𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 5

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𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 5 | 𝐓𝐞 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨

𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 5 | 𝐓𝐞 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨

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 —Llevamos dos horas aquí, ¿cuándo se supone que van a decirnos algo?

Mike parecía a punto de reventar. Le dolía la cabeza, y los sollozos de Stan no ayudaban a que todo fuera mejor. Hacía tan solo quince minutos que, Bill, o como solían llamarlo, el tartaja, había decidido ir a ver por qué sus amigos tardaban tanto en el baño, encontrándose con una escena que lo sorprendió: el judío y el castaño sentados en el frío suelo, hablando de algo que no logró entender, pero que parecía estar relacionado con Richie.

—No lo sé —respondió Ben, acariciando la pequeña melena pelirroja de Beverly—. Ya conoces el funcionamiento de los hospitales. Seguro que ya está bien, en una de esas camas completamente blancas, esperando nuestra visita. —Intentaba tranquilizarlos, pero se notaba que ni él mismo se lo creía.

Beverly asintió, con las lágrimas que antes inundaban su cara ya secas.

—Sí, son las —miró su reloj—, tres de la mañana. Richie necesita descansar, y más aún después de este día tan movido. Mañana, cuando nos avisen los médicos, podremos hacerle tantas preguntas como queramos, abrazarlo y decirle lo mucho que lo queremos.

Todos sabían que lo que la pelirroja decía era tan improbable como que apareciera en esa misma sala la madre de Richie en persona. Pero a veces, solo necesitas una pizca de esperanza para seguir luchando, y para los Perdedores era algo estrictamente necesario.

—T-tienes razón —asintió Bill.

Se quedaron en un incómodo silencio. Tal vez solo duró unos segundos, tal vez horas, tal vez eternidades, pero el grupo estaba seguro que todo ese tiempo flotaba. Y ellos flotaban también.

Finalmente, cuando la señora desconocida que estaba sentada al lado de Bill tosió por tercera vez consecutiva, la puerta se abrió, y por ella apareció un médico de bata blanca.

—¿Familiares de Richie Tozier?

El primero en levantarse fue Eddie, y a él lo siguieron el resto, que, con tez preocupada, estaban ansiosos por escuchar las noticias.

—Somos sus amigos —dijo Beverly, y agarró un paquete de cigarros que llevaba en el bolsillo.

El hombre bajó la vista hacia la libreta que llevaba con él, e inmediatamente, Eddie supo que algo no iba bien. El médico no llevaba una deslumbrante sonrisa, y en su rostro no se podía ver ni un poco del orgullo de haber hecho bien su trabajo. En cambio, sus ojos estaban llorosos, y sus manos temblaban débilmente. No, no podía ser.

—¿Cómo se encuentra Richie? —preguntó impaciente el castaño, como si al ser él el que daba el primer paso, la respuesta se volviera positiva—. Se encuentra bien, ¿verdad?

𝐎𝐍𝐄 𝐋𝐀𝐒𝐓 𝐁𝐑𝐄𝐀𝐓𝐇 | 𝚛𝚎𝚍𝚍𝚒𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora