𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 4

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𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 4| 𝐘𝐨 𝐧𝐮𝐧𝐜𝐚 𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐫í𝐚 𝐬𝐨𝐥𝐨

𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 4| 𝐘𝐨 𝐧𝐮𝐧𝐜𝐚 𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐫í𝐚 𝐬𝐨𝐥𝐨

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Si Eddie pudiera describir el sentimiento que se respiraba en el ambiente, definitivamente, la palabra indicada sería muerte. Porque sí, de las séis personas tendidas en la sala de espera, entre las blancas paredes y las lágrimas de dolor, ninguna parecía viva del todo. Diez minutos después de que Richie fuera ingresado de urgencias por unos médicos muy apresurados, llegaron el resto de los Perdedores. Beverly y Ben, agarrados de las manos, parecían estar durmiendo cuando recibieron la llama. La pelirroja no se había ni molestado en acabar de vestirse, como indicaba su camiseta de pijama y su bata anaranjada. Ben, en cambio, venía con el pelo revuelto y las mejillas totalmente sonrojadas. Mike entró segundos después por la puerta, como si estuviera compenetrados con la pareja. Y, por sus ojeras y su palidez, Eddie pudo deducir que se había quedado estudiando hasta tarde, pero sus planes habían sido interrumpidos por la preocupación y la visita al hospital.

En ese mismo momento, los séis, permanecían casi sin aire, en la pequeña sala, como encerrados en una cárcel. Y aunque habían intentado mantener una conversación, las palabras no fluían después de que Eddie explicara cómo habían sucedido los hechos.

—Estará bien, tiene que estar bien —susurró Stan, en el suelo, apoyado en la pared.

Bill, que se encontraba a su lado, se giró hacia él. Los ojos de ambos jóvenes estaban rojos, sin vida.

—Tranquilo.

Eddie no quería seguir allí. Necesitaba poder respirar, porque, cada minuto parecía una eternidad, y él odiaba eso. Se levantó del suelo, despacio, y todos se giraron hacia él. En el silencio de la habitación, la sola presencia de un movimiento, parecía despertar de todos ellos.

—¿Dónde vas? —preguntó Beverly, levantando un momento la cabeza del hombro de Ben, donde había estado sollozando sin control.

El castaño solo se encogió de hombros.

—Al baño, supongo —respondió.

—No tardes —dijo Mike mirando el reloj—. Puede pasar cualquier cosa en tu ausencia.

El chico ni siquiera se limitó en escuchar las advertencias de su amigo, salió por la puerta, dirección al pasillo. Por el camino, no paraban de pasar por su lado trabajadores e otros pacientes, que se giraban a verlo. Pero a Eddie no parecía importarle. Las lágrimas que había intentado contener le borraban la vista, haciendo que todo se perdiera en un laberinto de dolorosas emociones. Y caía, caía, caía. Todo se volvía negro, y luego amarillo, violeta y azul. Era como una droga. Es curioso, el amor es como un cigarro: mientras sucede, mientras lo tienes entre tus manos, es caluroso, reconfortante, pero una vez se acaba, un extraño vacío se forma en tus entrañas, y te cuesta respirar cada vez más y más.

𝐎𝐍𝐄 𝐋𝐀𝐒𝐓 𝐁𝐑𝐄𝐀𝐓𝐇 | 𝚛𝚎𝚍𝚍𝚒𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora