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Richie siente el corazón en la garganta.

Tiene que respirar hondo varias veces y limpiarse el sudor de la palma de las manos en el pantalón, antes de poder pulsar el timbre. La espera se le hace eterna, pero todo se compensa cuando la puerta se abre y Eddie aparece en el umbral.

Está más guapo que ayer por la noche, a pesar de ir vestido como siempre, y en su mirada hay un atisbo de sonrisa.

—Hola —saluda en un susurro.

—Hola —responde él igual.

—¿Quién es, Eddie? —La voz de Sonia Kaspbrak se alza desde el salón, acompañada del habitual programa de televisión que ve todas las tardes.

—Es Richie, mamá.

—¿Y a qué ha venido ese chico?

A Richie se le ocurren muchas cosas que podrían contestar a esa pregunta. Ninguna adecuada para ese momento.

—Vengo a llevarme la virginidad de su hijo, señora.

Eddie le mira con los ojos desorbitados.

—¿Qué ha dicho? —Por suerte, su madre no le ha entendido.

Richie abre la boca para repetirlo, pero Eddie se la tapa con las dos manos.

—¡Dice que viene a buscarme para ir con los demás! —grita hacia el interior de la casa. Richie no puede evitar lamerle la mano y Eddie las aparta con cara de asco.

Se limpia las babas con un pañuelo que saca de su riñonera.

—¿Y quiénes son los demás? —pregunta su madre.

—Mis amigos, mamá. Mike, Stan, Bill...

—Ah, William —le interrumpe ella, prueba de que Bill es el único de sus amigos en el que confía—. No vuelvas tarde.

—Como siempre, mamá.

Está a punto de irse cuando le llama desde la comodidad del sofá. Eddie cierra los ojos y maldice mentalmente, ignorando a Richie, que tiene que hacer un esfuerzo enorme para aguantar las ganas de reír. Da media vuelta y va hasta ella para besarla en la mejilla.

—No te metas en líos. Y si te haces daño, ven a casa inmediatamente.

—Sí, mamá. Adiós.

Y una vez en la calle, se permite resoplar.

—No está bien mentir a una madre —dice Richie entre risas.

—Cállate. Si supieras mantener la boca cerrada, no habría tenido que mentir —le reprocha con el ceño fruncido, aunque no está tan molesto como quiere aparentar.

—Lo siento, era demasiado tentador.

Caminan en silencio durante unos minutos, hasta que Eddie se da cuenta de que no sabe a dónde están yendo y pregunta.

—No sé —se limita Richie a responder.

—¿Cómo que no sabes? Pensé que tenías un plan.

—Te dije que podríamos hacer cualquier cosa para pasar el rato. ¿Qué quieres hacer tú?

Eddie contempla la calle pensativo. Están en el centro de Derry, cerca del Aladdin.

—Creo recordar que mencionaste los recreativos.

A Richie se le ilumina la cara.

—¡Vale, vamos!

No es el lugar más idóneo para una cita, pero sólo son dos chicos que se gustan y quieren pasarlo bien juntos, así que es perfecto para ellos. Juegan al Street Fighter, apostando quién va a ganar aunque está claro que siempre será Richie. Sin embargo, los demás chicos de los recreativos se quejan de que están acaparando el arcade y Eddie les cede su lugar para que se enfrenten a Richie, que les gana uno a uno.

Winning losersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora