Capítulo 3: Estrellas hiperactivas

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Había salido de casa de Lan Huan de muy buen humor, con pintas de estar a puntito de robar un banco, pero de muy buen humor, cosa curiosa en un cascarrabias como él. Por desgracia, su buen humor era muy fácil de torcer. Le dio igual estar mentalizado para lo que le esperaba al llegar a casa, gritó igual y se enfadó igual. Nada más salir del metro, el gesto ya empezó a torcérsele de forma irremediable. Sabía que nada más poner un pie dentro de su apartamento, le recibiría un panorama desastroso. Lo sabía, lo sabía, lo sabía. Paciencia, Jiang Cheng, se dijo a sí mismo, paciencia. Una mierda. Él no tenía paciencia, nunca la había tenido y nunca la tendría, ni con cien, ni con quinientos años. Y llegaría a los seiscientos y seguiría tirando el portátil por la ventana cada vez que se encontrase ante una conexión a Internet lenta.

Es muy fácil decir que te esperas lo que va a pasar, que esa es otra. Jiang Cheng creía estar preparado para todo. Después de vivir todo el periodo desde la revolución industrial a los millenials, pasando por los ochenta, creía que nada podría sorprenderle. Se equivocaba, se equivocaba tanto que ni siquiera se hacía una idea lejana de lo errado que estaba. Su piso era un quinto bastante pequeñito y sin ascensor. Lo primero que se veía nada más abrir la puerta era el salón directamente, y la imagen que le recibió fue tan insólita que se le cayeron las llaves y la mandíbula al suelo al mismo tiempo.

-¡¿Qué demonios?!

-¡Jiang Cheng, mal hermano, ayúdame!

Asustado, aterrado y probablemente al borde del llanto, Wei Ying estaba subido a uno de los puffs, de pie y con la espalda apoyada contra la pared en un triste intento de no caerse y no darse la hostia de su vida. A varios metros al frente, entre los dos hermanos inmortales, en el suelo había pintado un círculo que parecía de invocación, pero que por suerte no lo era. Tampoco le extrañaría que Wei Ying hubiese decidido invocar demonios en su casa, pero casi prefería que no. Con la última vez tuvo bastante, no le apetecía tener que volver a echarlos a escobazos. No, en realidad era un hechizo de retención pintado en su suelo con tinta roja —nada de usar sangre, habían aprendido que eso era mala idea después de ver a un recién convertido Jin ZiXuan lamiendo el suelo—. Ya se veía luchando para fregar eso, porque la tinta china y el parqué no se llevan precisamente bien. Y no era lo peor de todo.

-¡Dime que no has encarcelado a mi perro!

-¡¿Te preocupas por eso antes que por mí?!

-¡No la llames "eso"!

Por suerte, Xing estaba bien. Dentro del círculo mágico había una pelota y la perrita estaba más que feliz jugando con ella y moviendo la colita de un lado a otro. Cada vez que ladraba, Wei Ying se encogía un poco más sobre sí mismo, como si intentase fusionarse con la pared. Nada más oler a su dueño, el juguete quedó olvidado y Xing se puso a ladrar y a dar saltos en su dirección, encantada y eufórica. No lo confesaría jamás, pero en parte quería tanto a ese pequeño bichillo que le había robado el corazón porque le recordaba un poco a su hermano, era igual de alegre y de activa. Aunque ahora lo que quería hacerle a su querido hermano mayor era partirle las piernas. El perro intentó correr hacia su amo, pero el hechizo le impidió llegar hasta él. La tinta brillaba en el suelo, iluminándose con cada interacción contra los bordes físicos del conjuro. Molesta, Xing gruñó y se lanzó contra una pared invisible un par de veces, hasta que al final desistió con un gemido quejumbroso y se puso a lloriquear. Wei Ying también gimoteaba y Jiang Cheng quería tirarse por la ventana. Rápidamente cogió un trapo húmedo del fregadero y rompió el hechizo de su hermano, haciendo que este se asustase todavía más. Ahora, sus miradas asesinas ni le inmutaban, pero los ladridos agudos de una pequeña shiba de ocho meses le ponían los pelos de punta. (Que por cierto, sí, la magia a veces es así de cutre y se rompe frotando con una bayeta, pero eso en las películas la verdad es que no luce demasiado.)

Hollow [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora