengua dentro de mí. Luego de haberla saboreado te levantaste y te bajaste el pantalón. En tu bóxer negro se veía marcado un gran pene.

>>Te quitaste el bóxer y vi lo grande que era. Luego te acercaste a mí y tomaste mi cabello y metiste tu gran polla en mi boca. Casi me ahogabas con esa cosa. Creías que yo lo disfrutaba porque tu lo disfrutabas. Inexplicablemente sabía dulce, pero no lo disfruté porque me lastimaba la garganta. Te viniste allí luego de un rato. Sentí ganas de vomitar en ese momento. Te miré y dijiste que todo eso estaba bien y yo te creí.

>>Sacaste tu pene de mi boca y lo introdujiste en mi vagina. Sentía como si un pescado se revolviera dentro de mí. Grité de dolor y tu pensaste que era por placer. Yo era virgen. Sentía como me desgarraba. Durante unos quince minutos tu disfrutabas. Te cansaste de mi vagina.

>>Con tu fuerza me volteaste y me pusiste en cuatro. Quise resistirme, pero era obvio que no podía hacer nada.

—Verás el cielo con esto.—Dijiste.

Vi el cielo, pero no a causa del placer.

—Luego metiste tu  polla en mi ano. Volví a gritar de dolor a causa de lo que sentía. Sentía como tu pene entraba y salía de mí. Te dije que pararas pero tú no me hiciste caso y volviste a decirme que todo estaba bien.

>>En retrospectiva todo era perfecto. La luz, el aroma, el lugar, tú. Por eso cuando acabaste me dijiste que los dos lo habíamos disfrutado. Cuando te habías venido dentro de mi ano lo dijiste y luego te fuiste. Sin más. 

Esa había sido mi primera vez.

 Luego de un rato volviste y te acostaste al lado mío. Me rodeaste con tu brazo y pusiste mi cabeza en tu pecho. 

—Jamás te engañaré. —Me dijiste mientras estaba recostada en su pectoral izquierdo. —Te lo prometo.

Pero las promesas se rompen. 



La última balaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora