Siete Encuentros.

Capítulo 4. "Instituto Lemon".

Sophie:

—Como cada año empezamos la ceremonia de bienvenida a tiempo. Yo soy Gabriela, la directora del instituto Lemon, muchos de ustedes ya me conocen y los que no, pues me conocerán —escuche que decía la tal Gabriela.

—¿Siempre ha sido así? —le susurre a Paula. Según nos venía contado de camino al auditorio que era su segundo año aquí.

—Sí, siempre. Pero no es tan mala como parece —respondió en un susurro.

Jelissa:

—¡Shhhhhh! —hice el sonido con la boca al acercarme a Paula y Sophie que se secretean algo—. ¿Que se secretean y sin mi? —les pregunté. La rubia volteó hacia mí hasta que escuchamos que nos llamaban.

Paula:

—Señorita Paula De León, ¿algo que usted y sus compañeras quieran compartirnos?

La rubia y la pelinegra me voltearon a ver para que respondiera. Me había quedado paralizada, nunca me había expuesto de tal manera en mi primer año. Pero bien dicen que para todo hay una primera vez.

—No, Gabriela. —le sonreí—. Durand y Gilart solo me preguntaban el nombre de Ari, el maestro de música, ya que estamos sumamente interesadas en tener el taller de música como materia complementaria.

—No maches, Paula. ¿Como que materia complementaria? —susurro la rubia.

—De alguna manera las tenía que sacar del problema —respondí en un susurro. Jelissa asintió dándome la razón.

Ivanna.

—Primer día y ya quedaron expuestas frente a todo el curso —bromeé con las tres chicas.

—Sí, pero yo que iba a saber que Gabriela escucha hasta lo que no debe —agregó la rubia.

—Ya se, es la primera vez que me pasa esto —dijo la pelirroja sonrojándose.

—¿Neta, Paula? ¿La primera vez? —dijo la pelinegra.

—Sí… siempre he sido de las mejores de las clases y el año pasado casi no hablaba, solo con mi mejor amigo, Emiliano. Que por cierto no me lo he topado… —dijo media cabizbaja la pelirroja.

—Bueno ya, basta de lamentos. —les dije viendo a la tres—. ¿Qué hay de plan hoy en la noche? —pregunté.

—¿Como que, que plan? ¿Pues dormir no? —dijo Sofía.

—No, rubia tonta —Sofía levantó una ceja—, en mi antiguo colegio en las noches tapamos las cámaras para poder hacer una fiesta en la cancha. No creo que aquí no lo hagan —dije mirándolas con una sonrisa.

—Así es. Y como tal hoy todo deberíamos traer algo, osea nosotros, los viejos estudiantes —habló la Paula—. De hecho ya deberían estar tapando las cámaras para la fiesta de esta noche, que será en la alberca. Espero que traigan traje de baño porque se ponen muy buenas —culminó antes de ser interrumpida por un chavo castaño.