YoonGi fue quién lo atendió en el pórtico de la entrada. Lo invitó a la sala de estar, donde le dio pase a sentarse en lo que esperaban a TaeHyung, quien se estaba duchando.
El chico no era de muchas palabras, eso, de algún modo, atraía a JiMin. En cierto sentido le parecía tener un aire reacio y antipático, pero él, que ante todo jamás fue prejuicioso, se dejó atraer hacia YoonGi; ese aura que medía por completo las palabras que tenía para decir.
La casa era acogedora, por llena que este de habitaciones, reconfortaba al rubio. La estampada alfombra que cubría todo el suelo de colores claros y hebras gruesas le causaba cosquillas en los pies.
Porque una casa tan impecable no podía permitir que los zapatos tocaran el suelo de la misma.
El sillón tapizado de un rojo carmín, tan suave que JiMin frotaría su piel hasta irritarla. Y el aroma a mar. JiMin podría pasear su vista por toda la sala de estar y no cansarse. Arrastrar la vista por cada rincón, desde las gruesas cortinas satinadas de shantung rojo, hasta la mesa baja decorada sobre la misma con colecciones de quien sabe dónde de álbumes de fotos y fruteras con bolas de paja barnizadas. Sin dudarlo, JiMin se sentía como en un pequeño museo. Un museo que pertenecía a SooBin.
Su rostro se calentaba de solo pensarlo, dominado por la emoción y vergüenza.—¿Deseas algo de beber? ¿Agua, soju? —cuestionó el mayor. JiMin río ¿Acaso era usual en los coreanos ofrecer bebidas alcohólicas a los desconocidos? Si así se ponían las cosas para los coreanos, él ya estaría alzando sus pies sobre la mesa.
—Gracias hyung. Pero, en caso que le dijera que deseo soju ¿Es apropiado invitármelo si es que nunca lo bebí?
—Está en tus manos eso —confesó en lo que cruzaba de piernas y brazos.
—Dejaremos el soju para la mejor parte entonces.
YoonGi sonrió, y una respiración seca brotó de sí. Los americanos podían ser demasiado confiados.
—Hyung, perdón que llegue e insista en irme. Pero no deseo atosigar con mi presencia, por lo que, ¿podrías llamar a TaeHyung?
TaeHyung, con terquedad, se las había ingeniado para esconder el cargador al momento que fue a buscarlo para apresurar el paso de JiMin ¿Por qué se comportaba cómo un crío? JiMin solo conoció a su abuela por la palabra, no podía aferrarse con simpleza por esa pequeñez.
YoonGi negó con la cabeza.—TaeHyung me dijo que te lo iba a dar personalmente, por lo que lo ocultó.
No se iba a dedicar en tergiversar la realidad: a leguas se sabía que TaeHyung se sentía como niño con juguete nuevo. JiMin se limitó a hacer una mueca y asentir.
YoonGi gozaba del silencio, por lo que optó por extenderlo lo mejor que pudo. No tenía nada que decirle a JiMin. Asimismo, prefería pensar en que su hermano estaba entusiasmo con el rubio. Tanto, que su euforia podría ser la de cinco hombres. Tal vez TaeHyung tomó toda la emoción que él podría tener por JiMin, y, a cambio de ello, lo embargó la preocupación de saber a quién metía a su hogar.
—¿Quieres conocer el patio? No tuviste la oportunidad de verlo y te estás perdiendo del mejor sitio del terreno —Si no sabía a quien metía, al menos sabría a quien sacaba.
—¡Por supuesto! —JiMin sonó más excitado de lo que hubiera deseado.
Pero en su mente todo gritaba ¡Es el jardín de Lee SooBin! Tantas cartas pensadas y escritas allí. Tantas flores plantadas por SooBin.Su cuerpo sólo pudo dar un salto. YoonGi estaba acostumbrado en ver actitudes cambiantes en su hermano, no pudo evitar achinar la mirada. Solo TaeHyung podía tener esas actitudes y no parecerle extraño.
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Promise paradise ᵐⁱⁿ ʸᵒᵒⁿᵍⁱ ˣ ᵖᵃʳᵏ ʲⁱᵐⁱⁿ
Fanfiction𝑳𝒂𝒔 𝒂𝒍𝒔𝒕𝒓𝒐𝒆𝒎𝒆𝒓𝒊𝒂𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒕𝒆 𝒅𝒊 JiMin recibió la primera carta de Lee SooBin a los 13 años. La conoció y descubrió todos sus defectos y virtudes en sus palabras, encontró en ella amparo y consuelo, y se enamoró de su ex...