Disclaimer al final de la obra
Este fragmento fue concebido como un One-Shot, es decir, una pequeña historia de un sólo capítulo. Si hay interés, sin embargo, puedo intentar escribir más.
Por último, pero no menos importante, muchas gracias por darle una oportunidad.
Aunque el estruendo del exterior era casi ensordecedor, cuando las dos figuras de negro cerraron la puerta tras ellos el ambiente se hizo infinitamente más soportable.
Uno de ellos era alto y avanzaba con indudable autoridad, con la altivez de aquellos que se creen vencedores. La otra se movía con más cuidado, con más miedo. A su alrededor percibía decenas de presencias hostiles y sus emociones amenazaban con desbordarla. Quería luchar, quería matar. Quería desplegar su poder y acabar con toda criatura viviente… con su Maestro. Pero no podía. De intentarlo siquiera, a la menor amenaza, moriría. No estaba lista. Sus ojos dorados llameaban de impotencia, de rabia reprimida. Pero hoy lograría liberar una parte.
No tardaron en ser vistos por la mayoría de los presentes. Sin duda, las alarmas ya los habían advertido. Mas allí solo había un caballero Jedi protegiendo a los iniciados… un caballero que a los dos minutos había muerto a las manos de su Maestro. Ya solo quedaban los críos, el objetivo de la misión. Su intención era sembrar el terror en el Templo Jedi, demostrarles que no podían pararles.
Esa vez, su Maestro le permitió comenzar. Su sangre hervía. No sería lo mismo que un verdadero duelo, pero le iba a servir. La desesperación de los críos convertía su furia en algo placentero, agradable, bello. Abrió su sable láser y comenzó a caminar hacia los pequeños con pasos regulares. Vio que la más cercana era una niña que la miraba con los ojos como platos.
Y entonces la asaltó un recuerdo. Apenas duró un instante, pero casi la desequilibró:
Se encontraba en las calles de su planeta natal, un pequeño trozo de tierra flotante que no tenía más que un pueblo y unas pocas granjas. Ella vivía en la calle, y con ella otra niña a quien había adoptado como hermana. Se llevaban un año. Darth Naaru, que por aquel entonces se llamaba Larian, mendigaba, robaba y ayudaba en los trabajos del campo para poder alimentarse las dos.
Extrañamente había algo en la expresión desvalida de la niña que le recordaba a su hermanita. Pero Kaminn estaba muerta, se la habían llevado los médicos: no había vuelto a saber nada de ella. Y sin embargo… era como un pequeño aguijón en lo más hondo de su mente. Ella estaba por encima del dolor, de la culpabilidad. Pero le molestaría matar a esa cría. Maldijo interiormente puesto que no tenía opción. En un movimiento fluido, alzó su arma. Una idea salvaje comenzó a formarse en su mente. A su espalda, los Jedi forzaban las puertas. No había modo de escapar, no iban a sobrevivir. Pero claro… su Maestro era una presa mil veces más interesante que ella. Darth Naaru bajó el sable láser. Y un instante antes de cortarle el cuello a la niña, su movimiento cambió de sentido y el sable voló hacia la túnica del otro Sith.
Allí comenzó el caos. Darth Larrek se lanzó contra su aprendiza con una expresión de evidente fastidio en su anciano rostro: había sobrevivido a muchos aprendices y no iba a necesitar siquiera esforzarse. Se lanzó en un ataque directo. Darth Naaru afianzó bien los pies para detener el ataque mientras, con la Fuerza, trataba de despegar parte del techo. Y un instante antes del fin, supo que no podría resistir el golpe.
Entonces el caos se acrecentó. Se rompió la puerta y los Jedi entraron en tromba, y la batalla se convirtió en una guerra a tres bandos. Darth Naaru se movía con la felina agilidad que caracterizaba sus movimientos, luchando con el instinto letal que le otorgaba su odio interior. Atacaba y esquivaba, defendiendo raras veces. Estaba orgullosa de su velocidad. Y entonces, justo al aterrizar de un salto, vio por el rabillo del ojo el brillo de un sable láser rojo dirigiéndose, imparable, hacia su espalda. El mundo pareció ralentizarse. Con la Fuerza lanzó parte de un pilar hacia Darth Larrek, pero supo que llegaría tarde. Eso le molestó.
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Star Wars: Dos colores
Fiksi PenggemarDarth Naaru creía estar por encima de las emociones. Su único problema era su Maestro... mas en un ataque al Templo Jedi, en una misión casi suicida, encontrará a alguien que creía perdido para siempre.