CAPÍTULO 2: Recuerdos de un corazón roto (Parte 3).

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Después de dar varias vueltas en ciego -Ya que la orientación es algo que se dificulta cuando una ciudad está completamente destrozada y no consigues reconocerla.- y caminar más de lo que deberíamos, acabamos llegando a mi casa. O a lo que yo intuía que era mi casa, por lo poco que podía reconocer debajo de tanto hollín, ceniza, marcas de humo y paredes derrocadas.

- Por fin estamos aquí... -Noté que la voz me temblaba un poco.

- ¿Estás bien, Johnny? ¿De verdad crees que esto será una buena idea? ¿No deberías de pensártelo dos veces antes...?

- No, no. Estoy bien, estoy estupendamente. Tengo que entrar y afrontar la realidad. Y no, no pienso pensármelo dos veces. De hecho no me lo he pensado ni una. Hay cosas en esta vida que necesitan hacerse pero se dejan en el olvido por el miedo de haber pensado en ellas. - Dije con un tono algo tajante.

- Bueno, si es lo que quieres... Está bien. Entrará... -Me miró a los ojos y corrigió lo que iba a decir.- Entraremos dentro y veremos qué nos encontramos.

Pegué una ojeada fuera antes de decidirme a entrar quizá por puro nerviosismo. Donde antes había una casa preciosa, con un jardín amplio, una fachada blanca y un tejado color terracota a la que se accedía subiendo unas breves escaleras hasta llegar a una pasarela que daba a la puerta, ahora no había más que paredes agrietadas, rotas, de color oscuro y unas escaleras de madera medio partidas, todo ello rodeado de brasas completamente negras que se convertían en polvo con sólo tocarlas.

<< Bien Johnny, debes de hacerlo. Respira hondo y arranca a caminar. >>, me dije para mis adentros.

Leonore y yo subimos las escaleras de madera con un cuidado minucioso para que no se partieran por la presión de nuestro peso, y al cabo de un par de minutos me encontraba delante de la puerta de mi casa, aún cerrada y en pie a pesar de estar en sus últimas. Cuando giré el pomo y la empujé hacia adentro, crujió de una forma estridente, casi como si se estuviese quejando. Una vez abierta, adelanté mi pierna izquierda y al poner el pie sobre el suelo escuché el sonido tan característico que se escucha cuando uno pone su pie sobre grava. Di un par de pasos y acabé dando con el comedor, donde vi -O más bien intuí.- todo lo que había estado allí en algún momento. La televisión estaba tirada en el suelo, con la pantalla partida y emitiendo pequeñas chispas. La vieja mecedora de mi padre estaba hecha trizas y esparcida por varios puntos del comedor. La alfombra, completamente levantada como si alguien con una fuerza descomunal hubiese tirado de ella, y el sofá precioso donde nos solíamos sentar todos, de estampado de damasco rojo y negro, completamente volcado y lleno de agujeros. 

Al ver tal escenario, el corazón se me encojió y parecía que alguien hubiese agarrado mi estómago en un puño. Sin pensar demasiado, seguí recorriendo la casa e intuyendo lo que había en cada habitación. Me dirigí hacia la derecha hasta llegar a la cocina, que no había sufrido mejor suerte que el resto de la casa. Los armarios tenían las puertas descolgadas, los cubiertos estaban en el suelo el cual estaba lleno de restos de platos partidos en mil pedazos. Las sillas estaban algunas partidas en dos, y otras simplemente tiradas en el suelo al lado de la enorme mesa de madera donde solíamos comer. Salí de la cocina y seguí en línea recta para dirigirme hasta el cuarto de baño. No hace falta que diga que estaba en el mismo estado que el resto: Lamentable. Volví sobre mis pasos y me planté delante de las escaleras que llevaban al piso de arriba, y a las habitaciones tanto mía como de mis padres.

Me armé de valor y decidí poner los pies sobre ellas. La madera crujió, y perdí un poco el equilibrio al haber desaparecido la barandilla que en algún momento de la historia del universo habia estado allí. Seguí caminando poco a poco, estando cada vez más arriba. Conforme posé mi pie sobre el penúltimo escalón, este se partió por la mitad a mi paso e hizo que mi pierna entera se hundiese en el aire, pegándome un buen golpe, pero por suerte sin caerme al vacío. Me recuperé como pude y subí el último escalón casi a gatas. Notaba como mi corazón estaba absolutamente acelerado y me caían gotas de sudor por la cara entera.

Llegué al piso de arriba, donde se encontraban las dos habitaciones y un segundo cuarto de baño. -El cual ni siquiera reparé en entrar a mirar.- Decidí dirigirme primero a la habitación de mis padres, sin mucha esperanza, pero con un halo de ilusión como si de algún modo creyese que por algún remoto motivo iban a estar allí esperándome con una sonrisa, los brazos abiertos, y que podría abrazarlos y echarme a llorar y contarles lo mal que lo había pasado sin ellos. Pero por supuesto, estábamos en la realidad. Y en la realidad no había más que ruina, cenizas, y ningún rastro de vida humana. 

<< Qué me esperaba... Menudo iluso. No los voy a volver a ver jamás.  >> Darme cuenta y reconocer ese último punto, hizo que se me hiciese un nudo en la garganta y tuviese una mezcla de ganas de llorar y de devolver la comida que había comido apenas una hora antes.

Cuando me recuperé un poco, decidí entrar en mi habitación. La cual, cómo no, estaba destrozada. Las sábanas de la cama tiradas en el suelo, la cama de lado en el suelo, el armario tirado y toda la ropa esparcida, pero sin embargo, el escritorio seguía en pie. Y encima de él había algo intacto: Una foto mía y de mis padres. Delante de casa, cuando todavía estaba intacta y el cielo era azúl. Cuando aún habían motivos para tener una sonrisa de oreja a oreja.

En ese momento no reparé a pensar en lo extraño que era todo eso y cómo la situación se repetía: Algo intacto en el medio de la destrucción. Algo que además necesitaba. Sin embargo en ese momento estaba incapacitado para darme cuenta de ciertas cosas, así que mientras me resbalaba una lágrima por una mejilla, saqué la foto del marco, la doblé y la metí en uno de los bolsillos de mis pantalones.

No pensé en lo extraño de la situación, pero sí que reparé en algo cuando volví a la realidad una vez la había visto completamente... Estaba solo. Leonore había desaparecido en el preciso instante en el que puse un pie dentro de la casa.

<< ¿Qué demonios está pasando aquí? >>

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⏰ Última actualización: Nov 09, 2014 ⏰

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