• Capítulo II.
Albany, Nueva York.
El carruaje se estacionó frente a la fachada de la mansión de los Portman y de éste salieron Arthur en compañía de Howzer. Mentirían si dijeran que no estaban emocionados y con los nervios a flor de piel, ¿y quién no lo estaría si por fin después de meses verían a las mujeres que amaban? Cualquiera que estuviera en sus zapatos atravesaría las mismas emociones que estaban experimentando los militares.
-¡Mayor Heyward, Mayor Pendragon, que alegría verlos aquí! -saludó el señor Andrew Portman, dueño de la casa.
-Al contrario, es un honor para nosotros estar aquí -respondió Arthur de forma educada.
Tanto él como su acompañante subieron los peldaños que conectaban la residencia con la calle y saludaron a sus anfitriones con cortesía mientras pasaban al vestíbulo de la casa.
-¿Y a qué se debe su visita, Mayores? -cuestionó la señora Portman sin poder ocultar su curiosidad.
-Sólo hemos venido por las hijas del Coronel Liones. Lamento no poder entrar en detalles, son asuntos confidenciales de la milicia milady -se disculpó Howzer.
-No es nada, lo puedo entender perfectamente -dijo la mujer haciendo un gesto para restarle importancia al asunto-. Por favor siéntanse como en su casa, la señorita Elizabeth está en la biblioteca leyendo y la señorita Diane está afuera tomando el té en el jardín.
Después cada quien se fue por su lado, Arthur subió a la biblioteca y Howzer se armó de valor para ir al jardín. Mientras iba de camino hacia allí iba acomodando su uniforme cada diez pasos, notoriamente nervioso por su encuentro con la hija menor de su superior.
-Estoy actuando como un idiota, debo calmarme -murmuró para él mismo.
Inhaló y exhaló aíre varias veces hasta que cruzó la puerta que daba al jardín de los Portman. El maravilloso paisaje frente a él ayudó a relajarlo un poco, la colorida gama de flores que había y los frondosos árboles hacían del jardín un lugar romántico y bello. No obstante lo que le había maravillado en sí era la dama que estaba sentada en una mesa que seguramente la servidumbre se encargó de poner en medio del jardín. Lady Diane estaba más radiante que nunca, tenía puesto un vestido de color crema con motivos de flores en color magenta, llevaba un sombrero a juego que estaba decorado con listones rosas y su rostro tenía dibujado aquella preciosa sonrisa de la que él estaba perdidamente enamorado.
Un sonrojo fugaz tiñó sus mejillas y se abofeteó mentalmente. Tenía que dejar de parecer un idiota y acercarse.
-¡Howzer, qué gusto verte de nuevo! -exclamó una voz angelical acercándose a él a toda prisa.
Diane lo había visto antes de que él pudiera dar un paso para ir donde ella estaba, y cuando menos lo esperó le dio un abrazo que le dejó sorprendido, tanto así que tardó unos segundos antes de corresponder al contacto.
-Yo también me alegro de verte, Diane.
Ella le sonrió en respuesta y lo invitó a sentarse a tomar el té con ella, cosa que gustoso aceptó. Le corrió la silla para que se sentara como el caballero que era y se sentó con ella para tomar el té. Mas lo único que se escuchaba era el sonido de la bebida caliente cayendo en la taza y el de la porcelana chocando. ¿Qué podía decir para romper el hielo? Estaba demasiado nervioso teniendo a Diane tan cerca suyo, sentía que en cualquier momento su corazón iba a explotar de los nervios y la felicidad por estar frente a aquella hermosa mujer. Pero tenía que ser hombre y proponerle matrimonio, tenía que aprovechar la situación, ahora estaban solos y en un ambiente romántico, era una oportunidad valiosa que jamás se repetiría. Ya tenía el visto bueno del Coronel, ¿qué más necesitaba?
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❝ Le dernier des Mohicans ❞.
RomantizmBasado en la película de 1992 del director Michael Mann. En 1757 a las orillas del río Hudson, franceses e ingleses luchan por el dominio de la región. Mientras que los franceses cuentan con el apoyo de los nativos, los ingleses reclutan a los colon...