Busqueda

217 28 8
                                    

Sarah siseo de dolor. Su ojo estaba inflamado como un globo, había tenido una pelea con uno de los prisioneros, ni siquiera entendía porque había comenzado la riña, pero había tratado de defenderse. Sus burdos intentos le habían dejado un ojo morado y un dolor tremendo en las costillas, solo con la ayuda del anciano había salido librada del enfrentamiento.

—No huir tal vez te mate primero si no aprendes a pelear —dijo sin dar importancia al asunto— a diario estos reos luchan, es una buena forma de liberar estrés, deberías observarlos, tal vez aprendas algo.

Sarah asintió silenciosamente, no era mala idea, pero si era honesta consigo misma, también carecía de fuerza física. Observó el rayo de luz que llegaba desde el exterior, extrañaba Alfred, quería estar en casa. Suspiro, la única forma era escalando, pero sus brazos eran demasiado débiles y constantemente sus manos se resbalaban como mantequilla.

Así que Sarah aceptó que llevaría tiempo poder salir de la fosa, y si pensaba volver a casa, era mejor que empezara inmediatamente aprender la supervivencia de la que carecía, no podía depender de la suerte para salir librada de la vida en la fosa, tenía que resistir, resistir hasta que fuera capaz de escalar.

—Gracias — fue su débil respuesta cuando le ofreció un extraño guiso.

Comió mecánicamente, sus pensamientos perdidos en la extraña frase que había escuchado casi una semana atrás "Hay miles de infiernos en la tierra, y he decidido que conozcas el mío" todavía podía oír el odio en sus palabras, y la enferma satisfacción por saber lo que le aguardaba ¿Quien era aquella mujer?

—¿Acaso no te lo dije niña? —el anciano la saco de sus conjeturas abruptamente— no trates de buscar respuestas.

—¿Por qué no? —espetó enojada Sarah.

—Sigue preguntándote el porque estás aquí y la intriga te consumirá —se acercó y le pego en la frente con el dedo índice—. Hay hombres que llegan sabiendo el motivo por el que fueron entregados a la fosa, y otros que tienen la pista para concluirlo con el tiempo, pero tú... tu eres del grupo que nunca va encontrar respuestas aquí, no cometas el mismo error que todos los demás, no dejes que tus preguntas consuman lo que sobra de ti— suspiro cansado— te aseguro que la pura intriga puede volver loco a cualquiera.

Podría estar mintiéndole... ¿Pero acaso tenía algún sentido hacerlo? Sin quererlo soltó un sollozo, porque tal vez el anciano tenía razón, pero necesitaba saber que aquel sufrimiento tenía un motivo de ser. Su mente constantemente le pedía regresar a casa con Alfred, ese lugar no sólo anidaba prisioneros, en ella había una oscuridad abrumadora que sofocaba la más sencilla de las sonrisas.

—¿Sabes cuál es tu problema? —le preguntó el anciano— anhelas demasiado, en un lugar como este anhelar puede llevarte a la perdición —le dijo.

—¿Entonces que debo hacer? —le preguntó con temor.

El anciano la miro por unos segundos antes de responder.

— Tu mente, hazla fuerte —respondió enigmático—y hazla temer.



Se habían trasladado hasta Jordania en una intrépida cacería que los había hecho cruzar por gran parte de Medio Oriente.

Talia se sentía acorralada, podía casi olerlo en el aire, su hija era astuta para evadirlo, pero aparentemente no para huir del perímetro que él había marcado como su territorio de acecho.

Cuando Nuestros Caminos Se Crucen § Hija Bruce WayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora