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HISTORIA.

¡YA BASTA!

Anne me empujó de nuevo detrás de ella.
Zafó el cuchillo de la madera y miró a Félix con enfado.

Eres un maldito mentiroso... No le has dicho mada a tu amiga... —su expresión cambió a una de pronto interesada.

—No necesito decirle... Ambos, ambos estamos bien así —dijo mi amigo.

Estaban, niño estúpido, estaban. Después de hoy, no quedará nada de ustedes.

—No puedes hacer eso, ella jamás-

Ella no está ahora, sólo yo y por si lo olvidas... Ya he matado antes entonces ¿Qué son tres vidas mas o tres vidas menos? —se encogió de hombros.

—¿Tres? —preguntó Félix confundido.

Tu amiga está con nosotros, pero... En otra celda.

¡Basta, basta! ¡Déjalo ir!

Cállate, Mónica —me dijo —Tú no debes hablar, sólo debes ver.

¿Ver? ¿Por qué?... ¿Por qué haces todo esto?

Ah... Es verdad —rascó su mejilla —Tú ni si quiera sabes todavía el por qué ¿Cierto?

¿El por qué? ¡No estoy entendiendo nada!

Mónica... Déjame contarte... Tu historia, nuestra historia.

¿N-nuestra?

—¡No! ¡No se lo digas! —exclamó Félix —¡La... La quebrarás!

¿Y a ti por qué habría de importarte? Le has mentido todo este tiempo —Anne se encogió de hombros.

¿Quebrarme? ¿De que estaba hablando?

—Por favor... Déjala sin saber nada.

No. Ella debe saber. Veamos... ¿Por dónde empezamos? —colocó un dedo en el mentón pensando —¡Ya sé! Empecemos por tu madre... —ella dejó ahí a Félix y se dirigió hacia otra celda.

La abrió. Dentro estaba una mujer que reconocí enseguida por su cabello.

Era mi mamá.

¿Qué hacía ella aquí? ¿Cómo llegó mi mamá aquí? Estaba encogida en el lugar donde menos daba la luz del sol. La escuché rezar.

—¡Hey! —le gritó Anne —¡Hey! —mi madre se giró a verla.

—Y-Tú no... No eres Mónica —dijo ella.

No, no soy Mónica —se acercó y tiró de sus cabellos —Pero ella está aquí y necesita escuchar algo.

La arrastró sin cuidado alguno hasta que estuvo junto a Félix, pero mi amigo no podía verla.

Mónica, escucha bien... —soltó a mi madre y la aventó contra el suelo —Esta mujer... No es tu madre.

¿Qué?

—¡No! ¡Calla, calla!

Esta mujer sólo te acogió por qué yo se lo pedí —dijo Anne —Yo le pedí que me dejara vivir bajo su techo.

—¡Me amenazaste! —exclamó mi madre —¡Mataste a mi esposo... Y a mi hijo! —le gritó, no reprimió el llanto.

Oh, por favor... No los necesitabas —se agachó hasta quedar a su altura y la tomó del mentón —Sólo debías tenerme a mí.
Ella retiró su rostro de mi mano.

Maldición Desconocida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora