Capitulo 4: Un nuevo comienzo

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Eran las tres de la tarde en la estación de Atlántida. La gente abría paso y no miraba a las personas que se dirigían al bus rumbo a Hailor, sede de operaciones del Ejército de Prevención. La estación era un gran domo de cristal con puertas del mismo material las cuales al retraerse dentro de la estructura daban la sensación de que no existían, creando una ilusión de siempre estar al aire libre. El suelo era de piedra roja y varios bancos de metal se encontraban dispuestos bajo unos árboles que se hallaban entre los espacios que los buses usaban para transitar. Varios autobuses autónomos blancos se encontraban entrando y saliendo. Poco a poco la estación se llenó de gente con uniformes negros del Ejército de Prevención. Estos eran unos uniformes de tela con un chaleco antibalas, rodillas y codos acolchados y todos tenían un bolsa con lo que Jason supuso era un casco. De momento una voz masculina sonó por megafonía:

-El autobús para los integrantes del Ejercito de Prevención acaba de llegar, por favor, todos los pasajeros vayan al andén ocho y embarquen. El autobús partirá con destino a la base de Hailor a las tres y diez.

Una gran puerta de cristal se abrió y de ella emergió un autobús pintado de camuflaje el cual rompía la monotonía del lugar. Varias personas, con y sin uniforme, empezaron a embarcar. Jason se apresuró a montar en el vehículo, el cual por dentro, era muy espacioso. El suelo era negro, las ventanas se extendían desde el techo hasta la mitad de los asientos, los cuales eran de tela negra y acolchonada. Cada uno de estos asientos era individual y podían girar en ciento ochenta grados. En los laterales se encontraban unos espacios para poner algún equipaje de mano. Al final de la cabina había una escalera que daba acceso a un segundo piso, y en el medio del autobús estaban dispuestos unos baños. Jason se sentó en un asiento del lado de la ventana que estaba un par de filas después de la puerta y puso su pequeña mochila roja a sus pies. Se escuchaban voces en el segundo piso, dando a entender que no era el primero en llegar al autobús pero si era el primero en sentarse en el primer piso. El autobús se empezó a llenar, todos los que tenían uniforme iban directos al piso de arriba y los que no se sentaban en algún asiento que vieran libre. Al rato Jason vio un joven muchacho sin uniforme y muy delgado, de pelo muy corto y castaño, y con cara inocente dirigirse al segundo piso. Cuando este subió las escaleras se escucharon varias voces insultándolo y diciéndole que ese no era su sitio.

-Que te bajes.- dijo la voz conocida de Kevin. Entonces el muchacho fue empujado escaleras abajo, acto seguido su mochila le cayó en la cara.

Todos se quedaron mirando la escena, muchos parecían sorprendidos, pero muchos otros tenían cara de saber cuál iba a ser el destino del pelicorto nada más subir el primer escalón. Lo que todos tenían en común es que nadie trato de ayudarlo a levantarse. Sin ningún tipo de miedo Jason se levantó de su asiento y le tendió la mano. Este podía sentir todas las miradas que lo observaban como tratando de acordarse de su cara, por si algún día lo encontraban muerto y lo debían identificar. El muchacho que estaba en el suelo, el cual no debía tener más de dieciocho años, se quedó mirando fijamente a Jason con cierta tensión. Entonces este le tendió la mano y tras unos segundos, el muchacho la cogió y se ayudó a levantarse.

-Me llamo Jason.-dijo el rubio.

-Ma...Ma...Ma...- el muchacho carraspeo y tras un segundo encontró la fuerza para hablar.- Matt, encantado.

Entonces Jason se dio media vuelta y se sentó en su asiento, al girar la cabeza hacia el pasillo vio que Matt estaba de pie al lado del asiento libre.

-¿Te molesta si me siento aquí?- le pregunto.

-Adelante.- Le respondió Jason con una sonrisa.

El muchacho puso su equipaje en los espacios encima del asiento y se sentó. Una sirena empezó a sonar por toda la estación, y el autobús se puso en marcha. La gran puerta de vidrio se abrió dando paso al vehículo a las afueras de Atlántida en las cuales, Jason había vivido hasta hace bien poco.

Tras unos minutos el autobús se adentró en un bosque el cual estaba maravillosamente pavimentado. Las plantas eran verdes y de vez en cuando se podían distinguir algunos animales. Las voces de los pasajeros del segundo piso retumbaban por todo el vehículo, pero en el primer piso, el silencio se extendía como una niebla invisible, únicamente roto por algunos susurros entre personas que se sentaban juntas.

-Gracias por lo de antes.- dijo Matt. Esto cogió por sorpresa a Jason el cual tardo un par de segundos en responderle.

-De nada muchacho, esa gentuza no tenían ningún derecho a tratarse así.

-Ya, -respondió el pelicorto- pero nadie a parte de ti me ayudo a levantarme.

-Algunas personas le da miedo el que dirán, a mí me da igual. A parte que el suelo parece bastante incómodo.- se burló el rubio. Matt soltó una sonrisa y dijo:

-¿De dónde eres, Jason? Yo soy de Coltrín.

-Nací en la Tierra.-respondió Jason.- En Toronto, pero mis padres se mudaron a la Atlántida cuando yo era bebe porque pensaban que la Tierra ya estaba demasiado poblada, aunque he de decir que me hubiera gustado más que se hubieran mudado a otra parte de Consori.

Matt asintió y Jason volvió a mirar a la ventana, este se quedó pensando, todos los problemas que lo habían perseguido desde niño por fin iban a desaparecer. Aunque un cierto peso en el pecho le angustiaba al saber que iba dejar atrás a Luis, lo más parecido que había tenido nunca a un padre.

Purgando la LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora