Si Jiang Cheng se marchó de su ático casi a las once de la mañana y ya eran las tres de la tarde, entonces Lan Huan llevaba como unas cuatro horas encerrado en su estudio, mirando a las impolutas hojas en blanco, a las que no lo estaban tanto, a la sábana frente a él y a sus lápices y a sus carboncillos. A estos últimos, a sus instrumentos de dibujo, de vez en cuando los fulminaba con la mirada, como si los culpase de todos los males del mundo. En realidad no, sabía que esos pobres objetos no tenían culpa de nada, pero sí que les guardaba cierto rencor debido a su falta de inspiración. Corrijamos. Inspiración tenía de sobra, pero no era capaz de dibujar nada que no fuese el precioso rostro de cierto vampiro malhumorado. Y de esculpir ya ni hablemos. Se moría de ganas de terminar de tallar aquella estatua escondida bajo el lino. Notaba en su interior un fuego que le impulsaba a encerrarse día y noche y a no salir de su piso hasta que estuviese terminada. Si debía abstenerse de comer, beber o dormir durante el tiempo que tardase, lo haría; después cuando se encontrase convaleciente ya culparía a las musas por ello. Podría inventarse algún tipo de posesión, aunque no había ningún ente tratando de susurrarle al oído, ni uno. Y con terminada, por supuesto, quería decir que fuese perfecta. Tenía que captar al milímetro cada detalle, cada rasgo. Si sus obras reflejaban la realidad que otros no podían ver, esa debía gritar a los cuatro vientos sus emociones, las sensaciones que no se pueden describir con palabras. Quizá nunca llegase a exponerla, eso le daba igual, pero quería terminarla. Aquella mañana Jiang Cheng le había dado motivos renovados para volver a intentarlo. Había sonreído al hablar del tema, y verle sonreír era algo tan raro como precioso. Deseaba verla, y él deseaba enseñarle su retrato exacto, descubrirle lo hermoso que era a sus ojos de enamorado. Sí, quería esculpir la visión que sus sentimientos adulteraban.
Aun así, lo que había hecho hasta el momento, no le convencía. Estaba pensando muy seriamente en tomar un martillo, reducirla a polvo y empezar de nuevo. Cada vez que descubría esa sábana, bajo ella no veía a Jiang Cheng, no veía más que yeso deforme. Estaba frustrado, y la frustración le llevaba al bloqueo, a no ser capaz de dibujar nada y a quedarse sentado durante horas sin ser capaz de hacer algo mínimamente productivo. Se había olvidado hasta de comer. Suspiró derrotado. Quizá debería meditar, era una práctica de su adiestramiento como exorcista que siempre le ayudaba a pensar con claridad. No sería una mala idea. Eso y pedir comida a domicilio, porque tenía la nevera casi vacía. Los días previos a la inauguración le tuvieron tan ocupado organizando cosas, ultimando detalles y concertando citas con sus promotores y con la administración de la galería que eso de hacer la compra de la semana pasó a un segundo plano. No podía evitarlo después de todo. Era humano, y por mucho que se apellidase Lan, viviendo solo había ido tomando la mala costumbre de darse ciertas libertades y olvidar las más de tres mil normas de su tío.
Su hermano llegó casi a media tarde, justo después de que se diese una ducha fría tras hacer una hora de ejercicio en interiores. Entre esa rutina y sus prácticas de meditación, se sentía menos frustrado y más en paz con el universo, humor que le debería durar más o menos hasta su próximo encuentro con el vampiro que le había robado el corazón sin derramar ni una gota de sangre. Tenía bien controlados los periodos temporales, pero porque llevaba sumergido en ese hábito unos dos años, desde que le conoció. Nunca llegaría a abandonar sus pensamientos, pero había quedado lo suficientemente relegado como para ofrecerle a su hermano una amable sonrisa al abrirle la puerta. Lan Zhan entró a su piso, miró a todas partes y parpadeó un par de veces, como si quisiese dilucidar lo sobrenatural que dejaba la presencia de un ser del submundo en el ambiente, pero sin llegar a lograr distinguirlo por completo. Aunque se le notaba extrañado, siendo tan discreto como era, se abstuvo de preguntar nada.
-WangJi, ¿qué te trae por aquí?
Su pregunta fue directamente al grano después de un par de saludos, por supuesto, mientras preparaba dos tazas de té. El exorcista aceptó la suya con un asentimiento. En aquella luminosa cocina, parecían dos ángeles debatiendo.
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Hollow [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]
FanfictionLos miembros de la familia Lan no eran conocidos por ser precisamente normales. De ellos cualquiera diría que no son humanos, que tienen un algo resplandeciente que los hace superiores, un aura de majestuosidad imposible de igualar por el común de l...