Hay lugares pequeños, como también los hay grandes. A veces los grandes carecen de población; por el contrario de algunos pequeños, que albergan mucho contenido. A veces no es cuestión de cantidad, sino de calidad. Más allá del tamaño, uno relativo, hay sitios que deben vivirse en base a la experiencia, y con ella, hallar comodidad. A veces, no es el terreno, sino nosotros. No hay que cambiar la posición del contenido, ni quitar ni llenar, sino es cuestión de pegar media vuelta y ver todos los puntos de vista de un mismo lugar. Una vez que la insatisfacción nos domine, seguir otra dirección. Buscar, y seguir buscando hasta encontrar el sitio adecuado. Finalmente, a veces, sólo a veces, no es cuestión de movernos con el fin de alejarnos, si no de simplemente cerrar los ojos y reconocer donde estamos parados. Y comprender que el mapa que debemos seguir, es el mapa del alma.JiMin bajó el papel, y sus yemas masajearon el casi inexistente tronco de su nariz, sus dedos repasaron su frente hasta llegar a su sien, en la cual aplicó más presión. Las ventanas del bus cerradas no contribuían a su lectura; la jaqueca aumentaba cuando forzaba la vista, pero sus sentidos fueron directos a esa carta en la mochila. Tenía planeado leerla, no cabía lugar el ignorarla al llegar a Corea. Se dijo que incluso si la luz escaseaba o sus manos se congelaban, acudiría a ella. El refugio donde ser infantil estaba justificado.
El instinto provocó que su cuerpo saltara al sentir un bulto apoyarse en su hombro derecho. El joven no pudo evitar elevar las cejas en asombro, las arrugas en su frente se marcaron.No tenía problema, incluso le parecía tierno como la mujer seguía en una postura rígida todavía sumida en el cansancio. Sus ojeras eran visibles aún con el maquillaje, y sus labios tintados de un rosa pálido; producto del lavado que sufrió su labial.
JiMin volvió su vista al vidrio, si los cálculos de SeokJin no fallaban, estarían en la terminal en veinte minutos. Bufó, la puntualidad no era usual en San Diego; no confiaría de repente en Seúl.
Su rostro estaba apoyado en su palma, el vidrio frío empañado por el aire interno y su nariz inevitablemente roja. Largó un profundo suspiro, incluso si vivía en una ciudad en constante construcción, las edificaciones de Corea eran de otra altura, y con ello, el peso en su pecho causaba bastantes estragos.
La ansiedad y el frío no le permitían pensar con claridad: quería llegar, en lo posible, en ese preciso instante. Por el contrario que se pudiera pensar al ver su expresión, él se encontraba eufórico por el torbellino de emociones que estaba a punto de vivir. Deseaba, ante todo, que así fuera, y que las oportunidades lo sorprendieran gratamente.
No tenía ánimos de guardar la carta que aún sostenía, pero los minutos se reducían y no iba a abollarla apenas llegaran. Aun así, agradecía que una de las cartas más cortas hiciera el efecto inmediato de calmarlo.
Siempre lo hacían, al final, eran de SooBin.
—JiMin —El nombrado soltó un respiro, encantado de sus propios juicios, el que los interrumpieran no fue idealmente recibido. — JiMin —repitió la voz.
—¿Si SeokJin? —cuestionó JiMin.
Una risa de una sílaba sonó por el autobús.—Espero que nunca dejes de pronunciar así mi nombre, me sube el humor —declaró—. En quince minutos llegamos, así que deja de afligirte.
—No estoy afligido —Juntó la cejas; las arrugas se marcaron en su frente.
—Entonces deja de bufar, que la mujer pensará que duerme con una vaca.
JiMin presionó sus labios dentro de su boca para apaciguar la risa. Una carcajada quedó en su garganta, causándole dolor. SeokJin lo miraba apoyado sobre su particular asiento.
ESTÁS LEYENDO
Promise paradise ᵐⁱⁿ ʸᵒᵒⁿᵍⁱ ˣ ᵖᵃʳᵏ ʲⁱᵐⁱⁿ
Fanfiction𝑳𝒂𝒔 𝒂𝒍𝒔𝒕𝒓𝒐𝒆𝒎𝒆𝒓𝒊𝒂𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒕𝒆 𝒅𝒊 JiMin recibió la primera carta de Lee SooBin a los 13 años. La conoció y descubrió todos sus defectos y virtudes en sus palabras, encontró en ella amparo y consuelo, y se enamoró de su ex...