- Prostituto -

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Estoy cansado de estar aburrido, y estoy aburrido de estar cansado.

Es un sentimiento constante en mí estar atrapado entre estos dos pilares inaguantables por culpa del insomnio.

Desde que comencé a trabajar en el taxi durante las noches, muchas reflexiones llegaron a mi cabeza en cuanto a darle una solución a esto de sentirme tan cansado y aburrido de la vida que llevo. Pero ninguna suena convincente.

Estar atrapado en este círculo vicioso se está volviendo una muy mala costumbre. Antes solía sobreponerme, intentarlo, salir adelante... Pero ahora simplemente soy una persona perdida y sin propósito en la vida, y es justamente eso lo que me desola hasta el punto de sentirme atrapado en un limbo extraño en el cual divago sin rumbo ni sentido alguno. Queriendo salir de éste mismo, pero sin saber cómo.

Justo en medio de mi rutinaria autocompadecencia, me llaman por el radio para que me dirija a buscar a alguien que solicitó un taxi cerca de la zona en la que aparcaba. Suspirando aliviado de que me sacaran de mi tan agobiante dilema, me pongo en marcha hacia el lugar citado.

El trabajo mecánico me ayuda a entretener mi hiperactiva mente. Eso es lo bueno de trabajar de taxista durante la noche, que el trabajo mantiene mi mente alejada de cuestionamientos existenciales y la bochornosa autocompadecencia que solía atravezar durante mis noches de insomnio en mi época de estudiante, en donde no hacía otra cosa que mirar al techo y pensar.

Pensar en lo que hice mal, en lo que pude haber hecho mejor, en qué será lo que pasará en el futuro, en si lo estoy haciendo bien...

Demasiada carga mental para una mente tan agotada por la falta de sueño.

Dejé a mi pasajero en su respectivo destino y nuevamente emprendí mi recorrido hacia el río principal de la ciudad. Pues, aquel sitio durante la noche me transmite mucha paz. Sólo mi silencio en compañía de la Luna, las estrellas, y el ruído de la corriente silenciosa del río chocando contra la orilla.

Iba conduciendo con calma, disfrutando de esa solitaria compañía, cuando vi a alguien a lo lejos haciendo dedo para que me detuviera.

No pude evitar pensar que era un poco extraño que alguien anduviera solo a estas horas de la noche en la acera a un costado del río. Pero luego recordé que yo también estaba haciendo lo mismo y detuve mi juicio hipócrita.

Me detuve a un lado de la calle y aquella persona subió a mi vehículo tomando asiento atrás e indicandome su destino al instante.

No pude evitar ver por el retrovisor que se trataba de un muchacho extravagantemente vestido, cuyo cuerpo quebradizo saltaba a la vista a travez de la escasa tela que llevaba por ropa.

Su atuendo llamaba mucho la atención, sí.

Pero aquello pasó a quedar en segundo plano cuando la belleza etérea de su rostro se hizo presente en el espejo retrovisor, y sus ojos se clavaron en los míos, atrapandome mirandolo.

Decir que con toda esa piel expuesta, sólo sus ojos hayan sido los que me impactaron, suena incoherente hasta para mí. Pero lo cierto es que fué así.

Me quedé mudo, inmóvil e incapaz de reaccionar como usualmente hago con cualquier otro cliente.

Sus ojos eran alargados y levemente sinuosos. Los parpados hinchados sólo le daban otro toque sexy a la mirada intensa que era castigadoramente potenciada por el esfumado de su maquillaje.

Pero no era su áspecto superficial lo que me quitó el habla, sino que fué su mirada. Lo que sus ojos inexpresivos me transmitieron apenas se conectaron con los míos. Algo que caló mi alma a travez de mis propias orbes.

-Disculpe ¿Hay algún problema con la dirección que acabo de brindarle?

Una voz inusualmente aguda y sensual me sacó de mi trance.

Y al regresar a este plano de la realidad y notar que aquella voz pertenecía a aquellos imnotizantes ojos, y que el muchacho portador de ellos se dirigía a mi como taxista, reaccioné.

Me enderecé en mi lugar carraspeando mi garganta, totalmente apenado al reparar en lo mucho que me había perdido viendolo a los ojos.

-No, disculpe jóven, ahora mismo lo acerco.

Encendí el contador y me concentré en llevarlo al lugar requerido.

El muchacho se recargó en el asiento mirando por la ventana y murmuró un asentimiento.

Pasaron unos pocos segundos de estar conduciendo y de pronto aquel andrógino chico soltó un gran suspiro que me sobresaltó un poco, y sacó a relucir mi mala costumbre como taxista de querer sacar una conversación que me ayudara a evitar el incómodo silencio entre mi pasajero y yo.

-¿A qué se debe ese gran suspiro, jóven? Si se puede saber.

El chico volvió a suspirar con aquella dulce voz, pero esta vez sonando algo más infantil que momentos antes, casi como un lamento de frustración de un niño pequeño.

-Hoy fué una mala noche, es todo.

Su voz se estaba volviendo cada vez más adictiva para mí. Demasiado tierna y dulce para ese atuendo tan atrevido y vulgar que llevaba puesto. Mi mente volviendose un caos total al no poder encajar ambos áspectos.

-¿Ah, sí? A los jóvenes de hoy en día ya no les divierte nada.

Una risita. Eso fué lo que escuché y no pude evitar verlo por el retrovisor. Él seguía mirando por su ventana, mordiendo sus uñas con una sonrisa juguetona en sus labios.

-No estaba divirtiendome. Estaba trabajando.

Mi sangre se heló tras hacer conexión con su áspecto y sus palabras.

-Soy un prostituto de la noche.

El chico volvió a conectar sus imponentes ojos con los míos a travez del retrovisor, pero esta vez con una sonrisa malévola tirando de sus labios.

Sin embargo, la sonrisa de sus ojos fué meláncolica. Y fué eso lo que me dejó nuevamente en trance por un momento.

El muchacho estiró su brazo y dejó la cantidad justa que marcaba el contador sobre mi regazo. Y sin decir una palabra más, se bajó de mi vehículo. Dejandome completamente petrificado en mi lugar.

Y no era tanto por conocer su vocación.

Sino que el hecho de saber que un chico tan jóven, bello, frágil y delicado, estuviera ejerciendo la prostitución, me había dejado inevitablemente indignado e impotente sin poder evitarlo.

Y también me quedé pasmado en mi sitio porque, al final, logré entender qué fué lo que vi en esos ojos profundos y agazapadores.

El alma de un ser que ha vivido más que alguien que pasa más tiempo despierto que dormido como yo.

Alguien que realmente está enfrentando la cruda realidad, en lugar de huír de ella.

Un alma hermitaña que transmite a travez de sus ojos una vasta experiencia en concepto de vida y existencia.

Alguien de quien necesito aprender.

Prostituto (Jikook)[Adap.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora