CAPITULO I

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No lograba concentrarme. Miraba para todos los lados buscando auxilio o alguna señal que me iluminara. Todos a mi alrededor se veían muy concentrados en el papel que tenían en frente a excepción de mí. Sabía que debía de estudiar, pero mi yo interno, esa que es toda una sin vergüenza y despreocupada decidió tirar todo por la borda solo por pasarse un buen fin de semana con su novio.

Miré a Nicole, quien se veía bastante concentrada en el examen llenando todos los temas mientras yo apenas tenía el primero a medias. Cuando se concentraba, jugaba con sus risos negros rizándolos entre sus dedos para luego deshacerlos y empezar a rizarlos nuevamente. Era estresante verla haciendo eso, la verdad, pero no me quedaba más opción que hacerlo para que se diera cuenta de que la estaba llamando con la mirada.

La maestra Albués empezó a caminar por las filas. Poco a poco sentía como se me bajaba la presión y el azúcar simultáneamente. Sus tacones resonaban con cada paso que daba, acelerando mi ritmo cardiaco. Pasaba una y otra vez por cada fila, al parecer inspeccionando que nadie estuviese haciendo trampa.

Si pasaba por mi lado se daría cuenta de que tenía el examen prácticamente vacío por lo que traté de colocarme en una posición en la cual podía cubrir mi examen con mi costado derecho. Coloqué mi brazo encima del pupitre y me recosté un poco hacia delante para que ella no pudiese tener vista de mi examen.

¿Va todo bien Alessandra? —dijo Albués por encima de mi cabeza—.

Aclaré mi garganta para luego mirarla de reojo y ver su expresión, la cual, como siempre, era inexpresiva.

Si maestra, va todo bien —  Volví a centrarme en el papel que tenía en frente y la maestra comenzó a caminar alejándose de mi asiento. Solté todo el aire que contenía en los pulmones. Miré otra vez a Nicole quien justo en ese momento tenía sus ojos castaños fijos en mí,

Me hizo una señal con la mano la cual no entendí muy bien, pero deduje que me preguntaba cómo estaba llevando el examen. Le hice una señal de degollada, vi como reía y la fulminé con la mirada inmediatamente. Le indiqué que solamente había llenado mi nombre y alguna que otra cosa en cada tema, o sea prácticamente nada.

¿Cómo hago el tema dos? — le susurré y miré hacia la maestra para verificar que no estaba escuchando nada.

Nicole volvió a su examen, vi como volteó las hojas hasta llegar a la última página empezando a escribir algo. Luego de un rato de agónica espera, hizo un sonido con la boca para que la mirara. Cuando lo hice, levantó su examen mostrándome la parte posterior donde colocaba las fórmulas con las cuales se podía realizar el tema dos.

Le dediqué una sonrisa de oreja a oreja haciéndole una señal de corazón con las manos.

Gracias amiga, te amo demasiado —le susurré, y comencé a copiar las fórmulas en mi examen—.

Un estruendo, que quizá en otro momento hubiese sido placentero escuchar resonó en todo el salón haciendo que mi concentración se fuese al caño y causando un desorden atroz en el aula.

Justo cuando había comenzado a copiar las fórmulas para desarrollar el tema sonó la campana para el receso.

Ahora sí, chicos —espetó la maestra Albués— pasen sus exámenes hacia adelante y no se olviden de colocarle su nombre.

En ese momento traté de por lo menos desarrollar una de las fórmulas lo más rápido que pude para al menos ganar un par de puntos. Sentí como la adrenalina corría por mis venas por la rapidez con la que me apresuraba a completar el examen.

Alguien me toqueteó la espalda con los dedos, pero no le coloqué atención y seguí llenando mi examen lo más rápido que pude. No había tiempo que perder. El bullicio de la gente me desconcentraba un poco, pero hice uso de toda mi fuerza mental para enfocarme.

La vida en DO sostenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora