• Epílogo II.

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• Epílogo II.

La nieve invernal caía paulatinamente del firmamento, llenando los verdes campos de su singular y blanquecino tono. Dos hombres que yacían a un costado de un río se encontraban terminando de guardar la pesca que habían logrado conseguir exitosamente; el invierno apenas iba empezando y tenían que esforzarse para conseguir todas las provisiones posibles que les proveería en esa temporada fría en la que el alimento sería escaso. Ninguno de los dos quería ver a su familia pasando penurias en el invierno, por lo cual se habían sobre esforzado para reunir todo lo que pudieran.

—Yo creo que con eso será suficiente —opinó el más joven.

El mayor se quedó reflexionando en las palabras del menor y no pudo estar más de acuerdo con él. En casa ya tenían más alimento guardado como lo era carne y algunas verduras, con lo que llevaban sería suficiente para pasar el invierno y comer bien día con día.

—Tienes razón, será mejor entonces ir a casa antes de que se ponga a nevar peor —sentenció.

No obstante antes de que alguno pudiera concretar un movimiento sus oídos detectaron el sonido de pisadas en la nieve de alguien que parecía aproximarse corriendo en su dirección, aunado a una voz infantil que a medida que avanzaba el usuario de dicha voz esta iba adquiriendo fuerza y nitidez, lo que permitió que descifraran lo que dicho individuo necesitaba de ellos.

—¡Papá, Jun, dense prisa, los estamos esperando a ustedes! —exclamó un pequeño de cabello cobrizo que no tendría más de seis primaveras.

Tanto el hombre cobrizo como su acompañante se rieron con ternura por la emoción de ese pequeño, quien en su rostro mostraba el desespero por querer que lo acompañaran rápidamente; el chico quien compartía la cabellera cobriza con su progenitor al igual que su hermano se acercó a éste último y le acarició la cabeza en un gesto paternal, lo que provocó la risa del niño, quien inmediatamente fue cargado en brazos por el joven.

—Anda ya, no seas tan impaciente Hideki, papá y yo ya casi terminamos, sólo tenemos que llevar las cosas a casa —comentó.

—¡En ese caso los ayudaré para que terminen rápido!

El pequeño cobrizo fue dejado en el suelo cubierto de nieve por su hermano mayor y al instante de tocar la superficie con los pies corrió hacia donde estaba su padre ante la mirada atenta de Jun, quien parecía estar vigilándolo para evitar que cayera estrepitosamente y se hiciera daño, hecho que por fortuna no ocurrió, el infante llegó sin problemas a donde estaba su progenitor y se dispuso a ayudar en la tarea de cargar las cestas con legumbres y frutos que tenían con ellos; a pesar de su corta edad Hideki estaba demostrando su fuerza al cargar una cesta con cada mano, una labor que parecía imposible para un niño de su edad. El cobrizo, padre de Jun y Hideki, sonrió para sí al ser testigo de la fuerza de su retoño y terminó de colocar los pescados que tenía aún entre sus manos en el interior de las cestas destinadas a resguardar dicho alimento, cestas que se dispuso a cargar del mismo modo que Hideki lo estaba haciendo; pronto Jun acudió a su ayuda también y cargó con las cestas restantes. Gracias a la ayuda del pequeño Hideki se ahorraron una vuelta para traer las otras cestas que el susodicho estaba llevando, por lo cual no tendrían que volver a salir, lo que era bueno ya que en cualquier momento una tormenta de nieve podía acaecer, haciendo peligroso y suicida estar afuera.

El trayecto a la vivienda no era muy largo, por lo que en cosa de veinte minutos ya podía divisarse la hogareña morada donde cohabitaban con el resto de miembros de su clan. Al mismo tiempo que ellos iban llegando vieron a una chica de aproximadamente quince años con otra niña que parecía de la edad de Hideki, ambas estaban cargando un par de cestas más pequeñas que contenían algunos vegetales y hierbas medicinales o de uso culinario que probablemente habían salido a buscar; al mismo tiempo que ellas otro muchacho que daba aspecto de tener trece años venía cargando consigo algo de leña y un hacha en la mano. Todos venían de rumbos distintos, sin embargo al verse sus rostros sin excepción mostraron una gran sonrisa de satisfacción por la fortuita reunión.

❝ Le dernier des Mohicans ❞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora