La Fosa

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—¡Nos vemos John! —grito Sarah desde la portezuela

John agito su mano desde la entrada de la casa hogar.

—¡No lo olvides! —exclamó de vuelta su mejor amigo— ¡Tienes que abrir mi regalo primero!

Sarah rió mientras asentía entusiasmada.

—¡Eso haré! —confirmó mientras subía al coche.

Sonrió a Alfred, realmente había pasado una semana divertida.

—William a la alcaldía —pidió el viejo mayordomo.

La joven heredera de industrias Wayne había sido invitada a la cena navideña del alcalde, y por más excusas que había puesto, al final había tenido que aceptar la invitación.

—Podemos irnos a las diez ¿Cierto? —pregunto esperanzada.

—Por supuesto que sí pequeña.

Sarah miro por la ventana, era una noche helada, pero tenía un tono pintoresco con todas las luces que adornaba la avenida principal. Aunque sintió que era un poco extraño que siendo las siete, en una víspera de Navidad, no hubiera gente caminando apresurada por las baldosas, se veía muy desolado, en especial cuando frecuentemente había personas teniendo compras a última hora... era lo usual.

Repentinamente el interior del coche se iluminó, una camioneta detrás de ello traía encendido dos faroles enormes que les cegó por unos instantes hasta que se acostumbraron a la luminosidad.

—William, déjalo pasar —ordenó Alfred tratando de taparse los ojos.

El chofer se hizo a un lado, y le indicó con un gesto de la mano que los rebasará, pero extrañamente este no lo hizo. Con un acto más inusual, volvió a posicionarse detrás ellos, acelerando hasta pegarse.

—Alfred —musitó Sarah— ¿Qué está pasando?

Pero el viejo mayordomo no contesto, con premura se lanzó abrochar el cinturón de la pequeña antes de abrocharse el suyo.

—William —dijo con voz mortalmente sería— acelera.

El chofer no necesito más, aumentó la velocidad mientras trataba de perder a su persecutor, el motor rugía mientras el aire gélido azotaba las ventanas. Sarah extendió su mano hasta sostener la de Alfred, les estaban siguiendo y solo podía pensar en que quería volver a casa.

—Es la primera avenida —farfulló Sarah desconcertada— es la primera avenida, siempre hay patrullas, ¿Por qué...? ¿Por qué...? — trato de hallar coherencia a sus propias palabras— ¿Alfred?

Escucho el palpable miedo en su voz, y no pudo ser capaz de confesar que lo más probable es que la fuerza policíaca los hubiera vendido a quien sea que los perseguía, el viejo mayordomo también temía, no podía pensar en alguna forma de escapar aquella encrucijada.

—Sarah... —comenzó a decir antes de que el coche tirara violentamente hacia delante.

El chirrido del acero rascando el pavimento fue ensordecedor, el Roy Royce dio una vuelta sobre su trompa antes de caer de espaldas y arrastrarse otros metros, las ventanas crujieron hasta reventar en millones de fragmentos, un aceite comenzó a fugarse por todos lados. La camioneta que les seguía les había golpeado por la parte trasera, mientras sin notarlo, otro vehículo les había impactado por el lado derecho.

—Alfred —Sarah llamo con la vista nublada— Alfred.

Miro a su alrededor, William está inconsciente con sangre desbordando por su cabeza, a su lado Alfred colgaba desorientado de las correas. Sintió un punzada en la pantorrilla, tenía un largo corte surcándole la piel, parpadeo tratando de aclarar su cabeza.

Cuando Nuestros Caminos Se Crucen § Hija Bruce WayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora