𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 3

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𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 3 | 𝐌𝐢 𝐦𝐚𝐝𝐫𝐞 𝐚 𝐦𝐮𝐞𝐫𝐭𝐨

𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 3 | 𝐌𝐢 𝐦𝐚𝐝𝐫𝐞 𝐚 𝐦𝐮𝐞𝐫𝐭𝐨

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El coche parecía volar. Habían tenido la buena suerte de que, Bill, se habida sacado el carnet hacía tan solo unas semanas. Y en ese momento, todo era de vida o muerte.

—¡Richie! ¡Richie por favor, no me dejes! ¡Richie! ¡Aguanta, aún te necesito! —gritaba Eddie a todo pulmón, pero el azabache no respondía.

Stan lloraba, mientras se aseguraba de que no saliera más sangre de las muñecas de Richie. Bill y Eddie nunca lo habían visto tan destrozado, tan débil. El castaño aún esperaba que hubiera alguna manera de volver al pasado e evitar todo lo que estaba pasando. Pero parecía que todo, absolutamente todo lo que pasaba, era su culpa. Y tal vez fuera así.

Mi madre ha muerto.

Todos los presentes se giraron a mirar al de gafas. Éste no sonreía, no lloraba, solo permanecía con los ojos abiertos, mirando al infinito. Beverly abrió la boca, como para comentar algo, pero rápidamente la volvió a cerrar. No sabía qué decir. Los otros tampoco sabían cómo reaccionar. Nunca sabían sin Richie estaba haciendo broma o no, pero en ese mismo momento, parecía estar hablando de verdad. Y la verdad era cruel.

¿Richie? Stan fue el primero en hablar, apoyando una mano en el hombro de su mejor amigo. Lo siento, compañero, debe ser muy duro para ti.

Ahora una lágrima traicionera parecía estar derramándose por la mejilla del de gafas, pero tal vez solo fuera la imaginación de Eddie. Aún con los ojos cerrados, parecía estar arrepintiéndose de algo, o tal vez de sus acciones. Y casi pudo transmitir su dolor a los otros perdedores. Porque cuando pierdes a alguien importante en tu vida, parece que el mundo se va acabar de un momento a otro. Pero nunca es así. Tienes que continuar caminando. Beverly se abalanzó hacia su amigo, rodeándolo con sus brazos. Richie solo dejó que lo sacudiera, y, entonces, derramó sus lágrimas en el hombro de la pelirroja. Mike, como si hubiera sido citado por el destino, también se unió a ese extraño abrazo, fabricado con tristeza e añoranza. Porque ellos eran unos perdedores, pero nunca abandonarían a uno de los suyos. Y en ese caso, en ese abrazo, Richie pudo sentir la energía del verdadero amor, de la amistad, de la luz de muchas vidas destinadas a estar juntas. Y no lo entendió. No entendió los insultos, ni las burlas, ni a los chicos populares. Porque, ¿quién no desearía ser uno de ellos? ¿Quién no desearía ser un perdedor?

Muchas gracias, chicos —susurró el azabache cuando se separaron, quitándose las gafas—. Era una persona muy importante para mí.

Y otro incómodo silencio se quedó gravado en el aire que respiraban. Stan tosió suavemente, y rodeó a Richie con un brazo, atraiéndolo hacia él. Se podía decir que el judío era el que llevaba más tiempo soportando al de gafas, y que por lo tanto, lo conocía más. Y Eddie sentía unos tremendos celos al pensar en eso, y ni siquiera entendía por qué.

Todo va a ir bien, amigo dijo Stanley, con su típica sonrisa. Te lo prometo.

Te lo prometemos rectificó Ben, y observó a todos los del grupo, que solo asintieron.

Eddie quería sujetarle la mano a Richie, pero tenía miedo. ¿Por qué sentía esa necesidad de abrazarlo hasta asfixiarlo? ¿Por qué quería tumbarse junto a él? ¿Por qué quería... besarlo? Desde la noche donde compartieron ese momento, ese dulce beso, no habían vuelto a hablar del tema. Solo ignoraban  sus sentimientos, esperando que, así, pudieras hacerlos desaparecer. Porque estaba mal, y ellos lo sabían, Pero, a veces, la felicidad justifica el pecado. Porque, al fin y al cabo, ¿quién decide qué está bien y qué está mal? ¿Quién pone las normas en esta sociedad? ¿Por qué tenemos que seguir un protocolo, un molde? A veces, es imposible evitar saltarte alguna regla, es imposible ser alguien perfecto. No puedes ignorar la realidad de la cual estás hecho. Y la realidad era que Eddie Kaspbrak estaba totalmente enamorado de su mejor amigo.

¿Cómo pasó? La pregunta de Mike sacó al castaño de sus pensamientos.

Richie sonrió, aunque sin querelo. Era una sonrisa de añoranza, triste. Y eso los rompió a todos en mil pedazos.

Estaba enferma.

Los jóvenes abrieron mucho los ojos, sorprendidos. No se esperaba esa respuesta. Porque una enfermedad es algo que pasa con el tiempo, y que, normalmente, se sabe. Pero ellos no habían tenido ninguna oportunidad de conocer ese detalle.

¡M-maldita s-sea, Richie! exclamó Bill, negando con la cabeza. ¿Por-por qué diablos n-no nos lo habías di-dicho?

El azabache negó con la cabeza, y miró a sus amigos. En su preocupación pudo ver su dolor reflejado, el destello de una luz oscura, del Richie deprimido que tenían delante de ellos. Y lo odió.

Porque no quería vuestra compasión respondió, encogiéndose de hombro. Deseaba seguir siendo aquel chico, el de las bromas, el Bocazas, el que ninguno de vosotros soporta. Todos soltaron una pequeña risa. Sabía que si os contaba lo que estaba pasando en mi casa, me verías como un pobre chico, uno que se iba a quedar sin madre, una alma en pena. Y no, me negaba a ser ese Richie. Quería seguir disfrutando de la vida, porque cuando estoy con vosotros, nada importa verdaderamente. Me hacéis feliz.

Los Perdedores abrieron la boca, tanto sorprendidos como contentos de escuchar tales palabras de amor hacia ellos. Mike se llevó una mano al corazón.

Vaya, Richie, no pensaba que nos tenías tanto aprecio dijo el moreno en modo de broma.

¡Pero no os acostumbréis! ¡Esto es la cosa más bonita que vais a escuchar saliendo de mi boca! advirtió el azabache.

Esa tarde, Richie Tozier, comprendió que sus amigos siempre estarían allí para él, pasara lo que pasara. Pero no todo era tan bonito. Porque, cada día que pasaba, el recuerdo de su madre iba haciéndose más y más borroso, y su padre, cansado de todo, cada día se volvía más agresivo. Las cosas iban a peor para el azabache, y poco podían hacer el resto del Club de los Perdedores.

Y quizás, la muerte de su madre solo fue el principio de todos sus problemas, aquellos que lo llevarían a cometer un acto impuro meses después.

𝐎𝐍𝐄 𝐋𝐀𝐒𝐓 𝐁𝐑𝐄𝐀𝐓𝐇 | 𝚛𝚎𝚍𝚍𝚒𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora