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RECUERDITOS.

Al día siguiente después de desayunar, nos preparamos para salir y observar el lugar.
Nos llevamos las cámaras, pero para fotografiar la naturaleza o construcciones, no a las personas o sus actividades.
En realidad, era un pueblo mediano, por lo que nos tomaría exactamente una semana en recorrerlo todo.
Lo que me dejó sin palabras, fue la decoración de el lugar en esas fechas.
Algunas casas tenían listones negros y otros rojos encima de las puertas.
Las personas seguían llevando flores blancas por ramos en sus brazos y otras mas, las vi cargando fotografías enmarcadas.
—Es para los difuntos ¿verdad? —preguntó Ada mientras tomaba mi brazo.
—Si, para ellos —respondió Félix.
—¡Oh, dios mío! Esa señora lleva una foto de un niño ¡Un niño! —exclamó mi amiga en un susurro, obviamente no queriendo llamar su atención.
—¿Que habrá pasado? Hay demasiados fallecidos —dijo Félix con extrañeza.
No lo negaba, seguía teniendo curiosidad sobre el asunto, pero temía no encontrar las respuestas que esperaba.
—Quizás fue un desastre natural —comenté —Mucha gente siempre muere en esas situaciones.
—Obviamente —Felix rodó los ojos —Pero entonces solo serían listones negros ¿Por qué utilizar listones rojo entonces?
—Deberíamos preguntar a las personas, ellas seguro saben.
—Pues yo digo que entremos a esa tienda de recuerditos y compremos algo ¿si? —dijo Ada.
A parge de querer disfrutar sus vacaciones de manera cómoda, ella era muy miedosa. Mi amiga suele asustarse con facilidad, es por ello que no tolera las cosas de terror, como películas o leyendas.
—Vamos, anda —cedimos Félix y yo al mismo tiempo.
Ella saltó contenta y entramos al pequeño local.
Una campana sonó cuando cruzamos la puerta.
—Buenos días —saludó Ada y unos segundos después nosotros la imitamos.
Una señorq de mediana edad se levantó detrás del mostrador.
—Buenos días —dijo en respuesta.
Hasta ese momento, cuando levantó la vista, noté su aspecto.
Ella era ciega de un ojo.
Lo sabía por que uno estaba cubierto por esa telita blanca.
No le miré demasiado y me fui a la sección de llaveros.
Todos estaban bonitos, había palmeras, guitarras, carros, animales, estaban las fases de la luna también, todos con el nombre del pueblo.
Escogí el cuarto menguante.
Vi a Félix contento con su taza para el café con el diseño de una mano huesuda reemplazando la agarraddera.
—Me encanta, la llevaré —dijo mi amigo cuando se acercó a mí.
—Esta genial, quizás me lleve una también.
—Ah no, amiga —negó con la cabeza —Hay que ser originales.
—Bueno, vamos a pagar... Se esta haciendo tarde y yo tengo hambre.
—Acabamos de desayunar.
—¿Y?
—Hey ¿Ya escogieron? —preguntó Ada cuando se acercó a nosotros.
Ella traía las manos detrás suyo.
—Claro que si —asentimos.
—Pues vamos a pagar.
Saqué mi cartera y tomé dos billetes. Colocamos los artículos en el mostrador y la viejta los tomó.
—¿Todo junto? —preguntó cuqndo anotó el precio de uno en un trozo de papel.
—Eh no, sólo esos dos —respondió Ada  rápidamente.
La mujer mayor asintió y comenzó a sumar los precios en la calculadora.
—Creí que los turistas estaban prohibidos esta semana —dijo la viejita —¿Como los dejaron pasar? ¿Los habitantes saben que están aquí?
—Eh.. Fue un error, de hecho —respondió Ada —Olvidaron avisarnos que esta semana no se podían hacer reservaciones —se encogió de hombros —No se preocupe, no haremos desastres.
—Aún así, les pediré respeto a la festividad que van a presenciar —guardó los artículos en una bolsa de pale y nos la entregó —Son cuarenta y cinco pesos.
Pagué con un billete y me regresó el cambio.
Ada, por su parte dijo que esperáramos afuera de el local, así que nos despedimos de manera educada de la señora y salimos.
Un par de minutos después, Ada salía contenta con una pequeña bolsa en sus manos.
—¿Que has comprado? —le pregunté —¿Condones? —me reí un poco y Félix se me unió también.
—Quizás si, esta muy feliz —dijo mi amigo.
—¡Cállate! —Ada goleó ligeramente a Félix en el brazo, otra vez —No son condones.
Ella bajó la mirada, un poco incomoda por la pregunta, así que tanto mi amigo cono yo, decidimos ni hablar más sobre el tema.
Avanzamos entre el pueblo, asombrandonos cuando veíamos como comenzaban a decorar las calles. Me seguían inquietando esos listones rojos en algunas puertas.
Un sujeto chocó contra mí, golpea do mi hombro. Parecía estar borracho, susurró un "Lo siento" antes de seguir tambaleándose por la calle.

Ella lo miró con molestia, lanzandole una mirada asesina y observó con satisfacción como el hombre se caía de bruces tras enredarse con sus propios pies.

Continúe mi camino, olvidandome el pequeño roce con el borracho.

Almorzamos en un pequeño local y después continuamos con nuestro improvisado recorrido. Pasamos al museo que se encontraba ahí y no pude evitar decepcionarme con tan pocas antiguas que veía.

La gente seguía mirándonos extraño, en realidad se me hacía demasiado incómodo avanzar mientras las personas nos juzgaban  con la mirada.

Eso no pudo evitar que nos detuvieramos en un puestecito de un señor que grababa tu nombre en un grano de arroz. Yo le pedí dos, ubo de mi primer nombre y el otro de mi apellido.

Pero su reacción al escuchar como me apellidaba, fue de asombro, pero combinado con confusión.

—¿Tiene familiares aquí en el pueblo, señorita? —preguntó el hombre.

—No, toda mi familia vive en la ciudad —negué, desconcertada.

—Que extraño, juraría que había escuchado ese apellido antes —fue lo dijo y continuó tallando mi nombre en el gramo de arroz.

Félix y Ada le pidieron uno también. Regreamolos tres contentos y cansados al hotel.

Antes de que Ada se durmiera, dejó la bolsita sobre mi cama. Era el recuerdo que había comprado. Tenía una nota que decia claramente que era para mí.

Cuando lo abrí, me sorprendí al encontrar un pequeño retrato de una foto de nosotras dos,  sonriendo a la cámara y haciendo el signo de paz junto a nuestros ojos.

Que estúpidos al pensar que eran condones, pensé.

Detrás se leía un "Te amo, Moni" Había agregado un corazón junto a mi nombre.

Se lo agradecí mientras dormía, ya que estaria avergonzada de escucharme.

Me fui a dormir con el corazón alborotado de felicidad.

...

Ella se levantó de noche, sin hacer ruido y pasando desapercibida ante las cámara de seguridad.

Había un nombre en ese pueblo que sabía quién era, que le reconoció cuando llegó. No debía permitir que abriera la boca, no dejaría que se repitiera la historia, mejor eliminar el problema de raíz.

Su cuerpo amanecería sin vida en la plaza del pueblo, degollado y sin lengua.

Sin lengua antes de que pudiera hablar rumores estúpidos.

-karimodelarosa.
¿Que les pareció? ¿Tienen una idea de lo que sucede? Esperen al siguiente capítulo

Maldición Desconocida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora